jueves, 23 de septiembre de 2010

Exposición "In principio erat verbum. El Reino de León y sus beatos"




L.M.A.


Con motivo de la conmemoración de los mil cien años del Reino de León, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) ha organizado, con la colaboración de la Fundación MonteLeón y la Obra Social de Caja España, la exposición In principio erat verbum. El Reino de León y sus beatos, que ofrece una visión plástica de las aportaciones del Reino de León a la historia de España a través de un recorrido por la realidad política, religiosa y social de la época, desde el reinado de Alfonso III (866-910) hasta la entronización de Fernando I (1038).

SS.AA.RR. los Príncipes de Asturias presiden la inauguración de está exposición en un acto en el que están acompañados por la Ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde; el Presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera Campo; el Presidente de las Cortes de Castilla y León, José Manuel Fernández Santiago; el Alcalde de León, Francisco Fernández Álvarez; el Delegado del gobierno de Castilla y León, Miguel Alejo Vicente; la Presidenta de la Diputación Provincial de León, Isabel Carrasco Lorenzo; la Consejera de Cultura y Turismo de Castilla y León, Mª José Salgueiro Cortiñas; el Consejero de Fomento de Castila y León, Antonio Silván Rodríguez; la Presidenta de la SECC, Soledad López; el Presidente de Caja España, Santos Llamas Llamas; el Presidente de la Fundación MonteLeón, Urbano González Santos y la Alcaldesa de Gradefes, Ana I. Ferreras, entre otras autoridades.

La ciudad de León, renacida de sus cenizas, se convirtió en el siglo X en la sede regia por excelencia. Protegidos por sus antiguas murallas romanas, reparadas tras cada ataque andalusí, reyes y magnates establecieron sus palacios, clérigos y monjes levantaron iglesias y monasterios, mercaderes y campesinos construyeron modestas casas. El reino se extendía desde Galicia, en los confines del mar Océano, hasta las lindes de Navarra en el valle del Ebro, desde el Cantábrico hasta las tierras fronterizas con al-Andalus, más allá del Duero. Un espacio gobernado por reyes y condes, más o menos fieles según las circunstancias.

Maurilio Pérez González, Carlos Reglero de la Fuente y Margarita Torres Sevilla son los comisarios de esta muestra que reúne cerca de un centenar de piezas, entre cerámicas, tejidos, códices, capiteles, documentos originales y facsímiles, con el objetivo de crear un discurso didáctico que ilustre la historia del Reino de León en sus orígenes, en especial en sus aspectos culturales y religiosos. La muestra está dividida en cuatro secciones:

1. El Reino de León en el siglo X. “Y volvió el rey con gran triunfo a su sede leonesa”. Así narra el cronista Sampiro el regreso victorioso de Ordoño II, tras derrotar al ejército andalusí en San Esteban de Gormaz, en los confines de su reino (917). León se había convertido en sede regia con García, su hermano y predecesor; las tierras entre la montaña leonesa y el Duero eran el centro del poder de estos monarcas. Ordoño II fue también el primero que se hizo enterrar en León, al igual que su hijo Ramiro II y sus nietos Ordoño III y Sancho I. La ciudad se convertía así en panteón regio. El reino leonés del siglo X es el heredero y sucesor del reino astur de los siglos VIII y IX. Sus crónicas nos cuentan victoriosas incursiones en tierras andalusíes, de las que reyes y guerreros regresaban cargados de botín y esclavos. Narran luchas por el trono entre los miembros de la familia real y los condes del reino, de las que unos salían victoriosos, mientras a otros les arrancaban los ojos o eran arrojados a prisión, muertos o desterrados. También se lamentan de las devastaciones padecidas por el reino a manos de los vikingos o de los musulmanes de Almanzor, a quien algunos verían como la personificación del propio diablo, del Anticristo que anunciaba el Apocalipsis.

