viernes, 25 de mayo de 2012



“LOS EMIGRADOS” DE SLAWOMIR MROZEK, TRES FUNCIONES EN EL TEATRO REPLIKA




Julia Sáez-Angulo


         Dura y hermosa obra dramática la de “Los emigrados” de Slawomir Mrozek, que, después de una gira por distintas ciudades españolas, ha vuelto al Teatro Réplika de Madrid. Una obra que asombra y deja sin aliento; una pieza teatral interpretada con maestría por Jaroslaw Bielski y Emilio Gómez.

         Dos personajes peculiares conviven en el subsuelo, un sótano insalubre. Nadie sabe de dónde son, ni tampoco cómo fueron a parar a ese lugar. Todo parece separar a estos dos desarraigados sin nombre, que tienen como único equipaje los recuerdos de un lugar que tuvieron que abandonar. El primero, AA (Jaroslaw Bielski), es un intelectual, refugiado político, aferrado únicamente a sus ideas. Cínico y manipulador, usa hasta la saciedad discursos elegantes dejándose embriagar por sus propias palabras. El segundo, XX (Emilio Gómez), es un obrero, ferozmente materialista y apolítico, obsesionado por el trabajo y el ahorro compulsivo para, cuando regrese a casa, poder deslumbrar a todo el mundo. El humor de Mrozek desempeña un gran papel en este juego de reflejos. Se trata de un humor de una profunda inteligencia. Su risa es amarga, incisiva. Es la risa del hombre que sabe que nuestra existencia no tiene consuelo. 

         Los ecos del “Esperando a Godot” no se hacen esperar al escuchar y contemplar esta obra de Slawomir Mrozek en escena. Los diálogos, a veces absurdos, o aparentemente absurdos, de los dos personajes establecen cierto paralelo de humor y de nihilismo, en ese deseo de que pase el tiempo.

         “Los emigrados”,  sin embargo, es una obra que se sustenta en la realidad de nuestros días, dos emigrantes muy diferentes conviven y se enfrentan en su dialéctica. El intelectual refugiado o exiliado y el trabajador obrero de cavar zanjas. El primero toma al segundo como elemento de indagación para un posible libro que nunca parece llevar a cabo. Entre tanto, risas, tensión provocación entre ambos.

         El intelectual es un "toca-pelotas", de aire fino y distinguido, con el regusto por el lenguaje refinado, frente el grandullón de manos fuertes, obsesionado por guardar dinero y ser rico, algo que no logró ni su padre en la ciudad, ni su abuelo en la aldea. Pero ante ellos hay una gran diferencia: el intelectual no puede volver (a Itaca) porque es un refugiado político, del que desconfía el obrero apolítico, mientras que éste sí sueña con visos de mayor realidad en volver con su mujer y sus hijos para construirse una casa de piedra.

         La palabra en los diálogos pincha y provoca hasta procurar una derivación inesperada en los sentimientos y actitudes de uno y otro personajes. El autor Slawomir Mrozek no se ha dejado llevar por un final fácil, aunque juegue con diversas salidas ante el espectador. El final a lo Chejov de    que la vida sigue se agradece por lo que tiene de sutil y abierto ante el espectador. La ternura parece imponerse en la última escena y da un respiro al público.

         Emilio Gómez lleva la parte del papel más extrovertido o histriónico, mientras que Jaroslaw Bielski es más contenido en sus gestos, acorde igualmente con su papel; en ocasiones, su fisonomía trae a la memoria por la sonrisa y los gestos a Robert de Niro. La dirección de Socorro Anadón es impecable.


LOS EMIGRADOS de Slawomir Mrozek
Dirección: Socorro Anadón y Jaroslaw Bielski
Reparto: Jaroslaw Bielski y Emilio Gómez
Compañía Réplika Teatro
Traducción y adaptación: Jaroslaw Bielski
Escenografía: Gabriel Carrascal
Vestuario: Rosa García Andújar
Espacio sonoro: Chema Pérez


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