viernes, 16 de diciembre de 2016

“Blasco Ibáñez mediterraneista”, una aproximación, por el profesor Francisco Pastor en Tertumed








L.M.A.

            El profesor valenciano Francisco Pastor ha aportado su comunicación a la Tertulia del Mediterráneo, TERTUMED, en Madrid, el siguiente texto sobre el escritor Vicente Blanco Ibáñez mediterraneista, como tema de conocimiento y debate:

            “Las aportaciones que Blasco Ibáñez realiza en sus obras, susceptibles de ser utilizadas en una tertulia en torno a la historia del Mediterráneo, se pueden articular en las siguientes referencias: la novela Flor de Mayo, el libro de viajes Oriente,  que recoge el periplo que con su compañera sentimental (posteriormente, su segunda mujer tras enviudar de María Blasco), la chilena Elena Ortúzar (Chita), lleva a cabo por  el Mediterráneo Oriental, la escala en Egipto en su recorrido a través del mundo en La vuelta al mundo de un novelista, la novela de las islas Baleares, Los muertos mandan, y la más conocida –por su adaptación cinematográfica por parte de Rex Ingram, con hallazgos visuales que llegan a influir en la filmografía del genial Orson Welles- Mare Nostrum, la segunda de las novelas de la trilogía dedicada por el autor valenciano a la I Guerra Mundial.

          Vayamos por partes. A través de un análisis minucioso de la  primera de las obras citadas, Flor de Mayo, podemos reconstruir el espacio vivido de los habitantes de los poblados marítimos de Valencia, el Cabanyal, de principios del siglo XX. La acción de la novela, que fue escrita en 1895, recoge las formas de vida de los marineros y pescadores valencianos, en sus diferentes espacios operativos: el espacio de la pesca., el espacio del contrabando, el propio pueblo del Cabanyal, la ciudad de Valencia, Argel, África, el Mediterráneo. Blasco Ibáñez recogió con veracidad los espacios de acción de sus personajes y, gracias a su popularidad,  contribuyó a crear y recrear entre sus lectores, las “imágenes de marca” de lugares próximos y lejanos que, de otra manera, jamás hubieran podido éstos conocer. Con un argumento sencillo, costumbrista sobre la vida marineras de los pescadores valencianos, los celos entre los hombres, la envidia, la ruindad…estos vectores sirven a Blasco Ibáñez para construir un vivido retrato no sólo de la sociedad (valenciana) de su época, sino del espacio real donde esa sociedad vive. Geografía urbana de la ciudad de Valencia, pero además geografía social: el argumento de la novela se desarrolla en diferentes espacios que Blasco se encarga de diferenciar clara y nítidamente. El Cabanyal de la época, poblacho de gente del mar, clase baja y pendenciera, siempre al borde de la muerte; la ciudad de Valencia, muy lejos del mar, física y socialmente. Una Valencia  “moderna” citada en la obra por sus fábricas, tranvías, mercados y tiendas, sede del poder civil, distante y distinta. Argel, ciudad de promisión, peligrosa pero excitante, rica, táctil, olorosa, africana, bien conocida por ciertos marineros valencianos. El mar, las islas Columbretes, el viento de Levante, la Albufera, el cabo de San Antonio, el terrible muelle de Levante y el arenal de Nazaret donde tantos barcos acabaron. Son todos estos, al igual que los hombres y mujeres que los habitan, protagonistas de esta inmensa obra pictórica, que es Flor de Mayo.
