jueves, 21 de febrero de 2019

EL ALMIREZ Balthus y las nínfulas abiertas de piernas







Julia Sáez-Angulo

            21/2/19.- MADRID .- Hoy comienza en el Vaticano la reunión para estudiar las situación y las posibles soluciones, ante la peste de la pederastia entre ciertos clérigos de la Iglesia. Mala la falta, condenable el pecado e imperdonable la ocultación. Con los niños no se juega.

            Hay mucha pornografía infantil –la policía da periódica cuenta de ella- que pasa subrepticiamente por las redes sociales con mil cautelas para que el Código Penal no caiga sobre los pederastas y su difusión carnicera. Los hechos y los datos demuestra que los hombres son los seres proclives a este delito, frente a las mujeres que no alimentan en su seno estas fantasías tórridas con menores y no entrar en la pornografía. Y aquí están políticos, abogados, empresarios, industriales y obreros de la construcción. Con los niños no se juega.

            Todavía recuerdo leer al escritor economista español desaparecido, José Luis Sanpedro, cuando elogiaba la belleza adolescente y su entrega, antes de que el tiempo  esculpiera su propio deterioro. Con los niños no se juega.

            ¡Con el arte hemos topado! Los artistas de las siete ramas, enseguida se refugian en la libertad de expresión y las licencias del arte para romper esquemas  de lo “repugnante establecido”.  No otra cosa hizo la japonesa viuda de Balthus –ella también fue nínfula- en la rueda de prensa de la exposición del pintor en el Museo Thyssen-Bornemisza, cuando le preguntaron por la obsesión de su esposo por las lolitas desnudas. Ella dijo, que quería hablar de arte y no de otras cosas. No cabía otra salida. Con los niños no se juega.

            Al pintor, aristócrata de origen polaco pasado por París, le encantaba lo mórbido y el escándalo, pese a que André Breton, padre del surrealismo había dicho que el escándalo había muerto, pero él se dejó llevar por la “audacia de la carne” ante la capital del Francia, donde se podían frisar todos los límites. Su hermano, al igual que su hermano, el pintor Pierre Klossowsky, que iba por el mismo camino, tuvo la inteligencia y sabiduría de no entrar en el mundo de los y las menores, es decir de las adolescentes para mostrarlas en actitudes provocativas al estilo Lolita de Nabokov. Con los niños no se juega.

            Los museos juegan con el atractivo de ese Balthus para atraer más público con el morbo de la desnudez no precisamente clásica y serena. A pocos conservadores de museos imagino la decencia de prescindir de los cuadros del pintor con las adolescentes morbosas, turgentes, desnudas, abiertas de piernas y provocadoras para los sentidos. Sería un respeto a las menores, más que a la moral, si es que esta segunda palabra les parece deleznable en su mundo exquisito. Ronda y planea cierto espíritu sátiro por algunas programaciones, pero los sátiros debieran de tener más cuidado con los menores, ya que nos encontramos ante un mal social que parece extenderse, según estadísticas policiales: la pederastia. Con los niños no se juega.

            La carne es triste, decía Mallarmé. Para ciertos pintores como Balthus o Egom Schiele no lo parece en lo que a provocación explícita de menores se refiere. O es que ¿acaso pretenden mostrar que la verdadera provocadora del asunto es la propia nínfula? Los italianos tienen el dicho: juega con los soldaditos de plomo y no juegues con lo sagrado. Con los niños no se juega. Son sagrados. A ninguna madre nos gustaría ver a nuestra hija representada como en los cuadros de Balthus. Pero estas cosas, curiosamente, solo las pensamos, decimos y escribimos, las mujeres


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