jueves, 3 de junio de 2010

Fernando Garrido, arquitecto sabio y octogenario, proyecta una capilla en Fátima





Julia Sáez-Angulo


Fernando Garrido, de brillante carrera como arquitecto, proyecta una capilla para los Padres Carmelitas en Fátima (Portugal), después de haber cumplido los 80 años. Recientemente ha presentado sus dibujos taurinos en la galería Paz Feliz.

De joven quiso ser torero porque su abuelo, su padre y sus hermanos eran todos médicos o cirujanos y algunos de ellos asistían en las plazas de toros a los matadores. “Mi padre salvó en una ocasión a Manolete, pero desgraciadamente murió más adelante en otra plaza”, cuenta Fernando Garrido (Linares. Jaén, 1930).

Le gusta la fiesta de los toros y le parece indigno que los políticos se metan en prohibiciones sobre la misma. “Han de ser los ciudadanos, de modo individual, los que decidan acudir o no a la plaza. La política intoxica y destruye con frecuencia la libertad de opción”, señala el arquitecto. “España y el arte español no se comprenden sin la fiesta taurina”.

Garrido ha llevado a cabo, numerosos edificios institucionales o de viviendas, pero también casas individuales de urbanizaciones privadas que no están a la vista pública. “Me hubiera gustado proyectar una plaza de toros, pero nadie me la encargó. Tengo ciertas ideas al respecto”.

Entre sus obras más destacadas: dos edificios especiales contra el viento de Levante, en La Manga del Mar Menor (Murcia); otro gran edificio en Burgos, con almenas de cobre, que fueron retiradas sin su permiso en una restauración posterior; varias casas en la urbanización de La Florida de Madrid; en Lugo; en Algeciras, una construcción en forma de caracola, que más tarde vio "copiada" en el pabellón soviético de la exposición de Oxaca... "Ellos habia pretendido hacer una hoz en vez de mi caracola".

Arte con los dones del Espíritu Santo

Trabajó en su día con Gratiniano Nieto, director general de Bellas Artes, del que guarda un buen recuerdo. Fernando Garrido dice que “en la vida y el arte hay una relación y tensión entre los sentidos y la razón; de los primeros deriva la sensibilidad y de la segunda, la inteligencia. Cada creador artístico mezcla de manera diferente una y otra”.

Para ser un buen arquitecto hay que tener los dones del Espíritu Santo, explica con ingenio F. Garrido: “hay que atreverse a enfrentarse a un proyecto (fortaleza); se ha de estar preparado (ciencia); consultar a un buen profesional o colega (consejo); ejecutar la obra (entendimiento y sabiduría) y ponerla a disposición del cliente y de los ciudadanos (caridad)”.

Entre sus numerosas exposiciones de dibujos, recuerda una que hizo sobre arquitectura madrileña en la que vendió todo. Habla con placer de Gutiérrez Soto ha dejado tras de sí “un estilo madrileño muy digno” y del arquitecto finlandés Alvar Aalto. La iconografía religiosa y las escenas taurinas, como ya se ha dicho, son otros de sus temas

Fernando Garrido recuerda con orgullo la preparación exigente que se requería en su tiempo para hacer Arquitectura: “Se nos pedían dos años de Matemáticas –Exactas- y de dibujo lineal a mano y plumilla, sin ayuda de ordenador alguno como ahora”.

“El dibujo era y es la clave en las artes plásticas, como lo es el solfeo para la música. Hay que dibujar mucho, cada día para tener dominio. Si no se dibuja bien no hay arte que valga. El dibujo es la forma o la interpretación correcta de la forma. El color ya es otra cosa: gracia personal. No tiene normas”.



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