Entre las piezas que ilustran este apartado de la exposición destacan: un estuche de juegos de marfil de una hija de Abd-al-Rahman III (Manqala) del siglo X procedente de los talleres de Medina Azahara (Museo de Burgos); tejidos árabes de los siglos X-XI (Museo de la Catedral de León); la sábana que envolvió las reliquias de San Pelayo; un bote (pyxis) andalusí datado en el siglo X u XI (Museo de San Isidoro de León); o una pizarra de Fuente Encalada (Museo de Zamora).

2. Iglesia y monasterios en el Reino. La Iglesia del Reino de León en el siglo X era heredera de la hispano-visigoda. Su liturgia, su organización canónica, sus sedes episcopales, sus referencias culturales, la intervención del rey en los asuntos eclesiásticos… seguían la tradición fijada en la época de san Isidoro de Sevilla o san Julián de Toledo, no sin algunos cambios. La sociedad se identificaba con la comunidad cristiana, aunque conviviese con pequeños grupos de judíos o musulmanes. De este modo el reino y la Iglesia se fundían bajo la dirección del rey, que debía protegerla y defenderla. Combatir contra los musulmanes, fundar monasterios, donar bienes a obispos y abades, contar con ellos en el gobierno del reino, eran parte de las obligaciones del monarca. La unción del rey por los obispos le otorgaba un carácter sagrado, se convertía en un nuevo “ungido”, palabra cuya traducción al griego es “cristo”.

Este apartado de la muestra reúne unas veinticinco piezas, entre las que destacan: varios capiteles del siglo X (Museo de León, de Palencia, de Santa María de Tábara en Zamora); un jarrito califal (Museo de Valladolid) y otro litúrgico, éste de bronce y datable en el siglo IX (Museo de León); una patena litúrgica prestada por el Ayuntamiento de Saldaña (Palencia); varias celosías, entre ellas una de la iglesia de Villarmún (León) y otra pétrea proveniente de la iglesia de Moreruela de Tábara (Zamora) prestada por el Museo de los Caminos, Astorga; una inscripción de mediados del siglo X proveniente del monasterio de Tábara (Zamora), el epitafio de la noble mozárabe Paula (Museo Arqueológico Nacional, Madrid); un ara de altar de Santa Céntola (Museo de Burgos) y un relieve de la iglesia de San Cebrián de Mazote.

3. Los scriptoria y los beatos. Saber leer y, más aún, escribir era privilegio de unos pocos en el siglo X, la mayoría de ellos clérigos o monjes. La liturgia cristiana exigía la lectura de textos bíblicos y su transmisión escrita, así como de las múltiples oraciones y rituales propios de cada fiesta. Las reglas monásticas mandaban a los monjes dedicar una parte del día a la lectura, en especial durante la Cuaresma. Era, pues, necesario que clérigos y monjes supiesen leer y además había que disponer de libros, pues “un monasterio sin biblioteca es como un castillo sin arsenal”. Por ello la Iglesia se preocupó por enseñar a leer a sus clérigos, y por copiar una y otra vez los evangelios, los libros litúrgicos, las obras de los Padres de la Iglesia… La importancia otorgada a esta labor en estos siglos la refleja una frase de Alcuino: “Mejor que labrar la viña es copiar libros, allí se trabaja para el vientre, aquí para el alma”.

Se denomina beatos a los códices que contienen los Comentarios al Apocalipsis del monje llamado Beato de Liébana († 798). Desde el siglo IX o X hasta el siglo XIII alcanzaron gran difusión en la Península, como muestran los más de 30 ejemplares conservados, de los que dos tercios están iluminados, es decir, decorados con miniaturas. Tales ilustraciones aparecen en códices que contienen el Apocalipsis desde época temprana; de ellos pasaron a los Comentarios. La fama actual de los Beatos se debe más a sus miniaturas de vivos colores que al texto propiamente dicho. Su finalidad moralizante original la declara Magio en el colofón del beato de San Miguel de Escalada: “Yo…, sin duda impregnado del amor al libro que contiene la visión del dilecto discípulo Juan, como ornato del libro y conforme al contenido de las descripciones he representado en pintura formas prodigiosas, para que a los conocedores del juicio final les infundan temor al advenimiento del fin de los tiempos”.

