lunes, 29 de marzo de 2010

Isaac Albéniz, exposición en el Museo de Lleida

L.M.A

La Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) y L’Auditori de Barcelona, con la colaboración del Museu de Lleida y el apoyo de la Diputació de Lleida, organizan la itinerancia de la exposición Albéniz, un modernista universal (1860-1909), producida por el Museu de la Música con motivo de la conmemoración del centenario de la muerte del compositor (2009) y la celebración del ciento cincuenta aniversario de su nacimiento (2010).

La exposición nos propone un recorrido por la vida y la obra del pianista y compositor Isaac Albéniz a través de documentos y piezas del fondo Albéniz del Museo donde destaca el piano Rönish, donado por la familia el año 1984, y que utilizó el compositor durante los últimos años de su vida. La exposición plantea un viaje desde el inicio de su intensa carrera hasta los últimos días en Francia, un viaje que nos permite aproximarnos al Albéniz más universal y, a la vez, más íntimo. Gracias a su planteamiento modernista, su obra, enraizada en el romanticismo musical del siglo XIX, anticipó los nuevos estilos del siglo XX y trazó un puente entre las tradiciones del sur y del norte de Europa que sirvió de orientación a generaciones posteriores de compositores. Las aspiraciones artísticas y los conflictos internos, la visión de sus contemporáneos y la difusión internacional de su obra son algunas de las muchas facetas que iluminan la exposición. Nutrida del fondo histórico del Museu de la Música de Barcelona donde se celebró del 11 de marzo al 27 de septiembre de 2009, y después de exponerse en Terrassa, llega ahora al Museu de Lleida: diocesà i comarcal.

Isaac Albéniz nació en Camprodon (Ripollès) el 29 de mayo de 1860 y murió el 18 de mayo de 1909 en la población francesa de Cambo-les-Bains. Fue enterrado en el Cementerio de Montjuïc en Barcelona. Gran compositor e intérprete de piano, no sólo se dedicó a la música para este instrumento, sino que también escribió temas para zarzuela, seis óperas (más una inacabada y tres esbozadas) y más de dos docenas de canciones, así como diversas composiciones orquestales y de cámara. Los motivos de inspiración andaluza ocupan una parte importante de su producción como compositor. La difusión de su obra gozó de transcripciones de guitarristas famosos, como Miquel Llobet, que hicieron posible que se conociera mucho antes de poder escucharla al piano.

Albéniz proyecta y dimensiona internacionalmente la música española a partir de fuentes vinculadas a la expresión popular. Fue un excelente compositor y un pianista de genial inspiración. Su música la encontramos presente en las mejores salas de conciertos del mundo, que le otorgan esta dimensión de culto, pero también tuvo gran aceptación entre el pueblo, que la hizo suya.

Isaac Albéniz, un modernista universal

Isaac Albéniz acabó su vida a los 49 años, después de una intensa y emocionante carrera internacional digna de una novela, y nos dejó como legado póstumo la genial Iberia para piano. La ceremonia de su entierro en Barcelona, el año 1909, movió a miles de personas que, emocionadas, acompañaron los restos del músico en sincero homenaje a su trayectoria artística y humana ya que, desde la cima del refinamiento artístico más exigente, Albéniz no perdió nunca el contacto con sus raíces y la música popular.

Pianista, compositor de zarzuelas y óperas, director de orquesta y mecenas, a pesar de su popularidad aún vigente, quedan por descubrir aún aspectos fundamentales de su obra y de su persona. Esta exposición, enmarcada en las celebraciones conmemorativas del centenario de su muerte y del ciento cincuenta aniversario de su nacimiento, pretende acercarnos al hombre y al músico desde perspectivas que evitan los tópicos con que a menudo nos ha llegado su imagen.

El Museu de la Música de Barcelona conserva el mayor fondo histórico de Isaac Albéniz, entregado por su nieta, Rosina Moya Albéniz, en 1976, con la voluntad de que "la obra de Albéniz quede custodiada en una institución que la conserve y tenga cuidado como yo misma lo haría...". Es a partir de la riqueza y del compromiso con este legado que el Museu plantea esta exposición, nutrida de la rica y heterogénea documentación de nuestros archivos, proveniente de diversas tipologías documentales: epistolario, hemeroteca, fotografía, partituras, instrumentos, objetos personales y documentos oficiales. La colección nos ofrece el mayor testimonio de su trayectoria artística y biográfica, con una riqueza informativa que abarca desde el inicio de su carrera hasta los últimos días en Cambo-les-Bains (Francia).

