miércoles, 3 de octubre de 2012




Thomas Bernhard, autor de cuatro relatos en  “Goethe se muere” editado por Alianza




Julia Sáez-Angulo

         Es un escritor corrosivo, irreverente, casi nihilista, que con sus libros quiere hacer una crítica profunda y ácida ironía de la sociedad occidental contemporánea, que es la que el ha conocido y padecido. El escritor austriaco Thomas Bernhard (Heerlen, Holanda, 1931 – Gmunden, 1989) es un referente crítico a tener en cuenta, aunque solo sea para discrepar de sus audaces afirmaciones.

         Su visión del género humano y de su condición no es precisamente optimista. En el libro “Goethe se muere” (1985), editado por Alianza Literaria, el autor nos ofrece cuatro relatos que aparecieron en distintas publicaciones, aunque Bernhard quiso hacerlo en uno solo, por lo que hoy se hace realidad lo querido.

El libro, bien traducido del alemán por Miguel Sáenz, acoge los títulos de “Goethe se muere”, “Montaigne. Un relato”, “Reencuentro” y “Ardía. Relato de viaje para un amigo de otro tiempo”. Un epígrafe de “Fuentes”, al final de los relatos, muestra la procedencia e inspiración de lo fabulado.

         Al igual que en sus ensayos, las cuatro narraciones de “Goethe se muere” condensa su filosofía provocadora y corrosiva, su desmitificación y distancia del pensamiento políticamente correcto de su época.

         El autor juega con la supuesta última frase de Goethe antes de morir: “¡Más luz!”, para decir que el fue testigo de esos últimos momentos del filósofo alemán y sus últimas palabras fueron “¡Más nada!”, teniendo como testigos a los desaparecidos Riemer y Kraüter.

         Thomas Bernhard publicó diversas obras autobiográficas, algunas a  modo de diarios íntimos en los que se permite toda clase de descalificaciones a diestro y siniestro. Desmota lomás sagrado y su mofa o rechazo del arte es abrumador. Su relación de amor/odio con Austria, su país, es realmente terrible y patética.

         La actitud llamativa y extravagante de Bernhard la prolongó después de su muerte, ya que pidió que sus restos posaran en una tumba sin nombre. Se encuentran en Viena y que sus obras no se editaran en Austria durante los setenta años que duran los derechos de propiedad intelectual. No obstante, en 1967 recibió el Premio Nacional de Literatura austriaco.



        


        


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