martes, 2 de febrero de 2010

Antonio Hervás Amezcua habla sobre "El proceso narrativo"


Carles Duarte
Antonio Hervás Amezcua ha dado una conferencia en el Museo de Jaén sobre El proceso creativo a la vez que presentaba su escultura Tránsito. A pesar de que fundamentalmente Hervás Amezcua es admirado por su obra pictórica, ha cultivado con éxito tanto la escultura como el grabado, como reflejan sus obras situadas en espacios públicos o las exposiciones, publicaciones y carpetas que ha realizado como grabador.

Nacido en Jaén, vive en Gavà, donde tiene su sede la Fundación Hervás Amezcua, una de las entidades culturales más activas de la ciudad, que organiza cursos, talleres, exposiciones. En Gavà se sienten orgullosos de ella, como demuestra el apoyo del Ayuntamiento, pero su labor se proyecta por toda Cataluña, como hemos visto recientemente con el trabajo llevado a cabo por Hervás inspirado en los restos de un laúd medieval encontrado cuando se construyó el Canal Olímpico de Castelldefels.


Las pinturas al temple de huevo, técnica habitual cuando el laúd navegaba, las esculturas y el audiovisual que evocan aquel naufragio se han podido ver en el Museu Marítim de les Drassanes de Barcelona, en el Alfolí de la Sal de L’Escala o actualmente en el Museu de la Vida Rural de L’Espluga de Francolí.


Hervás Amezcua es, además, un artista con una proyección internacional. Ha vivido y expuesto en EEUU, Israel, Islandia, Brasil y Alemania, donde hay que destacar el encargo que recibió para el Parque Arqueológico Europeo de Rheinheim-Bliesbruck, sobre el mundo celta.


En la pintura de Hervás Amezcua hay una confluencia magistralmente resuelta de la presencia subyacente de la historia y la mitología dentro nuestro, y de los espacios oníricos donde la mente humana se mueve empujada por sus pulsiones más profundas. Su pintura contiene el misterio, la fragilidad, lo efímero y lo inmortal de la existencia humana, la transparencia de la luz y la textura matérica de la tierra.
En Hervás la densidad de los azules, la delicadeza de los verdes celestes, los rojos ígneos, los ocres… nunca son indiferentes, ornamentales, sino el fruto de una intuición portentosa y transmiten emociones. Sus horizontes diáfanos y sus rocas trabajadas por el tiempo son paisajes donde nos redescubrimos.

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