sábado, 20 de junio de 2020

CONTRA LA MELANCOLÍA




por EDUARDO CALVO

          21.06.2020 .- Madrid .- El estudioso inglés Robert Burton escribió  Anatomía de la Melancolía  en el primer tercio del siglo XVII. Es libro extenso y erudito, voluntariosamente inspirado en el físico Demócrito, coetáneo de Platón, Aristóteles y Sócrates; vivió cerca de cien años y la locura visitó sus días finales. Presumiblemente más preocupado de su propio abatimiento que del de su maestro, Burton rastrea las guaridas de esa bilis negra que envenena a quienes tuercen el rumbo. No excluye ningún motivo. Los astros, los ángeles , las brujas, la dieta el placer, la soledad, el exceso de ejercicio, el temor, la envidia, la malicia. Establece un recorrido exhaustivo del que ni el mismo Dios se salva. Un dios pagano, Baco, robó la razón al tracio Licurgo por haber podado las viñas de un campo prohibido. Leemos en el Antiguo Testamento cómo “ un espíritu malo que venía de Yahve perturbaba a Saúl “ . Y también que el rey Nabucodonosor comía hierba como un buey, “ y su corazón se hizo semejante al de las  bestias “. Entre las causas y los efectos a menudo figuran lazos providenciales. Llegué a Robert Burton gracias al poeta argentino Jorge Luis Borges, cuya excelencia aparece interpolada en ocasiones por una mácula de romanticismo; no así sus lecturas proclamadas, que son irreprochables. Del peruano Mario Vargas Llosa recabo al menos dos novelas sobresalientes en una narrativa dilatada y próspera:  La ciudad y los perros y  La guerra del fin del mundo. De su obra más conocida,  Conversación en la catedral, guardo un recuerdo impreciso y el desagrado profundo de una frase que me solivianta. “ ¿En qué momento se jodiÓ el Peru, Zavalita ?” . Es obvio que Zavalita es un trasunto de Vargas Llosa. Era obvio que la pregunta traería cola. Cambien Perú por España y ya tienen el núcleo de la murga hipócrita y tristona. En qué momento se jodió este país; suelen sustituir España por “ este país”. Comunicadores, políticos , intelectuales. Abrumados por un pesar impostado. Lejos de los españoles de a pie, razonablemente abrumados por llegar a fin de mes, esos a quienes cualquier memo frondoso se permite llamar “ españolitos “. Tras un rato de congoja no encuentran respuesta, y como este país no tiene arreglo, pasan ellos a arreglar sus vidas, que ahí son unos maestros. Se libró España de la lacra del romanticismo. Salvo los ripios del Tenorio, “ La canción del pirata” de Espronceda o las pertinaces y oscuras golondrinas de Bécquer apenas  sufrimos daños que merezcan mención detallada.
Tardíamente, la quejumbrosa generación del 98 derramó extravagancia y mala leche con mano tonta, pródiga y bastante menos ingenua que la de los románticos. Si exceptuamos a Ortega, un conservador cabal con muy buena prosa, y una Sonata de Valle Inclán- la Sonata de invierno-, el resto componen una tropilla hosca y pintoresca. Azorín es irrelevante.  Baroja y Unamuno, engreídos y reaccionarios. Personajes disfrazados de ellos mismos. Nos paramos en sus anécdotas; leerlos no es tan fácil. Consignemos que vivieron como pensaron y escribieron; enojados y enojosos. Los cenizos de ahora son desfachatados y versátiles. Ceñudos y sesudos de puertas afuera; de puertas adentro vida muelle. El contraste se alivia cuando mandan; entonces lucen contentadizos. Hasta qué punto se ponen iracundos, si te atreves a discutir sus opiniones, es cosa digna de verse. No interesa cuándo se jodió España, no ha ocurrido. No hay que remontarse al apagamiento de Roma, a la expulsión de los judíos, a las algaradas carlistas, los tópicos al uso. Ni siquiera la guerra civil que hicieron mis padres y me contaron mis abuelos. Importan el aquí y el ahora. El aquí es eso que muchos preferimos llamar España. El ahora es la jornada irrepetible. La viviremos con los ancianos que tienen que estar en lo más alto. Con los muchachos, a quienes debemos la insignia futura de su ancianidad. Con cada mujer y cada hombre, tan bravos en la mitad del camino. Sepamos si somos capaces de salir adelante. No salimos más fuertes; es otro obsceno embuste.