“En el mar estaba el pan para todos; sólo que algunos lo cogen negro y a costa de muchos sudores, mientras otros lo pillan del más sabroso si tienen pecho para exponerse”. Esta frase del libro nos evidencia con claridad que un viaje de contrabando exitoso desde Valencia a Gibraltar o Marsella o, sobre todo a Argel, podía reportar a sus protagonistas unos beneficios que no se conseguirían en años de pacífica y honrada actividad pesquera. El tabaco era, sin duda, la más codiciada mercancía de los contrabandistas valencianos. Tabaco que procedía de Argelia o de Gibraltar y era introducido en Valencia por estas barcas de pesca en viajes de poco más de tres días. En la novela de Blasco se describe minuciosamente uno de estos viajes, con destino al entrepôt (=depósito o almacén de tabaco) de Argel.. La imagen que de Argel  a finales del siglo XIX (1895) nos es ofrecida en la  novela de Blasco, con todo, la podemos complementar con la Crónica de un viaje a la ciudad norteafricana, que fue publicada por primera vez por entregas en el diario republicano El Pueblo, fundado y dirigido en Valencia por el propio Blasco. Una Argel, ciudad de promisión que, describe el autor, es a esas alturas, para muchos españoles y sobre todo valencianos, que no la han elegido sólo como el lugar para contrabandear, sino para asentar su existencia vital y buscar allí un pan que les es negado en la España restauracionista  …una ciudad marcada por el lujo y la cultura francesa, para los españoles la ciudad de la alegría y de la libertad (que niega el entramado creado por Cánovas en España), del dinero y del comercio, destino favorito donde se puede trabajar y vivir tranquilamente, la ciudad moderna y alegre, para los pobres pescadores valencianos, la más bonita vista desde el mar, ciudad con un esplendor extraordinario que sólo es comparable a las ciudades modernas de Francia…la salida de quienes querían trabajar y mantener a sus familias., desplazándose a esa parte del Imperio  colonial francés, legal o ilegalmente. Otros valencianos iban ex profeso a este dominio de la Tercera República para enriquecerse, como es el caso de los contrabandistas de tabaco. En suma, el dinero y la fortuna era todo lo que buscaban los valencianos (motivos económicos), de manera legal (inmigrantes campesinos, trabajadores) o ilegalmente (los contrabandistas). Blasco, a propósito, nos legó unas inolvidables imágenes de esa espléndida ciudad de Argel, Argel la Blanca, ciudad cosmopolita, mediterránea, crisol de culturas donde, según el autor se hablaba “en el idioma híbrido de los puertos africanos, mezcla de italiano, francés, griego y catalán…”, una ciudad mítica, imagen de la riqueza (la que proporcionaba  el contrabando) y el lujo (“apretaba los labios con satisfacción cuando admiraban sus pendientes de perlas o los pañuelos de Argel…”, una gran urbe a los ojos de los pobres marineros del Cabanyal, acostumbrados a la pequeña y miserable aglomeración del Grao (=el segundo de los poblados marítimos de Valencia, junto con Nazaret, Cabanyal y Malvarrosa) y de su propio pueblo.. Ciudad africana, mediterránea, oriental y a la vez tierra muy cercana para los españoles y los contrabandistas valencianos, “como quien dice a la pared de enfrente de aquella casa azul y mudable que tantas  veces cruzaban como pescadores”, pero contrariamente, de cultura y de costumbres diferentes. Los contrabandistas de tabaco, pescadores en invierno, estaban muy  organizados y estructurados tanto en el lugar de origen de sus excursiones, Valencia, como en el depósito o entrepôt  de Argel. Era en verano cuando se  intensificaban sus viajes a la capital de la colonia francesa y, a veces, a Orán. Acordaban hasta los más mínimos detalles de la aventura, como la cantidad de tabaco a contrabandear, la forma de pago y cómo no, los cargadores, que hablaban casi todos los idiomas del Mediterráneo y, desde luego el valenciano, conocido también en Argel. Se hacía todo discretamente con rapidez y al máximo cuidado para que nadie se enterara de la carga, sobre todo los guardacostas  franceses,  y de hecho, desde el mar, la capital de la colonia era un lugar  (ya) tomado militarmente, donde los argelinos son constantemente vigilados. Viniendo desde Valencia, en las proximidades de Argel se ven “campanarios, con plataformas enormes; torres de fortaleza; castillos flotantes pintados de blanco, toda una ciudad cargada de hombres…era la escuadra francesa del Mediterráneo que navegaba haciendo evoluciones”.

