jueves, 3 de julio de 2025

RECUERDOS FAMILIARES V. La Madre Francisca Marijuán, una de las fundadoras del Colegio de la Compañía de María en Logroño. Incendio intencionado en la Guerra Civil.

Colegio de la Compañía de María. La Enseñanza. Logroño

Monumento al noveno centenario del Fuero de Logroño, escultura
del riojano Julian Gil

Julia Sáez-Angulo

1/7/25.- El Escorial .- Nuestra tía abuela Francisca Marijuán fue una de las trece religiosas que viajaron, desde el Colegio de Tudela, a fundar un nuevo Colegio de la Compañía de María, en Logroño. Se inauguró en 1889. Esto hizo que varias generaciones de la familia fuéramos a este internado a estudiar el bachillerato y el preuniversitario. Cuando las monjas se enteraban de que éramos sobrinas de la Madre Marijuán, nos recibían con alborozo, porque fue la última superviviente de aquellas 13 monjas pioneras.     Primero fue a estudiar la hermana de mamá, Francisca Angulo Marijuán, que sería farmacéutica en el futuro, después mis primas y yo que llevábamos el Marijuán en el octavo apellido. 

    La abuela Julia Marijuán llevó una vez una maleta llena de pasteles para la tía monja y las otras religiosas del colegio, con idea de que pudieran festejar todas el alto cumpleaños de nuestra tía. Nunca vi nada igual.

    Este Colegio de la Enseñanza llegó a ser el más importante femenino en la capital de la Rioja y yo me enorgullezco de él, porque allí estudié mi espléndido bachillerato en Letras, en el que traducíamos y estudiábamos con rigor la “Guerra de las Galias” de Julio Cesar, “La Eneida” de Ovidio, la Ilíada de Homero… y toda la preciosa mitología griega, que cristaliza las conductas humanas. En suma, el mundo clásico, que quiere decir eterno, permanente en sus enseñanzas de Occidente para el mundo, por haber llegado a una soberbia cumbre de la civilización. Madre Julia Ciordia era la gran doctora en Filología Clásica por la UCM, la que nos transmitió este conocimiento.

    Pese a mi amor y gusto por los clásicos, mis mejores calificaciones académicas fueron en Filosofía. En clase me llamaban "la filosofa", por esa razón. Yo era listilla y prometía, aunque me quedé en ciernes, de no sé muy bien de qué. Ya se sabe: el yo y las circunstancias del ratiovitalismo de Ortega y Gasset.

        Las niñas teníamos dos uniformes: el diario de falda escocesa de pliegues y el de gala, azul marino con cuello duro. Boina y capa.

    En este internado no solo se completaban los estudios de bachillerato, sino que nos educaban y corregían con normas de urbanidad. En el comedor se recordaban las buenas prácticas: los codos, fuera de la mesa; servir agua en los vasos de las demás ante de hacerlo en el propio; pasar las servilletas en los labios, antes de beber y después de hacerlo; a pelar la fruta con cuchillo y tenedor, con los distintos trucos para hacerlo según fuera naranja, manzana o plátano… Un arte que domino y practico ante el asombro de algunos. No me gusta mancharme las manos. Aunque muchas llevábamos las normas aprendidas de casa, convenía enseñarlo y recordarlo, pues algunas venidas de pueblos profundos, debían que aprenderlas como nuevas.

    La docencia del Evangelio fue otro buen descubrimiento en este colegio. La Madre Prefecta, Gómez Cruzado -nacida en Haro de padres bodegueros- nos enseñaba a leer, comentar y meditar los distintos pasajes de la Sagrada Escritura, con sabiduría y provecho. Dominaba la hermenéutica.

    Además de niñas de los distintos pueblos riojanos, había numerosas internas vascas, que las enviaban sus padres para “secar el pulmón”, víctimas del asma del bocho bilbaíno o de la humedad vasca en general. Recuerdo a Marisol, de Durango, que presumía de ser “la última nieta, del último juez, de la última Merindad de Durango”; lo decía de carrerilla y se sentía por ello, como si fuera la princesa de los Ursinos, con una  posición grande en la historia.

