viernes, 28 de marzo de 2014
DOS CONFERENCIAS “EN TORNO A JOSEF ALBERS” EN LA FUNDACIÓN JUAN MARCH
*Martes 1 de abril, José Francisco Yvars:
Josef Albers: caleidoscopio. Enigmas del color
*Jueves 3 de abril, Laura Martínez de Guereñu:
Josef Albers y España. Un antes y un después
DESDE EL VIERNES 28 DE MARZO, FUNDACIÓN JUAN MARCH LA EXPOSICIÓN
ESTÁ ABIERTA EN LA“JOSEF ALBERS: MEDIOS MÍNIMOS, EFECTO MÁXIMO”
L.M.A.
Una vez inaugurada, el viernes 28 de marzo, la exposición
dedicada a Josef Albers (“Josef Albers: medios mínimos, efecto
máximo”), la Fundación Juan March (www.march.es, Facebook,
@fundacionmarch; +fundacionmarch) ha programado, para la
primera semana de abril, dos conferencias En torno a Josef Albers.
En la primera, el crítico e historiador del arte José Francisco
Yvars se centra en la aportación analítica del color a la estética
contemporánea que hizo Albers y en la segunda, la investigadora
Laura Martínez de Guereñu evoca el viaje que Albers realizó a
España en 1929.
Datos Biográficos
Josef Albers se formó en la Bauhaus por convicción y
disciplina: su obra y su personalidad representa ese extraño ensamblaje
de alumno brillante convertido en seguida en magnético profesor que
define la didáctica activa y participativa de la nueva pedagogía alemana,
en el tiempo de alerta de Weimar y Berlín. Quiérase o no una incisiva
tradición de lo nuevo que transformó la sensibilidad artística europea en
el periodo trágico de entreguerras. Transterrado a los Estados Unidos,
Josef Albers se centró en el análisis exigente del universo virtual del
color, pero desde un enfoque empírico: el color no existe, fluctúa más
bien entre el pigmento y el espectro tonal, siempre sensible a la
intervención, a la mediación del contexto, Quizá sea esa la mayor
aportación analítica de Albers a la estética contemporánea: la
comprensión del color como una consecuencia de la interacción de
olores primarios en coordenadas dinámicas de asociaciones cromática
imprevisibles. En 1950 comienza a enseñar y dirigir talleres prácticos en
los cursos de la mítica Black Mountain de North Carolina a partir de una
rigurosa base empírica, según se ha apuntado: el cuadrado que pronto
extendió como una secuencia de planos de color, inscritos o
sobrepuestos, en los que nos desafía el espacio de interferencia que los
define como cualidades estéticas autónomas.
Quizás el minimalismo procesual sea la variable artística,
bien pronto publicitada, más detonante de las indagaciones cromáticas
de Albers en aquellos años, si entendemos el axioma cardinal del
artista: el arte equivale a pintura más experimentación. Un proyecto
idealista desde cualquier perspectiva. Interacción del color es todavía el
manifiesto contagioso de Josef Albers en Yale proclamado en 1963 –
enseñó allí hasta 1959, pero continuó con sus ciclos de conferencias–.
Tal vez en la estela plástica de Kandinsky y sobre la base de la
normativa cromática impenetrable de Klee, también docente heterodoxo
en la Bauhaus. Sin embargo, en la investigación de Albers las
enseñanzas de Kandinsky y Klee apuntan una conclusión polémica que
la hace actual: cierta combinatoria cromática simple –colores primarios,
secundarios, terciarios, en una secuencia analógica circunscrita al
cuadrado figurativo esencial–. Pero que curiosamente posee una
determinada y también polémica significación emocional. Aquí se oculta
en enigma pertinaz de la potente influencia de las nociones
fundamentales de Albers, siempre antagónicas en relación al
expresionismo abstracto norteamericano y la pintura de signos plásticos
y gestualidad radical que había de protagonizar la cultura artística
norteamericana, de Nueva York a la Costa Oeste, a lo largo de la
década de los sesenta.
José Francisco Yvars es crítico e historiador del arte, especialista en arte
moderno y contemporáneo. Ha sido profesor de la Universidad de Valencia,
editor, ha comisariado varias exposiciones y entre 1993 y 1996 fue director del
Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM). Es autor de más
de una docena de libros.
