martes, 25 de septiembre de 2018

Dolores Delgado, ministra de Justicia, inquieta y acosada por los periodistas


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Julia Sáez-Angulo
Fotos Peter Wall

            25/09/18 .- MADRID .- Habló casi tres cuartos de hora sobre todo lo que había hecho su Departamento de Justicia en los primeros cien días del Gobierno; alguna cosa más sobre sus comienzos, deseo e intenciones más que realidades cuajadas, pero ponía ardor guerrero en ello: ideología de género a troche y moche, intenciones de querer cambiar la semántica para cambiar también el pensamiento y las conductas; violencia machista; mucha cita de derechos humanos y jurisdicción universal como aspiración suprema… pero lo que más insistió y repitió, casi como un mantra, es que se había propuesto cambiar el mundo desde su puesto de trabajo, algo que me sorprendió y alarmó, porque casi hablaba como una profeta de futuro.

            En su carrera jurídica como juez y fiscal había tenido en sus manos casos de drogas, terrorismo, yihadismo… no sé si esto explicaba lo protegida que estaba por  policías y candados en el Hotel Eurobuilding de Madrid, con una sola puerta de entrada, porque ya se sabe que con dos o más –como es habitual- sería malo de guardar. La ministra Dolores Delgado habló en el Club Siglo XXI, dentro de la Comisión de Debates el título “El cabio a los 100 días”, después de ser presentada por Paloma Segrelles, hija ,y con la ayuda para coordinar preguntas del periodista Fernando Orbaneja.

            Pero los periodistas, ¡como son!, ¡como somos!, después de habernos vendido con todo detalle su trabajo en el ministerio con todos sus mensaje salvadores –se toman la política como una religión de conversión de los ciudadanos, más que como gestión de sus asuntos públicos-, la ministra fue acosada, asaeteada por la “canallesca” por los casos del comisario Villarejo; el insulto de “maricón” a Marlasca o la persistencia de la gota malaya de sus colegas en el gobierno sobre la mejora deseable de libertad provisional preventiva para los presos catalanes por delitos de sedición o rebelión, con la promesa implícita – no somos tontos- de indulto, como si aquí nada hubiera pasado, como si la clemencia se anunciara de antemano a la sentencia por emitir –casi anuncia la culpabilidad de cosa juzgada para ello-, porque, para eso, los separatistas son socios necesarios a la hora de votar en el parlamento frágil con sus ralos 84 diputados. Pero vaya yo caliente y ríase la gente.

            La ministra de Justicia, que ya casi parece provisional, adoptó de pronto una extraña muletilla de “eh…” como si quisiera ganar tiempo para explicar las cosas sin pillarse los dedos o cogiendo la pregunta con papel de fumar para no tener que matizar más adelante. Confesó que estaba enfadada con algunas posturas de periodistas que dedicaban más tiempo a estas cuestiones tangenciales o colaterales, mientras el Consejo de Ministros del pasado viernes sacó un proyecto  de ley importante sobre asistencia a la deficiencia y enfermedad mental y no se hablaba de ello… En fin que  preguntemos y escribamos sobre lo que ella quiere, más que de aquello que nos interesa.





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