jueves, 2 de febrero de 2017

“Tristana”, la gran novela de Pérez Galdós, sobre la emancipación de la mujer, una reflexión en el Teatro Fernán Gómez





L.M.A.


            El tema de la emancipación de la mujer en el siglo XIX fue cierta constante en la literatura, cuando los escritores veían a mujeres enclaustradas en el hogar, bajo la tutela de padres, madres, abuelas, tíos o tutores. Solo la liberación por un oficio, un empleo o un trabajo era la salida y no era fácil que la obuvieran porque necesitaban permiso y para muchos varones era una deshonra que "sus hembras" trabajaran, aunque en casa hubiera necesidades. La libertad económica es la que lleva de manera directa a una mujer a ser libre sin sujeción bajo la férula, o lo que es peor, a la “protección” masculina.

            El Teatro Fernán Gómez de Madrid presenta una versión dramática de la obra Tristana ´por Eduardo Galán y Alberto Castrillo-Ferrere interpretada por Olivia Molina-, que junto con Fortunata y Jacinta constituyen lo mejor de la literatura galdosiana.

            Cuando se dice que el hombre piensa de cintura para abajo, las más de las veces,  se refieren las mujeres a que piensan con el bolsillo y la cartera, más que con el sexo, como a bote pronto pudiera pensarse. La mujer, de acuerdo con una supuesta “legislación proteccionista” ha estado bajo la administración económica del hombre durante siglos, porque el Derecho la consideraba una menor.

            Se legislaba en definitiva para la economía del hombre y no de la mujer, que necesitaba permiso paterno o marital para administrar sus propios bienes o enajenarlos, amén del mismo para poder trabajar fuera de casa con sueldo remunerado. Con estas leyes, el hombre controlaba la espita de liberación de la mujer, de emancipación posible y de ello ha dado cuenta la literatura con casos dramáticos y terribles.

            Tristana es una mujer inteligente y dispuesta, tiene facilidades para los idiomas, se le da bien el coser bien, el pintar y la repostería –según el libro de Galdós-, podría muy bien ganarse la vida como ella quería, pero no se le facilitaban las cosas, en la novela, porque el tutor deviene seductor y se la beneficia sexualmente, en otros casos, porque se aplica sin más el dicho de "a la mujer, la pata quebrada y en casa”, nunca mejor dicho en el caso de Tristana, que acaba coja de una pierna.

            Los Parlamentos, que han pedido perdón a ciertos pueblos o colectivos como los judíos o los armenios, han de hacerlo a las mujeres, la mitad de la humanidad, porque desde el Código napoleónico se ha legislado contra ellas, como seres humanos de orden inferior, o segundo sexo como diría Simonne de Beauvoir. Esa situación llevó a muchas mujeres a verdaderos casos  de sometimiento y esclavitud, de situación bloqueada en su liberación junto a un p adre posesivo o a un marido, celoso, cruel o violento.



            La novela y, por ende, la obra de teatro representada en el Fernán Gómez, acaba con la transacción del matrimonio, algo que Tristana no quiere, no desea, pero es lo “conveniente” para ambos, ante la dependencia económica de ambos ante los otros, ajenos incluso a la pareja.

            El hombre y la mujer son seres “oeconomicus” y necesitan ingresos para subsistir. Ahí, y no en otra razón, radica la verdadera independencia y liberación de la mujer, lo demás es casi una “trata de personas” o romanticismos contrarios a la realidad.


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