L.M.A.
05.10.13 .- El
pintor Eduardo Laborda ha inaugurado la exposición “Retrospectiva 1972-2013” en
la Lonja de Zaragoza. La muestra permanecerá abierta hasta finales del próximo
mes de noviembre. La ciudad de Zaragoza es una de las imágenes más contempladas
a lo largo de la trayectoria del pintor y la crítica de arte Julia Sáez-Angulo
ha escrito al respecto en el catálogo:
“Se sabe que el amor a una ciudad o a
una casa se puede vivir con más pasión que a un ser humano. No sé si este será el
caso del pintor Eduardo Laborda, pero lo que sí es cierto es que su amor y pasión
por la ciudad de Zaragoza resulta notable en sus palabras, evidente en los
hechos y visible en su pintura. Los cuadros que tienen como tema a la capital
aragonesa, creados por los pinceles en sus manos, constituyen una serie
importante, decisiva, dentro de su trabajo plástico.
Cualquier espectador imagina al autor
de esta obra artística como atento paseante citadino, mirando con ojo de pintor
las avenidas y las calles, subiendo a los áticos, terrazas y terrados, como el
personaje de la novela “El diablo Cojuelo” de Luis Vélez de Guevara (Écija.
Sevilla, 1579 – Madrid, 1644), donde el protagonista, contempla desde la altura
de los tejados las casas, la vida y las andanzas de los ciudadanos escondidos
dentro de los muros.
Eduardo Laborda no es un pícaro
interesado en las vidas ajenas, sino un espectador cualificado, un artista que
atisba la ciudad desde lo alto y se deja invadir por ella, por su luz, por la
morfología de sus edificios, torres, pináculos, espadañas, cúpulas cerámicas
policromadas o chimeneas, por sus ruinas, huecos, solares y bardales, como muelas
ahuecadas a la espera de su reconstrucción, así como por sus edificios fabriles
excéntricos y en decadencia. Después de la mirada llega el pensamiento, la
emoción, el sentimiento y el deseo de pintar. Me viene a la memoria el pasaje evangélico
en el que Cristo miró a Jerusalén desde lo alto, la ciudad que amaba y
admiraba, y no pudo por menos que emocionarse y llorar, a sabiendas de la
destrucción que la aguardaba muy pronto junto a su templo, en el año 73, por
las tropas romanas de Tito).
Frente a la mirada del artista en su
etapa anterior sobre la estatuaria mitológica o alegórica de monumentos
zaragozanos, la contemplación más reciente del pintor se ha hecho quizás más atenta,
reflexiva, melancólica, ensimismada, a veces ligeramente romántica, casi
onírica –que no surrealista- por el vacío humano de los espacios, por su
soledad. Una mirada que en sus últimos cuadros cobra una visión cinematográfica,
como de elección de escenarios para filmar una película, para recrear su
estética, para testimoniar unas presencias y ausencias de arquitecturas que van
conformando el perfil del lugar, el sky
line, la línea que bordea los edificios y define su contorno. En suma, el
dibujo como base de la pintura, que revela la ciudad como una extraña y
asombrosa construcción de los hombres a lo largo de la historia. Una ciudad
erguida de altura y modernidad, al tiempo que herida por las presencias y
ausencias del pasado y el presente, que borra o diluye la definición de los
espacios.
El propio artista manifestó en una
entrevista su interés por el suelo de su ciudad: “Zaragoza es la ciudad herida.
Estos escorchones hablan de una batalla estética entre lo que ha sido la ciudad
y lo que va a ser”. De aquí que aparezcan en sus obras, escombros, maquinetas, artefactos
en desuso, un solo coche, y que haya un cierto aire de catástrofe. “Nunca sabes
si el desastre ha sucedido ya o está a punto de suceder. En una de esas casas
estaba la sirena que avisaba de los bombardeos o quizás de las plagas”,
concluye Laborda al hablar de su reciente cuadro Iris del Coso alto (2012), en el que aparece la vía urbana
desolada, brumosa, solitaria y en obras como una constante, en este caso sin artilugios.
Al pintor no le interesa el realismo
per sé, el calco del modelo real, sino su significación simbólica y artística,
de ahí que su pintura cobre tintes de alegoría o metáfora. Una interpretación
que trasciende la ciudad. Recordemos que la definición de alegoría en el DRAE,
en su tercera acepción referida al arte dice: representación simbólica de ideas
abstractas por medio de figuras, grupos de estas o atributos.
Además de la Alegoría de Zaragoza, dentro de la trilogía de Aragón, Eduardo
Laborda concibió la idea de crear tres grandes panorámicas de Zaragoza: la
primera la más antigua, al modo en que concebían los grandes de la pintura
orientalista, apartado en el que estaría La
ciudad de las mil torres (2010) o Calle Mayor con la torre de la iglesia
de La Magdalena como eje o Santiago; la
segunda, con la parte moderna de la ciudad, que es la visión opuesta, es el
caso de los cuadros Estación norte o ciertos
edificios fabriles y en la tercera, el Coso, como la vía fundamental más viva
de la urbe en el cuadro Iris del Coso alto (2012).
Se me
antoja que es sobre todo en el gran cuadro titulado Iris del Coso alto, composición bella y audaz que mide 150 x 275
cm., donde parece cristalizar por antonomasia como en ningún otro cuadro, la
visión poética, afectiva, simbolista y cinematográfica,
–tal vez barroca, señala Antón Castro- del autor. Hay que recordar que
Eduardo Laborda es también director de cine, por lo que su ojo está igualmente
conformado en esta dirección de la imagen.