Vicente Blasco Ibáñez

Ya en tierra firme, la Argel a la que Blasco hace referencia es una ciudad  dividida en dos partes bien diferenciadas y a la vez opuestas: por un lado, la francesa, europea, moderna y alegre; por otro, la árabe, africana y oriental, con aspectos de pobreza. Una segregación social y humana en espacios geográficos diferenciados, con dos grupos humanos, resultantes del propio hecho colonial, colonizadores y asimilados (franceses e inmigrantes europeos instalados en esa colonia de la Tercera República) y colonizados, dominados. Una parte europea con grandes bulevares, jardines modernos, a la francesa  y vida tranquila, y otra parte, de plano urbano irregular, desordenado, sin planificación, con calles sinuosas, plazas sin forma geométrica definida,  con callejones sin salida, calles estrechas y sin ornatos. Cabe afirmar que Argel reproducía la diferenciación geográfica y social, de clases sociales diferentes de Valencia: el barrio del Cabanyal (proletario, miserable, pobre) respecto a la Valencia-ciudad burguesa, rica, urbana y floreciente: Argel se divide, social pero también geográficamente hablando en los dos grupos humanos señalados, bien distintos, a)franceses y europeos y b) árabes (argelinos). Esta separación está bien reflejada en la manera de vivir y hasta en los aspectos urbanísticos. De modo general,  Argel aparece, pues, como ciudad bipolar, con un cuadro mezclado de alegría, modernidad y esplendor pero también de miseria y pobreza. Se puede afirmar, por tanto que tal como había dos Valencias, la interior y la marítima, había dos Argeles  en el mismo espacio temporal y geográfico  que, a su vez reflejaría dos clases sociales enfrentadas, diferentes y diferenciadas. Marx no andaba lejos, a pesar de la clara adscripción no marxista del novelista nacido en el Mercado central de Valencia.
En la percepción de Blasco, Argelia, para la mayoría de los españoles y valencianos, significa el país del tabaco barato que genera fortuna y la zona de donde procede la seda de alta calidad (para las mujeres, significa ello el lujo); un país vecino, cercano geográficamente pero lejano socioculturalmente, cuyo lazo entre ambas orillas es el Mediterráneo, mar que, desde el punto de vista económico, une más que separa. El mar es, por tanto, fuente de riqueza y signo de bienestar, atravesarlo es para el español el sinónimo de alejarse de la pobreza del Cabanyal natal y asegurarse un futuro  mejor. El Mediterráneo es el espacio generador de riqueza y dinero para los pobres y de fortuna para los ricos. Es igualmente, la dimensión espacial que separa las dos culturas, las dos sociedades y los dos pueblos que, desde una perspectiva social, son divergentes.  Argelia y España, separadas por el Mediterráneo –geográfica pero también políticamente hablando- se presentan como dos tierras contrapuestas: Argelia, africana, árabe, oriental –aunque lo oriental en Blasco equivale a lo musulmán-; y España, europea, cristiana con pasado árabe-musulmán. Con todo, la comunidad valenciana migrante en Argel predominaba en la escena social; es decir, los valencianos se intercomunicaban con los argelinos, se entendían bien y sin recelos. Esta cercanía –de tipo social- había contribuido de manera  notable a la instalación de inmigrantes valencianos en la región de Argel, que se comunicaban en el patois, compuesto de las diversas lenguas habladas en Argel, donde no suenan dos palabras seguidas del mismo idioma. El valenciano también predominaba en las calles, hablado mayoritariamente por los migrantes del País Valenciano, agricultores, pescadores y labriegos, hasta el extremo de que para los argelinos, el valenciano era la lengua oficial –única- de España, “y cuando oyen alguna palabra se castellano, se quedan en suspenso, pensando si será ruso o japonés”. Efectivamente, la facilidad de entablar conversaciones y aceptar al  otro con su lengua y su cultura facilita la convivencia entre argelinos y valencianos, con trato amistoso y  respeto mutuo. Por otro lado, la vida cotidiana de los argelinos se asemejaba mucho a la de Valencia: en el mercado árabe –por ejemplo- había la misma actividad comercial que en cualquier mercado valenciano. De hecho, los valencianos conservaban su manera de vestirse y su lengua, que hablaban  en las calles y en sus casas. Unos, sin regresar a su patria desde su llegada, otros nacidos y crecidos en Argel, muchos asimilaban la cultura y la lengua francesa, por  necesidades del momento: “bien se adivina aquí la mano del labriego valenciano, a quien la miseria hace emigrar”. No obstante, la comunidad inmigrante valenciana estaba en el imperio colonial de la Tercera República, en suelo argelino para conseguir dinero y vivir en la estabilidad económica, la historia, la literatura les interesaban bien poco.