Laura Martínez de Guereñu :
Josef Albers es el artista con más larga vinculación a la Bauhaus.
Primero como estudiante y más tarde como profesor, estuvo allí desde
1920 hasta su clausura en 1933 y coincidió con los artistas y arquitectos
más destacados del siglo XX. Su obra más pública y reconocida fue
la pintura sobre vidrio que compuso a partir de 1921; su obra más
privada e íntima, la fotografía que comenzó a realizar en 1928. Las
pinturas sobre vidrio le valieron su consagración como artista, tras la
exposición Bauhaus Dessau en la Kunsthalle de Basilea (20 de abril –
9 de mayo, 1929) donde exhibió veinte obras junto a Lyonel Feininger,
Vasili Kandinsky, Paul Klee y Oskar Schlemmer. En cambio, la mayoría
de sus fotografías se mantuvieron inéditas hasta después de su muerte
en 1976; Albers las guardaba como un pequeño tesoro de consulta
personal. La relación visual entre dos técnicas tan dispares es sin
embargo estrecha. Ambas muestran su profundo interés por la tectónica
y su fascinación por descubrir las múltiples lecturas espaciales de una
En las pinturas sobre vidrio Albers trató de encontrar una
estrategia compositiva personal, primero a través de fragmentos
encontrados de vidrio transparente que unía al azar, más tarde a través
de piezas de vidrio industrial unidas en una trama regular, hasta llegar
a su estilo más idiosincrásico, el de “tira termométrica”, en el que
introducía bandas de colores en columnas de diferente anchura para
crear una polifacética espacialidad en una pieza indivisible de vidrio
opaco. Las fotografías, que utilizaba como herramienta de búsqueda
y registro, tuvieron un papel instrumental para la creación posterior de
sus pinturas de vidrio. Ellas le permitían aislar la condición abstracta de
los fenómenos de la naturaleza y captar las cualidades tectónicas de
su entorno construido. Casi siempre obtenía varios puntos de vista para
un mismo objeto, los montaba en forma de collage y mostraba así sus
distintas cualidades y su cambio a lo largo del tiempo.
Son sus fotografías las que nos han permitido reconstruir el
viaje por Europa que hizo en verano de 1929, hasta encontrarse en el
sur de Francia con Kandinsky y con Klee, y con una parada previa en
Barcelona para conocer los espacios expositivos y el famoso pabellón
que había diseñado Mies van der Rohe para la sección alemana de la
Exposición Internacional. Las fotografías realizadas en estos dos límites
fronterizos le sirvieron a Albers para explorar los grados de absorción y
reflexión de la luz en los materiales y para entender las múltiples
variaciones estructurales y expresivas que se pueden llegar a conseguir
con muy limitados medios. Tras su viaje, y probablemente también
inspirado por el pabellón de Mies, realizaría un nuevo tipo de pintura
sobre vidrio de superficie gris. En ella una serie de ventanas flotantes de
distinto grado de color forman la base con la que comenzaría a
experimentar sus ilusiones ópticas, mediante patrones de línea continua
más complejos. En 1933, la clausura de la Bauhaus no impidió que
Albers, ya desde América, mantuviera un estrecho contacto con Mies,
con Kandinsky y con Klee, los tres maestros con los que compartía el
recuerdo y los hallazgos visuales del viaje a España en 1929.
Laura Martínez de Guereñu es arquitecta con premio extraordinario
fin de carrera (1998) y doctora en Proyectos Arquitectónicos por
la Universidad de Navarra (2006), se gradúa con premio extraordinario en el
Máster in Design Studies de Harvard University (2004). Ha sido profesora en La
Salle-Universitat Ramon Llull (2006-2008), Visiting Fellow en Harvard University
(2004-2006) y profesora ayudante en la Universidad de Navarra (1998-2003).
centrado en una línea principal que explora temas de percepción, narrativas de
proyecto y puntos de intersección entre la arquitectura, la tecnología y el arte.
la Josef and Anni Albers Foundation, en Connecticut, Estados Unidos.
Desde 2008 es profesora en IE University.
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