sábado, 11 de agosto de 2012




Letizia, princesa de Asturias, no acaba de encontrar su propio estilo





Julia Sáez-Angulo

         Letizia Ortiz, princesa de Asturias (Oviedo, 1972), no acaba de encontrar su propio estilo en su look. No viste ni peina mal, pero tampoco bien. No logra un estilo que la favorezca o defina y, mucho menos, que le de relevancia. Se dice que un cargo hay que vestirlo y Letizia no acaba de lograrlo a satisfacción.

         Cierto que ella le dedica esfuerzo y cuidados a mejorar su aspecto físico, desde operaciones de estética para restar su barbilla prominente, que con el tiempo le hubiera hecho parecer un poco “brujita” a la nariz o viceversa. Todo el mundo es libre de hacerse operaciones de estética, pero parece que la princesa de Asturias se hubiera tomado el cargo como un oficio cinematográfico. Su perfeccionismo en este campo puede tener efecto boumerang. Una cosa es que saque el mejor partido de su apariencia y, otra, que se preocupe en exceso por su cuerpo.

         Letizia es una mujer muy delgada, excesivamente delgada, hasta el punto de que muchos la creen anoréxica, por más que en algún momento haya habido desmentidos de la Casa Real en este aspecto. Sus hombros tan sumamente descarnados han aparecido patéticos en algunas fotos –sin el paso del phostoshop--, como de personaje en campo de concentración. Debe descartar por sistema los vestidos entrados de manga y acudir a la manga corta o larga para tapar sus huesudos omoplato y clavícula. Unos kilos de mas no le estorbarían y aportaría mejor imagen a su representación.

Letizia sobrepasa los cuarenta años y ya no es una jovencita, por tanto ese abuso que hace de los vestidos minifalderos no dice nada en su favor sino más bien en contra. El largo por encima de la rodilla sería el suyo y sobre todo el del cargo que representa; las cortifaldas debe desecharlas porque le dan un aire de “quiero-ser-jovencita” que no proceden.

Tampoco le va el hecho de remangarse las rebecas que lleva en ocasiones, como si fuera a lavar los platos; que lleve manga francesa o traje de paño que no admite el remango menestral.


El pelo, su melena, es el mayor desastre. Llevar una melena tan larga no va con su edad, estilo ni cargo. La media melena es lo elegante y evita esa visión de cabeza grande que le da tanto pelo, en comparación a la talla escurrida de su cuerpo.

No debe llevar la tiara o diadema con melena, queda inadecuado y vulgar. La gala requiere el pelo recogido, más elegante y le queda mejor; entonces sí cabe lucir una tiara sobre su cabello. 

Felizmente dejó de usar los zapatos grandes y mazacotes de la moda puntual o las grandes plataformas. Una plataforma pequeña es lo más adecuado para ella.

Quizás debiera cambiar de modisto con más frecuencia o directamente cambiar. Hasta ahora no han sabido “esculpirla”.  Le conviene recordar lo que le dijo Oleg Cassini –modisto que insufló glamour-- a Jackie Kennedy: “Usted no debe vestir a la moda, usted debe dictar la moda”. Letizia está a años luz e esa máxima. Cassini supo diseñar un look para la primera dama de los Estados Unidos. La que pudiera ser en el futuro primera dama de España está por crear su estilo, todavía indefinido. Le sobra cortifaldeo, faldas al aire que le hacen mostrar su ropa interior o visiones sexy que en su caso no han lugar. 

A veces una cree que quizás Letizia no se deja aconsejar, si así fuera, sería una pena. Ella representa no sólo a ella.



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