Con todo, el hecho colonial aparece –descarnado, crudo- saltando a los ojos del lector a poco que fijemos la atención en el texto. Se subraya a las claras la diferenciación desde una perspectiva social, la división de Argel en dos partes y en dos categorías sociales bien diferenciadas. Estas clases sociales también reflejan geográficamente las dos áreas urbanas distintas. Existe una Argel rica, con un estilo de vida moderno, una ciudad alegre, pacífica, tranquila, europea y francesa, en donde la vida bulle: en los contactos personales en los cafés, en las fiestas populares, los encuentros, los mercados o las fiestas privadas. Pero por otro lado, para aquellos dotados de memoria fílmica, el otro Argel nos revela, nos avanza …el de la guerra de independencia, el de 1960, el de la guerra en la casbah retratada por Gillo Pontecorvo en La batalla de Argel, o el recreado magistralmente por la dirección de Mark Robson en Mando Perdido, y donde casi uno puede ver a (y escuchar el sonido de las botas de) los paracaidistas de Anthony Quinn y de Alain Delon o Maurice Ronet patrullando en las calles descritas por Blasco ...es el ambiente social de Argel y de los argelinos, una sociedad aparte que no forma parte de la “otra” sociedad de tipo europeo y de cultura francesa. Los argelinos, inmersos en su mísera  vida, sus costumbres , en sus barrios, pobres, de cultura trabajadora (son pescadores y labradores), y no vivían la vida moderna como los franceses, tampoco eran partícipes de la vida política; estaban, por el contrario, excluida de la misma. Y Argel era para ellos algo así como un inmenso cuartel, o como una inmensa prisión, donde se les vigilaba para que no protagonizasen otra nueva revuelta anti-imperialista. Argel era una ciudad tomada militarmente por tierra y por mar, y los argelinos, controlados mediante diferentes cuerpos militares, guardias, policías, spahis, zuavos, artilleros  patrullando constantemente por las calles. Por otra parte, Blasco no ataca el hecho imperial. En definitiva, Blasco Ibáñez estaba a favor de la bandera tricolor francesa (símbolo de la redención que despertó a todos los pueblos de Europa, afirma) en suelo argelino, considerando su colonización un  deber para la modernidad y la prosperidad del país, y que la III República está para realizar los ideales en materia de derechos y libertades de la humanidad.. Blasco, un buen observador y político,  dio más detalles sobre cómo Francia consiguió dominar a los argelinos, a los que reconoce su “espíritu guerrero” y su fuerza, en tiempos pasados (el tema de la piratería berberisca) y en el tiempo presente (los levantamientos en el interior), llegando a dominar el Mediterráneo, que fue el “padre del mundo que surcó la barca de Homero y vio retratarse en sus tranquilas aguas las obras de las primeras civilizaciones”. Uno de los progresos que la “civilizada” Francia desde los tiempos de Luis Felipe de Orleáns había conseguido, de hecho,  a cañonazos era el exterminio del poderío musulmán en Argel, la piratería, cosa que merece un fuerte aplauso por parte de Blasco, y un cuestionamiento (lógico) por parte de nosotros, los lectores anti-imperialistas.

BIBLIOGRAFÍA:

Se aconseja la profundización del estudio en los artículos de Boira Maiques, José Vicente y La Llave Cuevas, Julio de, “Geografía, espacio social e imágenes de marca. El análisis de “Flor de Mayo”, de Vicente Blasco Ibáñez, en Cuadernos de Geografía, no. 43, Valencia, 1988, pp. 83-105. De referencia inexcusable, el artículo de Latroch, Djamel, “Argel en 1896, visto por el novelista Vicente Blasco Ibáñez”, en Hesperia, culturas del Mediterráneo, no. 19 (2015), pp. 85-99. En el número tercero de la Revista de Estudios sobre Blasco Ibáñez (Valencia, 2015), editada por la Casa-Museo-Centro de Estudios Blasco Ibáñez, sito en la playa de la Malvarrosa (Valencia), hay acertadas reflexiones sobre la más esencial de las obras de Blasco Ibáñez acerca del Mediterráneo, Mare Nostrum,  y su conversión al lenguaje fílmico. Véanse los artículos, al respecto de Román Gubern y Paul Smith. En el libro colectivo, En el país del Arte. Primer Encuentro internacional Vicente Blasco Ibáñez. Literatura y arte en el entresiglos hispoánico, Valencia, Generalitat Valenciana, 2000,  se leerá con provecho el excelente capítulo de Joan Oleza, “Fronteras interiores. Los muertos mandan y los límites del naturalismo en la obra de Blasco Ibáñez”, sobre otra de las novelas mediterráneas blasquistas .

Siempre resulta oportuno recordar al Jorge Luis Borges que se autobiografía y se remonta a los tiempos en que dio clases en las universidades de Texas y Harvard (Cambridge, Massachussets) y habla de su costumbre de no dar a los universitarios estadounidenses bibliografía cuando explicaba Literatura, sino remitir más bien a la lectura de los textos originales. Permitásenos encomendarnos al extraordinario escritor argentino cuando recomendamos esto mismo:

****Flor de Mayo, Plaza y Janés, Barcelona, 1978.
****Los muertos mandan, Plaza y Janés, Barcelona, 1979.
****Oriente, Plaza y Janés, Barcelona, 1980.
****Mare Nostrum, Plaza y Janés, Barcelona, 1977.

Por último, una incursión al Séptimo Arte de la mano del polifacético Rex Ingram, Our Sea (Mare Nostrum, Metro Goldwyn Mayer, 1926). El espectador participará de una de las más bellas adaptaciones de la obra de Blasco Ibáñez al lenguaje fílmico, y observará como la escena del acuario de Nápoles, tan bien descrita por el autor en su novela, cuando el capitán de un buque mercante, Ulises Ferragut vive su tórrido romance con la espía de los Imperios Centrales Freya (trasunto de Mata-Hari) es luego reproducida por el gran Orson Welles en la que es con mucho, la mejor película dirigida por el de Kenosha (Wisconsin), La dama de Shanghai”.

 A  Andrea  y Jesús)



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