La figura de Albéniz, fruto del romanticismo musical del siglo XIX, se proyecta hacia los nuevos estilos del siglo XX desde una visión y unos planteamientos modernistas, expuestos por su maestro Felip Pedrell (1841-1922) y que el espíritu intuitivo y práctico de Albéniz puso en solfa. Esta nueva mirada hacia las fuentes de inspiración populares y la traducción sonora de la naturaleza, los paisajes y los sentimientos humanos se anticipaba cincuenta años a otras escuelas europeas y, a menudo, no fue entendida ni compartida por ciertos sectores del público y de la crítica, que levantaron polémicas estériles que, desgraciadamente, aún no se han extinguido. No obstante, los músicos europeos de la época lo admiraron sin discusiones, como una entrada de aire nuevo, capaz de conectar las tradiciones musicales del sur con el academicismo del norte de Europa, y responsable de trazar de nuevo un puente cultural que guió la orientación de todas las generaciones posteriores de compositores españoles.

La exposición nos presenta al compositor que pervive a través de su música un siglo después de su muerte. Esta aproximación a su persona nos permite presentar su vida y obra como conjuntos de diferentes experiencias muy cercanas y coherentes, localizadas en los espacios del itinerario, que nos trasladan hacia imágenes, músicas y situaciones, explicadas por el mismo músico o por sus contemporáneos. Estos espacios se articulan a partir de las aspiraciones artísticas y de los conflictos de Albéniz, de la visión dels sus contemporáneos, de la acogida de su obra, de su difusión internacional, de las opiniones que se derivaron y, finalmente, de la actualización de nuestra visión desde el siglo XXI.

La imagen inicial del entierro del músico nos muestra su extraordinaria popularidad y el reconocimiento social que recibió, como testimonio de su legado más vigente: su música. Un discurso que incluye diferentes ámbitos temáticos como: El emotivo adiós, El mundo desde el teclado, Notas escénicas: la ópera y la zarzuela, La creatividad: un hilo de agua cristalina, Un mundo de éxitos y Claves y materiales de su legado, que nos permitirán acercarnos al Albéniz más universal y, al mismo tiempo, más íntimo. Las descripciones y los comentarios de sus colegas nos definen a un Isaac muy cercano, perfeccionista y con un gran talento musical. La internacionalización de su obra fue motivo de grandes elogios, pero también de duras críticas, hechos que también se presentan a lo largo del discurso como valores artísticos que proyectan la música de Albéniz hacia el futuro.

Los dos últimos ámbitos, ordenados según una cronología del personaje, nos muestran, más que una biografía literal, un currículum vivo. Albéniz nos habla de sus impresiones, de sus pensamientos y de su visión de la vida, la música y el mundo. El recorrido acaba justamente con el espacio expositivo de entrada y cierra el círculo de una linea vital que deja un legado con presencia propia.

La exposición, comisariada por Romà Escalas, director del Museu de la Música de Barcelona, estará abierta al público hasta el 27 de mayo en la sala de exposiciones temporales del Museu de Lleida. Después de su paso por Lleida, la exposición viajará al Centre Cultural de Palma de Mallorca (del 10 de junio al 31 de julio de 2010).

Ámbitos de la exposición

1 – Presentación: el sentido adiós

La ciudad de Barcelona acompaña a Isaac Albéniz el día de su entierro (3 de junio de 1909), con el pleno reconocimiento de su universalidad y con la voluntad de expresar la continuidad de la vida del artista a través de su legado.

La Barcelona modernista, donde aún se hacen oir las últimas manifestaciones del romanticismo, acoge las últimas tendencias artísticas que representan pintores, como Ramon Casas y Santiago Rusiñol; arquitectos, como Lluís Domènech i Muntaner o Josep Puig i Cadafalch; y músicos, como Enric Morera, Enric Granados o Joaquim Malats.

La sensibilidad del público barcelonés hacia las nuevas producciones musicales propició que muchas de las obras líricas e instrumentales de Albéniz fueran estrenadas en la ciudad.
La familia Albéniz, representada en la persona de Rosina Moya, nieta del compositor, escogió también Barcelona para que hiciera pervivir como testimonio vivo la obra de Albéniz, y conservara y difundiera el patrimonio de su legado biográfico y musical.

2 – El mundo desde el teclado

El joven Albéniz ve el mundo desde el teclado. Con el ritmo, la melodía, la polifonía y la técnica pianística expresa sus sentimientos e impresiones de una forma pictórica, siempre bordeando el impresionismo.

Desde pequeño ya demostró una gran facilidad para el piano que le permitió tocar en público antes de tener una formación académica completa. Este instrumento era el juguete con el que se expresaba. Su talento y virtuosismo motivaron que antes de los treinta años la casa Erard, fábrica francesa de pianos mundialmente reconocida, escogiera a Albéniz para mostrar la calidad de sus últimos modelos en la Exposición Universal de Barcelona de 1888.