Entre los códices más antiguos destacan los elaborados en el reino de León en el siglo X, en especial en su segunda mitad, en vísperas del año 1000. Entre ellos cabe señalar los de San Miguel de Escalada, iluminado por Magio; el de San Salvador de Tábara, iniciado por el mismo autor y terminado por su discípulo Emeterio; el de Gerona, también procedente del taller de Emeterio; el de Valcavado, obra del presbítero Oveco; y, probablemente, el de la Seo de Urgel.
La pieza principal de la muestra, y de este apartado de la exposición, es el Beato de Tábara, que actualmente se conserva en el Archivo Histórico Nacional y que raramente se exhibe en público. Recoge principalmente los Comentarios al Apocalipsis de Beato de Liébana en una copia hecha en el monasterio de San Salvador de Tábara (Zamora) por el arcipictor o maestro pintor Magio y, tras su muerte, continuada por Emeterio, quien la terminó el 28 de julio de 970.

También podrán verse los facsímiles de otros tres beatos (beato de San Miguel de Escalada, beato de Gerona y beato de Valcavado). E igualmente fragmentos originales o folios sueltos de beatos, provenientes sobre todo de la Real Chancillería de Valladolid y del Museo de Zamora.
Mención aparte merecen varios documentos originales de los primeros reyes leoneses: García I, Ordoño II y Ramiro II, provenientes del Archivo Histórico Nacional (Madrid).
Esta sección todavía permite contemplar en facsímil, prestada por la Universidad de León, la Biblia de San Isidoro de León, elaborada en el scriptorium de Valeránica (Tordómar, Burgos) y finalizada el 19 de junio de 960.

4. El Camino de Santiago. El obispo Teodomiro de Iria Flavia había “descubierto” el sepulcro del apóstol Santiago en tiempos de Alfonso II, en la primera mitad del siglo IX. La noticia pronto se extendió por Europa, en especial por las Galias y Germania. La incorporación del valle del Duero al reino asturleonés abrió un camino por tierra, una antigua vía romana, que conducía de las Galias a la tumba apostólica. El Camino estuvo a salvo de las incursiones andalusíes durante buena parte del siglo X, lo que permitió llegar a los primeros peregrinos de más allá de los Pirineos.

Un monje alemán aseguraba, hacia el año 930, haber recuperado la vista en Santiago. A mediados de siglo visitaron el “lugar santo” Godescalco, obispo de Le Puy en Aquitania, Cesáreo, abad de Montserrat, y Hugo de Vermandois, que se decía obispo de Reims. Algo más tarde, fue el eremita Simeón de Armenia quien llegó hasta la iglesia compostelana (983-984). Por entonces Galicia empezó a sufrir los ataques de vikingos y musulmanes, que debieron interrumpir el flujo de peregrinos. La fama del apóstol había traspasado ya las fronteras de la cristiandad, pues cuando los andalusíes saquearon la ciudad de Santiago, el propio Almanzor mandó respetar su tumba, que así se libró de la destrucción.
La sección se ilustra con el báculo del obispo Pelayo de León, originario de la diócesis compostelana y que a fines del siglo XI construyó un hospital para pobres y peregrinos (Museo de la Catedral de León).

Catálogo
Con motivo de la exposición se ha editado un catálogo que incluye una relación de todas las obras presentes en la exposición, textos de los tres comisarios de la exposición Maurilio Pérez González (La escritura y los escritos durante el siglo X), Carlos Reglero de la Fuente (Iglesia y monasterios en el Reino de León en el siglo X) y Margarita Torres Sevilla (El Reino de León en el siglo X), y, por último, la edición, traducción y breve comentario de los colofones de los beatos de Escalada y Tábara.

DocumentalLa exposición se completa con un documental, producido por la SECC y dirigido por Ramón Tijeras, que recorre la historia del Reino de León en el siglo X. En la cinta se combinan miniaturas de los Beatos de Escalada, Tábara, Girona y Valcabado junto con imágenes de algunas de las iglesias, monasterios y sitios históricos más destacados de este período, a la vez que se da a conocer la forma en que se copiaban y confeccionaban los diferentes manuscritos de la época.


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