Julia Sáez-Angulo
La leyenda sobre el pintor Manuel Franquelo dice que sus cuadros superan en precisión a la fotografía más rigurosa y exigente. Con el pigmento y unos pinceles que él mismo artista se fabrica con frecuencia –a falta de lo preciso en el mercado- es capaz de mostrar en todo su detalle de trampantojo una piel que trasparenta las venas y parece ofrecer el espacio intermedio de la materia además de su epidermis.
Hombre agudo y sensible al mismo tiempo, Manuel Franquelo ha expuesto en la cotizada galería Marlborough sus últimos trabajos al óleo, en los que se ha podido ver figura humana y conjuntos de objetos (frascos, copas, libros, papeles, fotografías, maquinaria…), o naturalezas muertas.
No es un hombre optimista sobre el futuro de la pintura, más bien piensa que “tiende paulatinamente a desaparecer Lo que no quiere decir que no se continúe practicando en pequeñas burbujas”.
Franquelo viene de la exactitud del dibujo, lo que le lleva a conectar con la escuela española que hiciera exclamar al Papa Inocencio I “troppo vero” al contemplar el retrato que le hiciera Velázquez en España cuando era Nuncio de Su Santidad.
Sorpresa ante la exactitud y treatralidad de las cosas
Los cuadros de Franquelo atraen la mirada ante la sorpresa de lo exacto, la precisión del gesto, la cercanía de las cosas o la teatralidad de lo inmediato y pegado al propio autor. Pareciera que el artista fuera un mago para trasladar al ancestral ejercicio de la pintura todo un poder de captación de forma y color, de dibujo y cromatismo, de cuantía justa de pigmento.
No hay hiperrealismo de diapositiva proyectada en esta obra de Franquelo sino un mirar casi visionario de alguien minucioso y preciso hasta el silencio total que se percibe entre el pintor y el modelo representado. Sus cuadros son instantes congelados pero no de fotografía sino de tiempo acumulado en la contemplación, la plasmación de la imagen y la idea observada a través de las pupilas.
Algunos críticos de arte insinúan su deseo de pintar el vacío para que las cosas hablen a través de sí, a través de la pintura minuciosa y capciosa. Sus cuadros, en su mayoría denominados “Sin título” abundan en esta idea y se hacen fantasmales. Sublimes.
El realismo de Manuel Franquelo es hoy uno de los más preciados en una de las galerías, como la Marlborough, especializada en figuración y dentro de esta en el realismo. Un realismo peculiar de escuela española llevado al paroxismo del siglo XXI.
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