lunes, 12 de marzo de 2012

Luciano López Gutiérrez: “Portentos y prodigios del Siglo de Oro” en un libro



“Portentos y prodigios del Siglo de Oro”
Luciano López Gutiérrez
Editorial Nowtilus
Madrid, 2012 (430 pags.)

Julia Sáez-Angulo


La amenidad de la naturaleza, lugares insospechados, historias misteriosas, duendes, licántropos, brujas, espectros, monstruos, luces extrañas… se encuentra en el libro del profesor Luciano López Gutiérrez: “Portentos y prodigios del Siglo de Oro”, publicado por la editorial Nowtilus.
Aunque el Medioevo tiene fama de ser más oscurantista en cuanto a creencias y supersticiones, la imaginación del Siglo de Oro conserva y aviva ideas que el autor sabe recoger y plasmar con erudición y gracia. Algunas ilustraciones sirven para apoyar sus investigaciones literarias e históricas así como sus tesis.
Los capítulos del libro son sugerentes: Sobre hermafroditas, transexuales, homúnculos y androides; Instrucciones para engendrar varones cabales; Sobre la capacidad de generación de los diablos; Del súbito encanecer; Sobre el Doctor Torralba, otros sabios volanderos y el Ícaro de Plasencia; La campana de Velilla; La serrana de la Vera y otras hembras de tronío; Llueven sapos y culebras; Sobre sátiros y otros pueblos salvajes; De duendes o trasgos; Endemoniados y exorcistas…

Período enfebrecido

“El llamado siglo de Oro fue un período enfebrecido en la historia de una España que en la segunda mitad del siglo XVI y, sobre todo durante una buena parte del siglo XVII, anduvo tan doliente en lo político y lo militar como deslumbrante en lo crativo y artístico”, escribe el profesor José Manuel Pedrosa, de la Universidad de Alcalá, como introducción al libro.
El autor por su parte dice que el libro busca una “aproximación a los que pesaban sobre lo natural y sobrenatural las gentes de los Siglos de Oro”, gentes que “consideraban muy permeable la delgada frontera que separa el alma del cuerpo, el más acá del más allá por lo que los espacios más cotidianos eran habitualmente invadidos por trasgos, espectros, demonios y ánimas en pena, de ahí que constantemente hubiera que apelar al amparo de la Corte Celestial, que, por otra parte, era bastante inclinada a enviar sus heraldos en forma de prodigios y portentos”.

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario