domingo, 23 de diciembre de 2012

EL BELEN NAPOLITANO DEL PALAU MARCH



 M. DOLORES  GALLARDO LÓPEZ



 Vendedor de pescado
 

                           

Cocina



Vitrina con objetos de plata  en miniatura

  En una reciente estancia en la  hermosa ciudad de Palma de Mallorca he tenido ocasión de  conocer el Palau March,  visita que  recomiendo vivamente al lector si tiene oportunidad estar unos días en la ciudad.  Pero  ¡cuidado!: llevados por el famoso apellido no confundan  este Palau con la Fundación Juan March (ubicada en la magnífica Can Gallard, en la ciudad de Palma; allí se encuentra una  espléndida colección de arte moderno).


  El Palau March es sede de la Fundación Bartolomé March Servera. Se encuentra muy cerca de la Catedral, en el solar que acogió el convento de Santo Domingo, que ocupaba la manzana conformada por la calle Conquistador, la calle Palau reial y la escalinata de la Seu o Catedral. El convento fue afectado por la ley de Desamortización eclesiástica de Mendizabal en el año 1835  y demolido posteriormente.


  En los años 30 Juan March encargó el primer proyecto de su Palau al arquitecto mallorquín Guillem Forteza Piña, sin embargo el proyecto definitivo se hizo después y fue obra de L. Gutiérrez Soto, arquitecto muy reconocido en los años cuarenta del pasado siglo.
 

   El Palacio comenzó a construirse en 1939 y se concluyó  en 1945. El edificio recuerda la arquitectura señorial tradicional de Palma y  también la arquitectura catalana e italiana.

      Fue la vivienda familiar de Juan March y su familia, cuyos aposentos se conservan hoy día en la planta superior del Palacio.


    En los años 90 del siglo pasado Bartolomé March Servera (Palma 1917-Paris 1998), uno de los hijos de Juan March, lo convirtió en sede de la Fundación que lleva su nombre. En el año 2001 el edificio fue remodelado para albergar el Museo de la Fundación Bartolomé March Servera.


En el patio que da acceso al actual Palacio se expone una magnífica colección de escultura de arte moderno (supone un tercio de la colección de escultura que perteneció de Bartolomé March) con obras  de Rodin, Baltasar Lobo (1911-  1993), Max Bill (1908-1994), Eduardo Chillida (1924-2002), Henrry  Moore (1898-1986), Xavier Corberó y una espléndida obra de Alfaro que,  según desde donde se mire, se recorta sobre el azul cielo de Palma   a la manera de un velero sobre el mar o vista  desde otro ángulo parece perfilarse sobre la soberbia mole de la Catedral.


  En el interior del Palacio destacan las pinturas alegóricas de   la cúpula de la escalera principal, obra del catalán José María Sert (1874-1945), uno de los grandes pintores muralistas de la primera mitad del siglo XX. En la planta superior del Palacio se muestran salones y  habitaciones  de Juan March y su familia. 
 

  La planta baja alberga el magnífico belén napolitano de Bartolomé March Servera, cuyo retrato se   exhibe al lado de una de las vitrinas  que guardan el  belén.

  Mención especial merece la magnífica  Biblioteca de este Palau abierta al público desde 1970. Consta de  más de 70.000 libros, 1.800 manuscritos, 21 incunables y 3.000 piezas de un fondo datado entre los siglos XVI-XVIII.



    EL    BELÉN  DEL PALAU


Si bien  inicialmente fue instalado como belén y mostrado al público  durante los días de Navidad actualmente está instalado en vitrinas ordenadas con criterio museístic. El cambio se produjo al establecerse en el Palau la Fundación Bartolomé March Servera. Hoy día este Belén es la joya más valiosa del Palau.


 El belén  fue adquirido en los años 70. Consta de cientos de figuras que reflejan  las  diversas clases sociales y los múltiples aspectos de la vida de Nápoles en el siglo XVIII: clases nobles, artesanos de todo tipo, campesinos con sus diversos animales, vendedores de pescado, de frutas, de utensilios de cocina, etc.  Todos ellos vestidos y adornados  como corresponde a la clase social a la que pertenecen. El detalle al que descienden  estas representaciones, como puede  verse en las imágenes que acompañan este texto, es absolutamente  maravilloso. Y todo ello realizado con absoluta precisión.


