Julia
Sáez-Angulo
Aventuras y desventuras de un riojano en
tierras aztecas es el título de las memorias escritas por el riojano Gregorio Herce García (Quel, La Rioja, 1949), que actualmente reside en México, en el Estado de Michoacán, en la localidad de Uruapán, donde trabaja como gerente de una fábrica de envases de frutos tropicales.
“Yo nací en una ribera del Cidacos, afluente
del Ebro. En la Villa de Quel, comunidad autónoma de La Rioja,
España (loa datoa geográficos están en la página Web de Quel).
Llegué sin pedir permiso en la primera mitad del año
1949 y casi finalizando la primera mitad del s. XX. Quizás por eso no soy muy
extremoso. Siempre procuro estar en el centro, que puede ser centro izquierda o
centro derecha. ¿Qué tal?
Mis Padres:
Florencio Herce y Petra García. Soy el segundo de a bordo, por eso, no mando
mucho, aunque a veces, a falta de jefe, me toca hacerlo”, escribe en el
comienzo de sus recuerdos.
El capítulo séptimo, titulado “El primer hombre negro”,
dice: “No se asusten. Tengo algo que aclarar para que entiendan mis lectores.
A mi pueblo también llegó la “fiebre petrolera”. Sí,
así como suena. Yo quiero relacionarlo, muchos años después con “La senda de
los dinosaurios”.
Sí para los descreídos en la ciencia han de saber que hay
indicios de que en esa zona de la Rioja
baja existieron los dinosaurios.(Por eso ,quizás, se llame la Rioja Baja,porque
con el peso de esos animalotes se hundió un poco(.Bueno esa es mi hipótesis).
Siguiendo con el tema del petróleo resultó que por los años 50.s del siglo
pasado llegó al pueblo de Quel un equipo de ingenieros y trabajadores(me
imagino que de EE.UU.) para realizar estudios sobre la posibilidad de encontrar petróleo. Recuerdo que
instalaron una torre metálica allá por “los Portillos”. Empezaron a perforar un
pozo. Al cabo de un tiempo, no recuerdo cuánto, empezó a salir un líquido
sucio. Yo le pregunté a mi padre si eso era petróleo. No, me respondió.es agua sucia. Total que nos
quedamos sin petróleo. Qué bueno, porque si no, la Rioja ya no produciría vino.
Yo prefiero
más beber un buen vaso de vino que un trago de petróleo.
Tuvieron que cerrar el pozo de aguas turbias, pero los
trabajadores, también eran hombres que sabían apreciar las buenas costumbres,
como las de Quel.
Un día estaba en el bar con mi padre(los bares eran
locales comunitarios donde podía ir toda la familia)de repente entraron unos
hombres: eran los trabajadores de la compañía de petróleo. Uno de ellos era de
raza negra. Yo me quedé ensimismado viéndolo. Mi padre, como era su costumbre,
los invitó a tomar una copa. Para mí fue algo extraordinario. Este
acontecimiento se me grabó en mi mente y e mi corazón. Africa se me presentaba
como un destino para mi vida futura. Quizás también esto influyó en mi vocación
misionera. Más adelante mi ilusión –Nunca se pudo realizar este sueño, era ir a
África. Otros compañeros míos sí fueron.
Mi destino era otro: América. Tuvieron que pasar casi
20 años para que se cumpliera mi sueño, pero de esto hablaremos más adelante.”