Numerosos fueron los conciertos que realizó, con un repertorio que incluía obras de autores idolatrados, como Beethoven, Chopin o Liszt, el pianista a quien admiraba especialmente y con quien Albéniz decía que tuvo un par de encuentros. Su talento se reflejaba también en la tarea pedagógica, tanto con discípulos directos –Clara Sansoni y Deódato de Severac, entre otros- como con aquellos a quienes indirectamente transmitió su arte y conocimiento, y supieron recoger su legado musical.

3 – Notas escénicas: la ópera y la zarzuela

“Demasiado seria como zarzuela y demasiado wagneriana para ser compuesta por un músico meridional”. La producción dramática de Albéniz creó a menudo conflictos de identificación, incompatibles con la mentalidad racional del siglo XIX.

Una de sus aspiraciones fue la de cultivar la música escénica con el objetivo, compartido también con el compositor catalán Enric Morera (1865 – 1942), de crear una ópera nacional. Este afan, casi obsesivo, le llevó a componer obras tan dispares como, de un lado, zarzuelas y, del otro, óperas en inglés, basadas estas en libretti [libretos] inspirados en la mitología anglosajona, fruto de los compromisos profesionales contraídos con el mecenas inglés Francis Burdett Money-Coutts.

4 – La creatividad: “Un hilo de agua cristalina”

Albéniz no rompió nunca el rayo de inspiración, surgido de forma espontánea de su formación romántica, de su espíritu modernista y del contacto y admiración por los lugares y las personas.

En el manifiesto “Por nuestra música” (publicado en 1891), Felip Pedrell (1841 – 1922), compositor y musicólogo, pionero del nacionalismo musical español, expresó su sueño afirmando que la inspiración en la música popular es la auténtica fuente capaz de conducir a los nuevos compositores hacia los estilos más sublimes del siglo XX.

El atractivo que la belleza de las personas y los espacios naturales o urbanos, llenos de vida, ejercieron sobre la percepción estética de Albéniz se expresa en sus reflexiones más íntimas, recogidas en los cuadernos de viaje, en sus cartas y en su pinacoteca. Así, no nos debe sorprender que este hecho favoreciera la inclinación hacia la pintura de su hija, Laura.

Albéniz, discípulo de Pedrell, aplicó el pensamiento de su maestro a su interés por la música popular y la sensibilidad pictórica de los paisajes, que demostró desde muy joven. Esta capacidad innata la supo combinar combinar magistralmente con las tendencias más academicistas de las corrientes estéticas europeas, lideradas por Wagner y Verdi, los compositores del entorno de la Schola Cantorum parisina y Debussy, Ravel y Fauré.

5 – Un mundo de éxitos

No es sólo el éxito, lo que nos sorprende de Albéniz, sino su diversidad, su capacidad de trabajo y de mobilidad en el mundo internacional. Su dimensión física queda pequeña al lado de su grandeza humana.

Pronto muchos músicos contemporáneos y reconocidos estrenaron e incorporaron a su repertorio obras de Isaac Albéniz. Los pianistas Joaquim Malats y Blanca Selva fueron los más asiduos a presentar en público las nuevas composiciones del maestro.

La gran popularidad de su obra le granjeó ingresos considerables. A pesar de algún descalabro económico, Albéniz llevó un alto nivel de vida, equiparable al de la burguesía de la sociedad barcelonesa.

Paralelamente, la difusión de su obra gozó de transcripciones de guitarristas famosos, como Miquel Llobet, que hicieron posible darla a conocer mucho antes de poderla escuchar al piano.

La popularidad de este repertorio fue tan grande, que incluso se hicieron adaptaciones para orquestas que las tocaban en bailes populares y que lo dieron a conocer a todas las capas sociales.


6 – Claves y materiales de su legado

Admirado y querido por sus contemporáneos, músicos y otros. El audiovisual nos presenta las opiniones de las personas más cercanas -amigos, colegas y familiares- que nos orientan y disipan algunos malentendidos sobre los conflictos que rodearon su obra y su biografía, resultado de la confluencia de un temperamento bohemio y a la vez burgués. De esta personalidad tan diversa, rica y a menudo contradictoria, surgió un nuevo arte que estableció las pautas de la nueva música española, confiriéndole una dimensión universal.

Debe hacerse música española con acento universal (frase atribuída a Isaac Albéniz).

7 – Desde dentro

Albéniz destaca los hechos musicales y personales más importantes de su vida desde su percepción y en el contexto de su época
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