domingo, 12 de enero de 2014

Asunción Balaguer y Liberto Rabal, juntos en el escenario de Teatro Fernán Gómez




“Una vida robada” expone el tema candente del robo de bebés




L.M.A.


            El tema del robo de bebés, tan de actualidad en la sociedad española ha merecido la atención del dramaturgo Antonio Muñoz Mesa, que ha visto representada su obra en el Teatro Fernán Gómez de Madrid en una versión que mantiene el suspense hasta el último minuto.

El secreto tarda en llegar y coge por sorpresa. La búsqueda de una identidad clara, de un árbol genealógico, que nos inserte con firmeza en la humanidad, es una constante en la vida de los hombres.

            La veterana Asunción Balaguer, Carlos Álvarez Novoa, Ruth Gabriel y Liberto Rabal ponen en pie de modo eficaz la pieza teatral que intriga y conmueve en medio de un montaje sencillo y funcional para transmitir las vivencias. Curiosa coincidencia la de abuela y nieto con  la presencia de Balaguer y Rabal sobre el escenario..

            El argumento es el de la llegada de una mujer a una casa para indagar su pasado, algo que pone en pie muchas cosas de esos días que se fueron y revela paulatinamente que sucedió en medio del dolor y cierta desesperación de los personajes.

            Carlos Álvarez da su voz al Doctor Nieto, un anciano que en su impotencia amarga a los otros. El mal trato verbal a Olvido –oportuno nombre- la mujer que siempre lo ha atendido (Asunción Balaguer) es cada vez mayor  y hace caer sobre ella un chorro de maldiciones y palabras malsonantes, algo que se explica por esa impotencia senil. Claro ejemplo de esas desesperación ante la vejez es el destrozo de un libro porque apenas  puede leerlo. Alguien que fue un intelectual se encuentra bloqueado ante la letra impresa.

            La gradación de hundimiento de Asunción Balaguer al interpretar su papel es ciertamente conmovedor y magistral. Se hace creíble. Una actriz veterana a quien los años no amortiguan su capacidad para el arte de Talía.

            No se entiende sin embargo las cascada de tacos y groserías malsonantes en el papel de Julio (Liberto Rabal), que se produce hacia la mitad de la obra, como si se hubiera transmutado en picapedrero, alguien que ha mantenido cierta corrección hasta el momento. Demasiados “cojones” en el aire entre padre y abuelo. La literatura –el teatro también lo es aunque sea coloquial- permite ciertas licencias de lenguaje respecto al calco de la vida.

            Numerosos apagones de luz rompen a veces con la poética absorbida. Luz es una mujer coja, pero deja de serlo en los apagones y el espectador lo percibe con claridad, rompiendo la percepción escénica.


            En suma, una buena obra y excelente interpretación general.


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