domingo, 20 de marzo de 2022

Una vez más, surge el tema de la judeofobia al antisemitismo, sin olvidar el filosefardismo



Víctor Morales Lezcano

        20.03.2022.- Madrid.- Es reciente la difusión en librerías de un ensayo histórico titulado El Holocausto y la España de Franco (ed. Turner). La coautoría de esta novedad bibliográfica (a cargo de Enrique Moradiellos, Santiago López Rodríguez y César Rina Simón) no oculta la huella de Enrique Moradiellos, sin que ello vaya en detrimento de las plausibles colaboraciones de los otros coautores citados. 

Se trata del abordaje, una vez más, del proceso histórico que conduce desde la milenaria judeofobia hasta alcanzar el antisemitismo más contemporáneo que tanto floreció  en la Europa de la segunda mitad del siglo XIX; particularmente en el complejo Imperio austro-húngaro de entonces y en el seno del Segundo Imperio alemán (1871-1918). Imprescindible es culminar este panorama con el Holocausto que la Alemania del Tercer Reich llevó a cabo durante su breve, aunque estremecedora duración (1933-1945).

El Holocausto, extensivo a los campos de exterminio en Polonia, según los autores de esta sesuda aportación a un tema tan crucial, fue un programa de genocidio ideológicamente motivado por el racismo antisemita planificado por las autoridades nazis alemanas, y ejecutado con todos los recursos de un Estado moderno y de una sociedad industrial avanzada.

La conexión con el tema, ya bien estudiado,  de la judeofobia en la historia de la península ibérica no deja de ser un entramado complejo, que se aborda una vez más en las páginas de la obra que se recensiona escuetamente en estas líneas. Y, también, como se evidencia en las páginas del libro, la pervivencia antisemita en la España del siglo XIX; sin olvidar, empero, la tenue corriente de filosefardismo ibérico que se hizo bastante eco de los mensajes de la Alianza Israelita Universal (París).         Intelectuales como Pérez Galdós en un episodio nacional novelado, como fue Aita Tettauen (1905), el senador del Reino Ángel Pulido (1852-1934) y la escuela de estudios filológicos que fundó Ramón Menéndez Pidal (Flor nueva de romances viejos) colocaron alto el listón de la corriente filosefardita en España.  

El cultivo del filosefardismo, con algunos simpatizantes como Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), prosiguió también su trayectoria durante el franquismo, aunque un tanto encapsulado en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y en algunos cenáculos literarios, No habría que olvidar el factor catalizador que supuso para el filosefardismo la importante comunidad judía de ciudades marroquíes, como Tánger, Tetuán, Chauen y Larache, todas ellas situadas en la zona de Protectorado español en Marruecos que se implantó entre 1912-1956.


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