    Recuerdo a otra, Nedi, una gordita de Nájera, empeñada en llamarme siempre Uruñuela, en vez de por mi nombre o apellido. Lo hacía para fastidiar. Yo amo al pueblo de Uruñuela, pero mi nombre provenía de mi abuela, y no de un topónimo.

    Aparte de algunos casos singulares como estos, en el internado conocí a amigas para siempre como María José Ezquerro Marrodán, de Pradejón, que me invitaba a las fiestas de su pueblo y yo le correspondía en las fiestas de Uruñuela. Nuestra amistad perdura telemáticamente; nos enviamos whatsApp y fotos de nuestros hijos y nietos. María José llegó a residir en el castillo de San Adrián (Navarra), al otro lado del Ebro.

    Los exámenes escritos u orales en el colegio, nos ponían a todas muy nerviosas, sobre todo, los de Matemáticas con la Madre Gil Albarellos. Había una compañera de Arnedo que siempre andaba estreñida, pero bastaba una convocatoria de exámenes de mates y le entraba colitis.

    Logroño, ciudad elegante, Camino de Santiago

    Mis padres iban a visitarme periódicamente al colegio y me sacaban a pasear y a comer o tomar helados en Logroño.  Ellos venían en una gran moto Guzzi roja de mi padre -le encantaban las motos. Mamá montaba de lado -a la amazona-, con un fulard atado a la barbilla, para que no se le alborotara el pelo. Igual que Anna Magnani. Verlos así era como contemplar una escena italiana de cine neorrealista.

    Logroño es una ciudad hermosa y elegante, Camino de Santiago, con dos iglesias románicas magníficas, un río importante como el Ebro y puentes de piedra y de hierro. El conocido "Fuero de Logroño" (1096), carta de repoblación de Alfonso VI, es orgullo de la Historia, y cuenta con su monumento realizado por el artista riojano Julián Gil en 1996.

    Del colegio de la Compañía de María hay muchas anécdotas y también reversos. El Colegio sufrió un incendio provocado en 1936 -eran tiempos de Revolución, más que de República- y un pobre diablo se hizo una foto con la lata de gasolina junto a la fachada para hacer alarde de su fechoría. Ni qué decir tiene que la represión de posguerra tomó cuenta de ello. Tras este hecho, la familia estuvo preocupada por la pariente Madre Marijuán; todas las monjas tuvieron que abandonar en colegio durante la guerra para salvar la vida.

    El Colegio de la Compañía de María, popularmente conocido como La Enseñanza, ha cumplido ya siglo y cuarto de existencia. La Madre María Francisca de Croy fue la primera priora, y, entre las 13 pioneras avanzadas estaban Joaquina Murillo, María Teresa de Vitas y Francisca Xaviera de Irizábal. ¡Cuanta mujer brava e inteligente!

    La congregación de la Compañía de María, fue fundada, en origen, por la viuda santa Juana de Lestonac (1556-1640), sobrina del ensayista Montaigne, en Burdeos (Francia), durante el siglo XVII. Junto a las Ursulinas, estas dos congregaciones fueron pioneras de la educación de las niñas y jóvenes, dándoles así la ocasión de acceder a la cultura, como lo hacían los varones. Dios les premie como se merecen, por pensar en la educación y promoción de la mujer.

    Después de las vocaciones de vernao, cuando llegaba octubre, los primos estudiantes de Uruñuela volvíamos a los internados de la Compañía de María o los Maristas.

Más información

https://www.newsodn.org/recursos/arxius/20150113_0843125educandoLogrono.pdf

https://ciamarialog.org/es/

Imagen del edificio original de La Enseñanza, inaugurado en 1889 y del que, tras el incendio de 1936, sólo se conserva el ala de la calle Capitán Gaona. (La Rioja).

Foto antigua de alumnas del Colegio de la Compañía de María

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