 También el gusto por lo exótico y lo oriental aparece claro en el belén de Bartolomé March, tanto en personajes  como en detalles. Hay que tener en cuenta que en el siglo XVIII Nápoles extendía su política comercial a oriente; además en el colegio degli Chinesi, creado en 1742, se preparaban misioneros chinos y de otras nacionalidades orientales. Todo esto hizo  que en los belenes se incluyeran  chinoiseries, tan del  gusto del arte rococó.


  El belén refleja también el gusto por animales considerados exóticos en el siglo XVIII: elefantes,  dromedarios, monos, etc.


    Estos gustos orientalizantes se muestran en la magnífica cabalgata turca, en los fastuosos cortejos de los Reyes Magos y en múltiples detalles.

   
   En  2007 gran parte del belén  del Palau March  viajó a Madrid y fue exhibido en el Palacio real (lugar donde suele exhibirse en Navidades el llamado Belén del Príncipe, encargado por el rey Carlos III).

  
   CARACTERíSTICAS DE LOS BELENES NAPOLITANOS

   Cada una de las figuritas este tipo de belén es una verdadera obra de arte en la que intervienen diversos artesanos para crear el aspecto final con el que son mostradas en el belén.
   La figurita (o maniquí) en sí misma es articulada y se puede vestir. El cuerpo está formado por  un armazón de alambre recubierto de tiras de estopa o lienzo.

   Tradicionalmente las figuraseran rígidas de madera, en ellas  se cuidaba el aspecto de la cabeza y el de las extremidades. En el belén napolitano las figuras son articuladas, esta característica  les otorga  una extraordinaria movilidad y permite colocarlas en cualquier postura.

   
    Los brazos y pies son están moldeados en porcelana; la cabeza,  hecha de porcelna y pintada con óleo según la encarnadura que  requiere la figura (hombre, mujer, niño; joven, viejo, etc.). Los ojos  están realizados en vidrio de diferentes colores. Los más reputados escultores napolitanos modelaron en sus talleres  estas cabezas. 

    
  El articulado maniquí así construido se viste después con ricos trajes, confeccionados a medida en seda, terciopelo,  raso, algodón u otros tejidos. Se adorna con joyas auténticas en miniatura, se calza y peina a la manera del siglo XVIII.  Quien desee más  información sobre la estructura de estas figuras y los detalles que conforman su vestimenta –adecuada siempre al status social que representan- puede consultar:

 

   En resumen su vestimenta es exactamente calcada de la moda del siglo XVIII y reproduce las que llevaban los distintos estamentos sociales, pues todos ellos  -de los más altos a lo más bajos- están representados en el belén napolitano que, en realidad, pretender ser una recreación en miniatura de los habitantes de Nápoles  y del reino de las dos Sicilias, así como de sus diversos estilos de vida.


   Los paisajes palestinos se transforman en paisajes italianos del siglo XVIII con calles y edificios -panadería, taberna, herrería, mercados, etc- que imitan los del Nápoles de esa época. Naturalmente la gente de Judea se convierte en personajes napolitanos.

    
 Hay que resaltar que la perspectiva del conjunto de consigue utilizando figuras de diferentes tamaños

    
    En el Belén del Palau March abundan   representaciones de cacharros y utensilios de la vida diaria, sin olvidar hermosas vajillas en miniatura que adornan las bien servidas mesas, ni  las frutas, verduras, pescados, embutidos o perniles realizadas en arcilla o en cera. O preciosísimas miniaturas de utensilios (bandejas, jarros, copas, etc) hechos en plata o joyas en miniatura. Aparecen también en estos belenes numerosos animales, muchos de ellos exóticos en esos momentos. 

  Por todo ello los belenes napolitanos alcanzaron altísimas cotas de refinamiento y belleza. El belén del Palau March  es un magnífico exponente de lo que decimos.


     CARLOS VII DE NÁPOLES (CARLOS III DE ESPAÑA)


     Entre los siglos  XVII Y XVIII se produjo un fuerte desarrollo del belenismo;  las imágenes,  antes  rígidas, se hacen flexibles. Con el barroco se impulsó de forma definitiva la creación de belenes. 

     En el siglo XVIII la ciudad de Nápoles se puso en cabeza del arte del belén: allí se creó una escuela incomparable en cuanto a belleza, detalle y meticulosidad en  las figuras.  Mucho tuvo que ver en ello   Carlos VII, rey de Nápoles y de las  dos Sicilias.  

