L.M.A.
Nacido en 1956, en
Okayama
Todo aquello que es
profundo en la vida aparenta sencillez.
Toshiro Yamaguchi a primera vista es un hombre
sencillo, de mirada sonriente y pensamiento reposado. Y como suele ocurrir con
aquello que es intenso sin aparentarlo, sin duda la primera estimación es
equivocada.
Yamaguchi no será nunca protagonista de sus
comentarios, no hablará en primera persona de su obra, no interferirá con las
impresiones del espectador ni mucho menos con sus interpretaciones. Todo lo que
él es, lo que él siente y lo que él piensa está en su obra, y es ella la que
habla por él.
Su generosidad habla de la necesidad del
artista de comunicarse con otros, coetáneos o no, de salir de la protección de
su entorno para nutrirse de otros aires, otras perspectivas, otros
sentimientos, otras gentes, otros, otros, otros.
Él llegó a España con el único propósito de
profundizar en el conocimiento de los materiales pictóricos y su uso, en ellos
reside la esencia de su obra, en ellos resume con una palabra lo que persigue,
la pureza.
Busca en las pinturas antiguas, se remonta a
Altamira, encuentra el hilo conductor que cruza y guía la historia del hombre,
que entiende es la del arte, descubre en el camino las conclusiones de Jackson
Pollock que llega a justificar la unión entre las prácticas de occidente con el
arte oriental de la única manera posible, a través de la armonía entre el
hombre y la naturaleza.
Su complejidad se torna comprensible porque él
entiende que el todo es nada y la nada el todo. No contempla la existencia de
nada independiente o sin interrelación. Encuentra refugio en la ciencia para
poner en palabras lo que la meditación, el estudio y su intuición le indican.
Su implicación es absoluta, su preocupación es
vital, su trabajo incansable.
Gracias!!!
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