jueves, 23 de agosto de 2018

RETRATOS: Inga Ivanova, la escultora que vino de la gran San Petersburgo y del Museo del Hermitage


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 Inga Ivanova


Julia Sáez-Angulo


            26/08/18 .- MADRID .-  Fina y delicada, como una princesa que vino de las latitud norte del frio ruso, encontró en el Museo del Prado – un buen sitio para conocerse- a un buen escultor español algo desastrado, pero afable y humano, y ambos concibieron a la princesa Anastasia, una niña bilingüe, que adora a su padre consentidor y a su madre, que la disciplina hasta donde puede.

            Inga Ivanova (San Petersburgo, Rusia, 1978) acaba de terminar un largo curso, agotador, en un campamento de verano en la sierra madrileña, donde ella se entrega  en cuerpo y alma a los alumnos de tres a catorce años, por grupos, para enseñarles, no solo creatividad plástica, sino a entender que el arte lleva concepto y pensamiento además de habilidad, destreza manual y estética.

            Licenciada en Bellas Artes, con la especialidad de docencia artística infantil y juvenil, ha ejercido su trabajo en institutos de San Petersburgo, donde se lleva a los niños a visitar el Museo del Hermitage, al menos dos veces al mes. Ha publicado en su país de origen el libro 100 ideas sencillas para el arte”. “Me sorprenden los niños españoles que llegan a mis clases sin conocer el cercano Museo del Prado o habiéndolo visitado solo una vez”, me comenta.

            Habla el castellano con soltura, pero con ciertas estructuras o fonética rusa, lo que en principio puede chocar, pero enseguida uno se adapta a su lenguaje. “Los primeros días en clase, los niños me miran como a una extraterrestre, pero muy pronto me siguen sin dificultad. El recién llegado, con mirada asombrada, pregunta al de al lado: ¿qué dice?, y el de al lado, muy ufano, le traduce inmediatamente, porque me entiende a la perfección. Lo que de veras les gusta a los alumnos es corregirme o enseñarme una palabra o la ortografía y siempre les doy las gracias por ello. Otras soy yo la que les consulto y se sienten, orgullosos, mis maestros”.

            El éxito de los cursos de arte y escultura impartidos por Inga Ivanova en papel, cartón, textiles o sombras chinas con actuaciones dramáticas en el escenario, son un éxito comentado por todos los padres que dejan o aparcan a sus hijos durante el verano en campamentos. Inga hace pensar y reflexionar a los chicos sobre lo que hacen. La primera clase es lo que llama “lluvia de ideas” –más delicado que lo de “tormenta”- y eligen un tema. Este año tomaron a Anubis y la cultura egipcia como trasunto plástico; todos estudian y comentan la historia para ponerla en dibujos y esculturas que habrán de explicar a su padres al final de cada semana. Otros temas han sido: Archimboldo y su figuras de frutas, verduras y libros; otras, la cultura étnica mexicana; otras, las experiencias familiares…

            Curiosamente Inga requiere también a sus alumnos discurso verbal, porque ya les explicó que el arte se mueve con el pensamiento, además de la intuición. El trabajo en equipo y el respeto es fundamental. Han construido una jirafa y figuras gigantes para actuar en el escenario.

            Además los fines de semana imparte clases de arte, a hijos de rusos en Madrid, a los que acude con Anastasia que participa también en esta docencia.  “Para los que vivimos en San Petersburgo, la cultura egipcia o la  griega son familiares porque el Museo del Hermitage tiene preciadas colecciones de ambas culturas. España resulta más exótica para nosotros que Grecia o el antiguo Egipto”, dice la escultora.

            Inga Ivanova tiene en su mirada la tristeza del alma rusa, le gusta España porque aquí hace y tiene buenos amigos españoles, pero echa de menos a sus padres y al Hermitage. Su madre, una rusa atenta, como una matriosca, que me regaló un samovar ruso,  porque le comenté que ese objeto me evocaba siempre las novelas de Dostoyevski. Inga tiene nacionalidad española como consorte. Ahora trabaja con ahínco en el jardín de su casa, al borde del embalse escurialense de Valmayor, “pero en invierno he pasado aquí más frío que en San Petersburgo, donde estamos mejor preparados para combatirlo”. Ella come como un pajarito, que es la única dieta que no falla para estar delgada.

            Sus esculturas personales –aparte de las que hace y expone de sus alumnos- las hemos visto con admiración en la Fundación Pons, el espacio del Colegio de Arquitectos de Madrid, COAM, y en la cita anual de escultura “Mínimo Tamaño Grande” en San Lorenzo de El Escorial. Los chinos, grandes expertos con el papel y el cartón, se quedan asombrados ante la tercera dimensión artística lograda por Inga Ivanova

Más información

https://lamiradaactual.blogspot.com/search?q=Inga+Ivanova


 Escultura de gallina (Inga Ivanova)
 Inga, su esposo el escultor Héctor Delgado y Emma, directora del curso del campamento  ante Teatro de sombras (Inga Ivanova)
 Inga y su hija Anastasia
 Inga y Carmen Valero
Dibujos infantiles, ilustración

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