Existen robustas excusas para la melancolía; hoy claro que sí. Permanecen los flecos ominosos de la enfermedad y asoman rasgos torvos de penuria al cabo del retroceso económico. Me viene a la cabeza una canción en las voces de Bing Crosby y Al Jolson. “ Brother can you separe a dime”. Aquí la tradujeron “ ¿Hermano me das diez centavos?”.Ilustraba la desalmada coyuntura en los Estados Unidos de los años treinta. “Medio millón de botas arrastrándose por el infierno y yo era el chico del tambor”. Es probable que pronto escuchemos la vergüenza de millones de zapatos de suelas incesantes midiendo los senderos de la humillación y la necesidad. Y nadie querrá ser el chico del tambor. A los pocos que no se les encoja el bolsillo se les encogerá también el corazón. No es sencillo ser feliz cuando alrededor crece la desdicha. El gobierno actual está formado por inútiles y por ambiciosos, bien atornillados al sillón y a su disfrute. No tienen ni el coraje de dar nombre a los muertos. Ignoran que a la política se viene a prestar servicio y ganar honra. Su propaganda sugiere que no hay otros políticos. Haberlos haylos. Cito dos ejemplos: Cayetana Álvarez de Toledo y Eduardo Madina. Tienen en común inteligencia y hombría de bien. Cayetana Álvarez de Toledo es la portavoz del partido popular en el Congreso. Aglutina la plataforma “ Libres e iguales”, encomiable aunque fuese solo por su definición. Con frecuencia me gusta lo que dice la señora Álvarez de Toledo; casi siempre me gusta cómo lo dice. Fomenta una dignidad adusta que personalmente agradezco. Eduardo Madina compitió con Pedro Sánchez en las primarias del PSOE. De haber sido afiliado le hubiese votado. No porque me estorbasen las ideas de su contrincante, el ahora presidente, que tampoco entonces tenía alguna.  Hubiese votado al señor Madina tanto por sus ideas como por su trayectoria. La socialdemocracia ha sido fundamental en Europa a la hora de construir el Estado de Bienestar. La reorientacion del ideario socialista cuadraba con el liderazgo de Eduardo Madina. Su derrota en primarias no pasa de ser un incidente. Cada día tiene su afán. La Segunda Guerra Mundial no empieza con el desembarco en Normandía. Los antiguos persas educaron a sus jóvenes en tres habilidades: el manejo del arco, montar a caballo y decir la verdad. Suficiente. No conozco a estos dos políticos; los reconozco. No tienen que renunciar ni a sus prejuicios ni a sus principios. Alguien sin prejuicios no es de fiar; sin principios es fuente de ignominia. Principios y prejuicios no están para traicionarlos; para trascenderlos, desde luego. La ideología no puede ser un pretexto para eludir el recto gobierno. La coincidencia entre políticos distintos y de buena índole va más allá de la mansedumbre de querer estar de acuerdo por estarlo, más allá de la comodidad de resignarse. Obedece a lo esencial: encarar estos tiempos de tribulación, tarea que Heidegger encomendaba equivocadamente a los poetas. “ A few good men”. Unos pocos hombres buenos. Así reza el lema oficioso de los marines americanos. Necesitamos unos pocos políticos buenos. Hasta hace breves meses habría añadido a Ines Arrimadas al listado de esperanzas. La señora Arrimadas enseñó un valor descomedido en Cataluña frente al independentismo. Se ha hecho cargo de un proyecto gravemente dañado tras los últimos comicios. La angustia por la supervivencia parece haber atropellado a la dirección de Ciudadanos. El pasado valeroso y claro tiende a desvirtuarse en un presente confuso y dócil. Puede que sean el salvavidas postrero del peor gobierno de nuestra democracia; de ser así no serán nada. Con los liberales moderadamente centrados en la inopia, sólo cabe una fusión fría entre conservadores y socialdemócratas capaz de armar una alternativa limpia, eficiente y purificadora. Una alternativa que borre incertidumbre y angustia. Convenientemente alejada de los viejos hábitos. Un impulso que nos haga levantar la mirada del suelo y fijarla en el horizonte. España no se detendrá. Acudo al final del Quijote. Alonso Quijano toca la muerte con dedos inmortales, destinado por fin a ser quien es. Razona Sancho Panza, que empezó avispado y se transformó gloriosamente. Sus palabras son para el amigo: “ La mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie te mate ni otras manos te acaben que las de la melancolía “. Así dijo Sancho y así sea.
Eduardo Calvo
Profesor en la Universidad Complutense, ex Diputado a Cortes por Ciudadanos. De la histórica familia de actores apellidados Calvo, Tiene importante trayectoria literaria.

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