Iris
del Coso alto es una obra ambiciosa, excepcional -obra
maestra me atrevería a decir- dentro de la producción pictórica de Eduardo
Laborda, con la que habrá que contar siempre para plasmar Zaragoza de modo
artístico y real al mismo tiempo. Iris
del Coso alto supuso casi ocho meses de intensa concentración y paciente
trabajo para el pintor, pero la obra ha valido la pena y el esfuerzo; será
siempre señalada como una joya dentro de su repertorio iconográfico de la
ciudad. Una pieza que siempre será citada como culmen del logro artístico del
autor.
El Coso es una vía clave de Zaragoza,
un lugar donde se siente el pálpito del corazón de la ciudad, como diría el
sabio arquitecto italiano Giulio Carlo Argán (Turín, 1909 – Roma, 1992) –el que
fuera alcalde de Roma. Cuando los ciudadanos o visitantes llegan al centro u
ombligo de la urbe se sienten importantes, algo así como arrebatados al mismo
protagonismo de la historia de la ciudad. El ciudadano necesita visitar
periódicamente el núcleo original y principal de la ciudad, para mejor
integrarse en ella, señala Argán con intuición y acierto. En el caso de
Zaragoza, ese corazón late junto al Coso.
Para Eduardo Laborda, el Coso alto es
“el lugar arquitectónico que mejor define la ciudad, aquí estuvo el Coso romano
donde se celebraron las grandes fiestas báquicas. Aquí están los ecos de la
Zaragoza antigua y renacentista y están algunos edificios eclécticos. El Casino
Mercantil es como un buque insignia de la cultura del último siglo en Aragón:
allí expusieron clásicos y modernos. Por ahí pasó Einstein, se hicieron los
salones de humoristas…”.
El Casino Mercantil con que arranca el
cuadro, guarda también una colección de paisajes y florestas pintadas en
plafones y paneles por Iris Lázaro (Soria, 1952), la compañera de Eduardo
Laborda, a la que el pintor incorpora como personaje del cuadro y en el mismo título:
Iris del Coso alto, jugando con una
ambigüedad calculada. La imagen de la
pintora aparece tras el reflejo de los cristales en una esquina de la obra, con
la mano derecha elevada como si estuviera pintado, ya que su brazo izquierdo se
apoya en la cadera a modo de contrapeso y su mirada se dirige a lo alto de un
supuesto panel. ¿Es así? Hay que respetar siempre el misterio de un cuadro, nos
enseña la acendrada crítica de arte.
Iris
del Coso alto abarca, entre otros edificios, el Casino Mercantil, del
arquitecto aragonés Francisco Albiñana (Zaragoza, 1887 – 1936), frente al
palacio de Sástago, hasta la casa que fue el antiguo cine Ena Victoria, luego
Restaurante Savoy, La Adriática o La
Droga Alfonso, donde residió la familia de Luis Buñuel. Los reflejos del
ventanal revelan de modo sutil la cercana plaza de España.
Eduardo
Laborda confiesa que Iris del Coso alto “es
un cuadro cinematográfico. Hay muchas películas dentro y homenajes explícitos.
A Iris y a Francisco Pradilla, que fue rechazado para pintar en el palacio de
Sástago”. Un reconocido homenaje del pintor a su compañera, lo que indica
que su claro amor por la ciudad no resta el deseado reconocimiento y homenaje a
Iris Lázaro que también es pintora.
Defensa del patrimonio
histórico-artístico
El pintor e Iris han ha sido siempre sensibles y
activos en la defensa del patrimonio histórico artístico de Zaragoza y de todo
Aragón, tarea en la que han empeñado energía y esfuerzos, y que no siempre ha
encontrado el respeto o la comprensión deseada, ni se ha logrado el objetivo
buscado. Los intereses creados pesan siempre en la gran urbe. Ambos artistas son
miembros fundadores de la Asociación Pública para la defensa del Patrimonio
Aragonés. APUDERA, que otorga galardones de reconocimiento o denuncia ante la
actitud o conducta sobre la riqueza histórico-artística de la Comunidad. Son
muy conscientes de que la sociedad civil ha de velar por el patrimonio
histórico y artístico frente a los abusos, la desidia, desmanes o especulación
de los distintos poderes que dominan en la sociedad; dejarlo solo en manos de
regidores, políticos, urbanistas y empresarios es muy arriesgado, acabarían con
la ciudad Zaragoza o el Aragón que hay
que proteger.
Todo esto queda dicho para entender mejor el
concepto y la factura de muchos de los cuadros del pintor aragonés. Él va más
allí del “se ama y se canta lo que se pierde”. No le gusta quedarse de brazos cruzados, aunque en su pintura pueda
parecer que se deja mecer en la melancolía.
Eduardo Laborda, versátil y proteico en sus
actividades, sería -es- un animador
cultural en la calificación de la Unesco, por la capacidad de trabajo en
diversos aspectos siempre dentro de la cultura y el patrimonio que son “lo suyo”.
Es coleccionista de antigüedades y vejerías,
tertuliano animado, realizador cinematográfico o director de las revistas como Pasarela o La
Avispa…, en todo ello ha dejado
constancia de todas sus inquietudes en el campo del patrimonio, la pintura, el
dibujo, la arquitectura, la ciudad, el urbanismo, el cine… El artista siente
una curiosidad universal por todos los referentes en las artes plásticas y
visuales. Algún crítico como Armando Serrano lo ha calificado de “cazador de
sueños”.