viernes, 9 de julio de 2010

Félix J. Reyes expone su obra en el Museo Würth de La Rioja

escultura de Reyes en el jardín del Museo Würth

"Aún aprendo"
Félix J. Reyes
Museo Wüth
La Rioja
09 de Julio – 07 de Noviembre 2010

L.M.A.

El título de la exposición, "Aún aprendo", la mayor retrospectiva de Félix J. Reyes hasta el momento, hace referencia a esa especial condición de algunos (pocos) artistas que, aunque consagrados, siguen manteniendo intacta su capacidad de experimentar, de reinventarse, de aprender. Félix J. Reyes encarna esta condición de artista-nómada en busca de su propio lenguaje estético a tal punto, que él mismo resume bajo esta premisa gran parte de su carrera artística.

Casi sin darse cuenta, muchos riojanos han sido testigos de los hallazgos plásticos de Reyes; sus tiernas mujeres de rotundos volúmenes habitan gran parte de la geografía riojana, pero entre La Familia, ubicada en la calle Calvo Sotelo y Los Pilares de la Universidad (en el Rectorado de la Universidad de La Rioja) ha habido un universo de ideas, de idas y venidas, de ensayos y de conversaciones que han configurado la práctica artística de Reyes, y que se pueden observar también en la exposición del Museo Würth La Rioja. Aún aprendo está concebida como un recorrido por la trayectoria artística de Reyes, y recoge obras de entre 1965 y 2009.

Félix J. Reyes nació en Valleseco (Gran Canaria) en 1941; allí comenzó su formación artística con Abraham Cárdenes iniciando una práctica artística que se caracteriza por la representación de la figura humana de una manera realista, dando prioridad a temas costumbristas y con un estilo neobarroco en la plástica.

En el año 1961 marcha a Madrid para estudiar en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando; allí comienza una formación académica que conlleva la pérdida del barroquismo de la etapa anterior a la par que una mejora del tratamiento anatómico de sus personajes.

En el año 1966 consigue su plaza como profesor interino de Modelado y Vaciado de la Escuela de Artes y Oficios de Logroño; allí, como Catedrático de volumen, ha desarrollado su trayectoria académica combinándola con su carrera artística que comenzó, con su llegada a Logroño, un proceso de estilización y simplificación que se ha convertido en la seña de identidad actual de Félix J. Reyes.

Desde hace unos años el artista comparte estudio en Santa Lucía de Ocón con su mujer, la artista Rosa Castellot; allí han sido creadas gran parte de las piezas recientes que están incluidas en esta muestra.

Juan José Gómez Molina decía que Félix J. Reyes se siente cómodo en las periferias de las tendencias artísticas, lo que le ha permitido una distancia suficientemente nítida como para poder ver aquellos territorios que nos son afines a todos.

Su obra se nos muestra como una cartografía de las emociones humanas porque a Reyes le interesa contar lo real, su realidad inmediata, su propio sentir en el mundo; así, su obra se adentra, desde lo personal, en todos los grandes temas: la alegría de vivir, la muerte, la soledad, el erotismo, el sexo, el dolor, la incertidumbre, el miedo, la solidaridad…

La exposición, que reúne 44 piezas del artista, está organizada en cuatro espacios que repasan el desarrollo artístico de Reyes.

La primera sala recoge piezas pequeñas de las diferentes etapas en las que el artista divide su proceso artístico: Bronce (modelos en barro) 1965 - 1976, Piedra 1966 - 1997, Bronce, (modelos en madera) 1994 - 2007, Madera: 1995 - 2010. Una gran parte de las piezas son bocetos para posteriores esculturas en bronce a tamaño natural, muchas de ellas convertidas en obra para espacios públicos y privados de Logroño, Valleseco y otras ciudades (como Conversación, que forma parte de los fondos de la Colección Würth España y está expuesta en los jardines del Museo Würth La Rioja).

Evolución estética en cuatro etapas


El recorrido de estas cuatro etapas nos permite comprender la evolución estética de Reyes que avanza hacia una creciente simplificación de las formas, como bien se puede observar en las obras realizadas en piedra como Abrazo eterno o Parto. La simplificación se complementa en los dos periodos siguientes (bronce y madera) con la estilización anatómica de los personajes, los volúmenes redondeados de las etapas anteriores dan paso a líneas más suaves y a texturas suavizadas que, en el caso de las esculturas más recientes en madera, se acercan cada vez más a una progresiva abstracción de unos personajes que, sin rostro, comunican casi por la piel.

Los otros tres espacios exponen la obra más reciente de Reyes, en la que tienen cada vez más protagonismo los conjuntos escultóricos. Éstos son una muestra de una preocupación del artista por el papel de la escultura en el espacio y por la función del espectador dentro de la práctica artística contemporánea.

Las instalaciones de Reyes tienen origen en emociones y vivencias de su pasado, que se encuentran con el imaginario actual del artista; muchas de las obras de Reyes tienen nombre propio en la infancia del artista (como Cheo, Amalita, Agustinito o Zoraida), pero otras se enraízan en distintos momentos del sentir colectivo, como Solidaridad (2007-2009), ubicada en la terraza del ala este del museo que con sus 3.000 figurillas de alabastrina nos muestran la faceta más comprometida y dramática del artista: la obra está basada en la multitudinaria manifestación tras los atentados del 11 de marzo en Madrid, pero tiene un origen más lejano en las comitivas fúnebres de los lluviosos funerales de Valleseco que Reyes observaba, con su mirada de niño, desde la ventana de su casa en Gran Canaria.

Por su parte, en la terraza oeste, los personajes de Lugar de encuentro y Mi barrio (1997-1998 y 1999-2000 respectivamente) habitan el espacio con su cálida textura y su olor a madera, y nos invitan a deambular entre ellos, a formar parte de los recuerdos isleños de Reyes y a descubrir el diálogo del artista con griegas, anillos, vetas y nudos de la madera.

El último espacio expositivo, el Hall principal del museo, está ocupado por Laberinto, la obra más reciente de Reyes, que se muestra por primera vez en esta exposición. Está formada por 365 esculturas de madera de pino que el artista explica de la siguiente manera: “trato de revivir la primera vez que llegué a Madrid y me vi solo en la Puerta del Sol a una hora punta, sorteando a la gente, como si de un laberinto se tratara. Nunca me sentí tan solo entre tanta gente. Pero observas que ellos también van solos, es como un mar de soledades, angustioso. Y me pregunto cómo se siente un inmigrante que además desconoce el idioma”. En ella, los personajes mudos con sus rostros desprovistos de rasgos, con sus cuerpos desprovistos de brazos, crean una multitud de voces entre las que transitar, de miradas en las que perdernos e identidades en las que encontrarnos.

La exposición va acompañada de su correspondiente catálogo con un texto introductorio de Juan Ramírez, además de los poemas de José Carlos Balanza y Roberto Iglesias, y de los ensayos de Bernardo Sánchez, Francisco Gestal, Juan José Gómez Molina y Francisco Lezcano.



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