lunes, 9 de abril de 2012

Piero Calamandrei publica “Inventario de la casa de campo” en la Toscana



“Inventario de la Casa de Campo”

Piero Calamandrei

Prólogo y traducción de Perfecto Andrés Ibáñez

Xilografías de Pietro Parigi

Editorial Trotta; Madrid , 2012 (180 pags.)


Julia Sáez-Angulo



Piero Calamandrei (Florencia, 1989 – 1956) es un excelente jurista, cuyas obras sobre la Constitución o el Derecho Procesal son muy consultadas por los expertos, pero también es un gran literato como muestra el libro “Inventario de la Casa de Campo”, escrito en 1939, sobre una casa de campo en la Toscana, de donde proceden maravillosas observaciones y recuerdos.

El amor a una casa puede ser tan grande o más que a una persona y de esto saben muchos los italianos y todas aquellas personas, a veces personajes de película, como la americana que compró una casa del siglo XVIII en la Toscana.

Calamandrei hace una “interlocución con el chiquillo protagonista de las experiencias censadas, se muestra añorante del que fue su tiempo de entonces, “cuando aún no había nacido esta lucha lacerante entre la lucha consciente de la vida que se consume y el gusto despiadado por verla arder hasta el final”, explica el traductor Perfecto Andrés Hernández, en el prólogo del libro.

El libro se divide en siete capítulos con epígrafes tan seductores como Flores de acacia; Bayas del laurel silvestre; El gran pino; la llegada de las setas; Alcaparras; Agua de miel; Paseo, Herbario; Lección al halcón; Tordos; Fardel; Caballo y Oveja y otros.

“He querido levantar el inventario de las colecciones de flores y mariposas que conservo bien ordenadas en mi casa de campo; pero el notario no advertirá que en sus habitaciones vagan, luciendo una sonrisa melancólica, sombras queridas, que sólo cuando esta casa se hunda habrán muerto de veras; y que los paisajes que se descubren por las ventanas están asimismo vivos como personas”, escribe el autor en su último capítulo y añade:

“Dejaré dicho a mis herederos que se queden con las paredes de la casa; pero que mi herbario, que contiene el viejo olor de esta tierra, deberán enterrarlo conmigo como mi ajuar personal”.

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