Julia Sáez-Angulo
No se le ha ido el aire de niña
lista, algo resabiada, a Espido Freire, que tiene talento y bella escritura
para narrar la novela Llamadme Alejandra, premio Azorín 2017, fallado
en Alicante. Novela que narra la vida de la última zarina en Rusia. Una narración bien documentada y
llevada a buen ritmo, donde la autora entra de lleno en el personaje y su época
para contar la historia interior y exterior del personaje protagonista.
La novela, publicada por la
editorial Planeta, fue presentada en Madrid, en medio de un dialogo intenso del
escritor Javier Sierra con la escritora, que tiene verbo y comunicación para abrumar a
cualquiera. Espido Freire (Bilbao, 1974) llevaba unos cuantos años sin
presentar novela, afectada por cierta depresión, pero “sin dejar de trabajar en
otras cosas durante este tiempo”, declaró.
Durante la presentación resaltó el
dolor de la zarina Alejandra, por la hemofilia de su hijo, heredero del zar,
sus buenas virtudes domésticas como madre y esposa, no siempre valoradas por la
opinión masculina o la opinión pública exterior de Rusia que no la amaba y culpaba de muchas cosas en tiempos
difíciles del anarquismo, que obligaba a los zares a vivir en sus “jaulas de
oro”.
La autora de Llamadme Alejandra –el título es muy común- dice que sabe del dolor
y del sentido de la violencia, porque ha vivido en el País Vasco, donde esta
última era habitual en la vida cotidiana y había que hacerse a convivir con
ella, sabiendo que la misma vida podía irse en el segundo siguiente por un
atentado.
Preguntada por si algún día narraría
esa vida de violencia de ETA en el País Vasco que ella bien conoció, declaró
que no lo descarta en un futuro, si bien se ve joven y necesitaría un poco más
de distancia para hacerlo.
El personaje de Rasputín es clave
igualmente en la vida de la zarina Alejandra, un eremita del siglo XX con gran
poder psicológico y sanador, casi mágico, capaz de dominar la corte de los
zares. Personaje muy potente, capaz de acaparar él solo una novela, pero Espido
Freire quiso concentrarse en la protagonista Alejandra, que tuvo gran
influencia en su esposo el zar Nicolás, un buen hombre, pero incapaz de
gobernar un imperio.
El destino parece planear sobre la
familia de los Romanov, que la escritora vasca ha investigado a fondo, introduciéndose
en los palacios rusos sin haberlos visitado para no dejarse llevar por el
contraste de la realidad actual y el mito del pasado.
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Los ejércitos Banco y Rojo de la
Rusia de primeros del XX manejaron los últimos días de la familia de los zares.
Alejandra y Nicolás fueron fusilados por los revolucionarios en una crimen que
dejó un capítulo sangriento inolvidable en la historia. Alejandra, descendiente
de la reina Victoria de Inglaterra siguió ese destino implacable de los zares y
su vida ha dado lugar a biografías, novelas y películas.
EL LIBRO
Antes de la
Revolución
Julio de 1918. Hace ocho meses que los bolcheviques han
tomado el poder en Rusia. Pero su revolución no está consolidada. El mes
anterior ha comenzado una guerra civil entre los revolucionarios y los llamados
rusos blancos, los partidarios del viejo régimen. Estos, de momento, les van
ganando terreno a los rojos. El zar Nicolás II, que, forzado por las
circunstancias, abdicó en marzo del año anterior, es prisionero de los
bolcheviques, junto con su familia, su mujer y sus cinco hijos. La familia
imperial no sabe qué destino les aguarda. Sueñan con que les dejen instalarse
en algún lugar, dentro o fuera de Rusia, en el que vivir tranquila y modestamente;
pero la violencia con que se está conduciendo la revolución ensombrece esa
esperanza. Un día les ordenan que recojan sus pertenencias a toda prisa porque
van a ser trasladados.
Así empieza esta novela, narrada en primera persona por la
última zarina de Rusia, la princesa Alix, nieta de la reina Victoria, que en
Rusia, al casarse con Nicolás, ha tomado el nombre de Alejandra Feodorovna:
“Nos han despertado en
mitad de la noche a gritos porque nos espera un nuevo viaje. Nicolás se ha
levantado, ha abierto la puerta y a través de ella, semicerrada (yo aún en
camisón, el Nene asustado y confuso), ha hablado con el comisario Yurovski.