     
    Este ilustrado rey se interesó mucho por el  arte del belenismo y lo impulsó decididamente. La aristocracia secundó la idea. Como consecuencia en Nápoles proliferaron extraordinariamente los belenes  y surgieron importantes imagineros belenistas.

   
 Allí se comenzaron  a construir las figuras articuladas, que más arriba hemos comentado.  Incluso la real fábrica de porcelana de  Capodimonte se puso al servicio de los encargos que el arte  belenístico requería.

  
   Lo mismo ocurrió con escultores, los más reputados -como  Jusseppe Sanmartino (1720-1814)- se dedicaron a modelar en sus talleres cabezas para los  protagonistas del Misterio así como las de los Reyes Magos, ángeles,  pastores, odaliscas, turcos, etc.

   
  Los grandes orfebres de la corte  hicieron miniaturas de joyas auténticas para adornar las figuras  que representan  personajes de la clase alta.

  
 Los artesanos que  se dedicaban a la confección de trajes, hicieron réplicas en miniatura  de las vestimentas habituales de las diversas clases sociales. Esos trajes a veces, para dar más verosimilitud a la escena, llevan un  finísimo alambre en los dobladillos y los pliegues que realza la caída natural de la tela y aporta volumen a la vestimenta y por ende a la figura.  

Ningún artista ni artesano de la ciudad quedó al margen de la actividad belenística.    

  
  La vida social de Nápoles desde el día de la Inmaculada -8 de diciembre- hasta el día de la Candelaria -2 de febrero- giraba en torno a los belenes pues constituían un exponente de la riqueza y el buen gusto de las grandes familias.  Hasta tal punto constituyó una afición local que cuando en 1787 Goethe visitó la ciudad se sorprend de la gran afición que tenían los napolitanos a los belenes y la enorme cantidad de dinero que gastaban en ellos.


   Hay que  recordar que el rey Carlos VII de Nápoles (desde 1731 a 1759) y Sicilia (1734-1759), gran impulsor de las  artes belenísti cas, era un príncipe español: fue  tercer hijo del rey de España Felipe V de Borbón y el primero que tuvo su segunda esposa, la culta princesa italiana Isabel Farnesio, duquesa de Parma, Piacenza y Toscana.


   Isabel Farnesio, consciente de que sus hijos no heredarían el trono de España (el rey tenía dos hijos de su primer matrimonio), hizo todo lo posible por recuperar la perdida influencia española en Italia para  colocar allí a su descendencia.


  El mayor de sus hijos, Carlos, heredó inicialmente de su madre los ducados de Parma, Piacenza y Toscana. Más tarde, al conquistar Felipe V el Reino de Nápoles y despues Sicilia,  su hijo Carlos pasó a ser  nombrado rey de aquellos territorios con el nombre de Carlos VII de Nápoles y V de Sicilia.   

  
    El rey Carlos cuando contaba 22 años de edad, contrajo matrimonio con María Amalia de Sajonia -14 años- hija de Federico Augusto II, duque de Sajonia y Lituania y después rey de Polonia. Hasta la muerte de la reina, un año escaso después de su llegada a Madrid como nuevos reyes de España, formaron un bien avenido y prolífico matrimonio.  La  leyenda cuenta que la propia M. Amalia y las damas de su corte cosían y bordaban las ropitas que adornaban después las figuritas del Belén del palacio.

  
    Cuando  en España murió  el rey Fernando VI (segundo hijo del primer matrimonio de Felipe V; el mayor, Luis, murió muy pronto, en vida del rey Felipe) Carlos  -hijo mayor de Felipe V e Isabel de Farnesio, su segunda esposa- fue nombrado rey de España. Era el año 1759. Abandonó Nápoles y se convirtió en nuestro  rey Carlos III, al cual Madrid debe tanto que los madrileños lo consideran el mejor alcalde que ha tenido la ciudad.

   
   Meses después de llegar los nuevos reyes, murió la reina en septiembre de 1760. El rey Carlos nunca volvió a casarse.


    Este rey introdujo el belén napolitano en España. Ya en Madrid encargó el llamado Belen del Príncipe para el Palacio de Oriente.

 Sin embargo el costoso belén de  tipo napolitano de figuras vestideras no tuvo demasiada aceptación en España y se continuó con las tradicionales figuras esculpidas o modeladasLos más  importantes belenes españoles de tipo napolitano (es decir de figuritas vestideras con armazón de alambre) han sido adquiridos después y comprados directamente en Italia.
 

Puesto de frutas

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