martes, 31 de agosto de 2010

Guía mítica de Mark Twain para visitar Tierra Santa, Egipto, Crimea y Grecia



“Guía de viajeros inocentes”
Mark Twain
Ediciones del Viento
Las Coruña, 2010 (621 pags.)



Julia Sáez-Angulo


Con su humor, cinismo, dotes de observación y gracia, el escritor Mark Twain (Florida, 1835 -Redding, Connecticut, 1910) dejó esta mítica “Guía de viajeros inocentes”, su libro más vendido en vida y modelo para las guías literarias futuras. La versión del libro es de la traductora Susana Carral Martínez.

Fue en 1867 cuando desde los Estados Unidos se llevó a cabo la gran “Excursión a Tierra Santa, Egipto, Crimea, Grecia y lugares de interés intermedios”. El anuncio provocó exaltación, pues se iba en barco de la ciudad de los rascacielos hasta Oriente Medio.

Un escritor y cronista ágil y sagaz como Mark Twain habría de mandar crónicas sucesivas al periódico “Alta California” para contar sus experiencias de ver, oír y gozar o padecer, a lo largo de este primer crucero que marcaría época y género en el turismo.

Las retinas y el ingenio del escritor americano se empapan ante estímulos tan fuertes como la geografía y el arte de un recorrido, que habla de la historia de la civilización de los hombres en Oriente Medio y el sur de Europa. Una golosina para viajeros inquietos y ricos como los americanos de su tiempo.

Comentarios sobre Miguel Ángel Buonarotti y los maestros antiguos

El volumen registra una curiosa dedicatoria: “Este libro está cariñosamente dedicado a la más paciente de mis lectoras y crítica más generosa, Mi Anciana Madre”. Twain fue un escritor muy popular en su tiempo y padre literario de otros dos estadounidenses que vendrían después: Tom Sawyer y Huckleberry Finn.

“Casi un año entero ha pasado desde que esta notable peregrinación llegó a su fin (…) Un viaje por mar de doce meses puede convertir a un hombre normal y corriente en un milagro de maldad. Por otro lado, si un hombre tiene buenas cualidades, el ambiente lo lleva a mostrarlas a bordo en contadas ocasiones, al menos haciendo hincapié en ellas”, escribe Twain en la Conclusión del libro.

Entre medias ha arremetido contra los desastrosos guías de turismo, ha comentado jocosamente las obras de arte para tratar de de-solemnizar algunas de ellas; comenta sobre ciudadanos napolitanos y franceses a placer; sobre los orientales no digamos… Toma citas de la Biblia para trufarlas oportunamente en sus escritos. Los maestros antiguos de las pinacotecas y gliptotecas, así como las obras de Miguel Ángel Buonarotti, son motivo de sus comentarios.

En suma, un libro ameno, variopinto que habla de lugares interesantes y hermosos, no por ello libres de crítica, pero sobre todo habla de la condición humana, porque observarla es el espectáculo más apasionante que cabe. Twain sabía hacerlo con ganas porque todo era para él materia de escritura.






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