VIERNES 29 DE AGOSTO DE 2014 | 19.00 H.
LETRAS DE LAUREL (Calle del Laurel, 22) | LOGROÑO
Se trata de una edición limitada de veinte ejemplares, acompañados por pinturas originales sobre soporte efímero (camisetas) del artista argentino Gabriel Viñals.
El acto será conducido por la poeta Sonia San Román.
Ser como el pan, décimo séptimo título de la colección Poética y peatonal.
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Carmen Beltrán. Nací con veinte días de retraso el 4 de febrero de 1981. Nací muy grande y fui muy grande hasta los 14 años con todas las vicisitudes que eso conlleva (las niñas que fueron grandes las conocen). Crecí jugando con mis hermanos mayores y hablando mucho con señoras mayores. A los 8 años me sabía las capitales de todo el mundo y quizá por eso me licencié en Humanidades. A los 12 años descubrí con gozo el zurracapote y quizá por eso también me licencié en Humanidades. Más tarde me mastericé doblemente pero ningún superpoder se derivó de ello. Escribo desde que tengo recuerdo e hice las pruebas para entrar en la selección española de baloncesto. Tengo publicados tres libros de poesía Prohibido Jugar (CELYA, 2005),Pecado original (Ediciones del 4 de Agosto, 2007) y Cuaderno de sal (Los libros del Señor James, 2010) y he tenido la suerte de participar en un puñado de revistas, encuentros literarios y libros colectivos en los que he conocido a gente que es muy importante para mí. Formo parte del proyecto de agitación cultural-editorial Ediciones del 4 de Agosto, y mi vida en los últimos años ha estado ligada a su actividad desbordante y a sus descubrimientos.
Sobre la colección Poética y peatonal, Gabriel Viñals nos dice: Muy probablemente en un futuro más que cercano renunciaremos a leer sobre papel y el libro tal lo conocemos pase a ocupar un lugar radicalmente diferente. Poco importan las consideraciones acerca del olor del papel o de la tinta (hace mucho, mucho que los libros dejaron de oler a tinta por otra parte). La industria editorial se adecúa rápidamente a esos cambios que ya son una evidencia. No me parece un debate interesante hoy por hoy.
Además, la inmensa mayoría de los libros que he leído a lo largo de mi vida ya eran libros industriales, impresos en rústica. Luego no se trata ahora, ni antes, de una cuestión de continente sino de contenido.
No obstante he pasado más de la mitad de mi vida ocupándome de la gráfica del libro, de su edición y mucho tiempo -quizás demasiado- de su papel como vehículo comercial que se vende y que se compra. A tantos cientos o miles de ejemplares mayor o menor ganancia para la rueda de la industria; mayor o menor probabilidad de que el autor/a pueda permitirse vivir de su oficio de escritor y no de otros oficios subalternos simultáneos. Conste que todavía hablo de oficio y no de profesión. No es un detalle menor.
Nada puedo hacer para que un libro sea leído por mayorías. No es ese el rol que me motiva y, la verdad, tampoco es algo que me interese en lo personal. Pero si me importa el libro como objeto artístico en todas las direcciones en donde sea capaz de intervenir: me gustan los libros bien diseñados; me gusta la tipografía y hasta la historia de la tipografía; me gusta el papel (incluso el papel en blanco, a secas) y, por encima de todo ello, me importan los creadores. Su hacer, sus compromisos, sus indagaciones a pecho descubierto. Su entereza y su vulnerabilidad.
Me gustan los artistas
Yo soy pintor. Por las razones que sea -incluida la falta de talento, desde luego- siempre he tenido otros oficios que le han restado tiempo vital a mi pintura. No puedo remediarlo, ni falta que hace.
Durante todo el tiempo -es decir durante toda mi vida- he tenido muy pocas certezas: He sabido sin ningún género de dudas que la pintura, que la imagen y que el color, han sido la fuerza motriz de mi pasión creativa y, también, que nada de lo que pueda pintar me resulta trascendente. Importante para mi, sí, desde luego, pero no en un sentido trascendente
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Me interesa la creación y la creación es un acto efímero.
Con esta idea, la de la búsqueda de la belleza como acto creativo disciplinado y riguroso pero efímero e insolente, quiero reunir el trabajo de escritores cuya obra me conmueve y su actitud ante el arte me regocija y alimenta.
Eso quiero: alimentarme de su trabajo e interpretarlo desde el mio. Es decir leerlos de verdad, a fondo y quedar expuesto luego.
Pero sin solemnidad, sin que exista pretensión alguna de trascendencia.
Por eso pinto sobre un soporte tan irrelevante como una camiseta (única e irrepetible). Para que toda la "solemnidad" de mi obra quepa en una lavadora y sobre espacio
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Arte para vestir, para pasearlo por la calle.
Y los libros de la colección "Poética y peatonal", para aquellos que amen los libros pequeños, esos que dan ganas de besarlos. http://www. ejemplarunico.com/2012/12/ poetica-y-peatonal.html
Sobre cómo surgió Ejemplar Único, Gabriel Viñals nos desvela algunas cuestiones relevantes: Tendría 5 años, o algo así. Mi padre escribía a máquina en su escritorio -al que tanto se asemeja este donde ahora trabajo- que estaba en un rincón al fondo del pequeño salón en la pequeña casa donde vivíamos entonces. Mientras él tecleaba y tecleaba yo pintaba en silencio, sobre una mesilla, arrodillado en el suelo. Recuerdo la luz solar entrando por la única ventana y recuerdo, también, que se fue haciendo de noche. Él, mi padre, encendió una lámpara de brazo articulado que con una fría luz azul iluminaba de misterio aquel salón austero. Era verano, creo.
En algún momento, luego de lo que supongo fueron varias horas de callada compañía, sentí urgencia por salir a la calle en mi bicicleta verde a dar vueltas veloces: una urgencia vehemente y desbocada que aún puedo sentir, me parece, si pienso en aquel momento.
Lo cierto es que me caí, me di un formidable porrazo y me partí la ceja izquierda contra el suelo.
Dejé la bici tirada y regresé a casa asustado, dolorido y sangrante. Mi padre al verme se alzó alarmado y vino en mi auxilio preguntando: "- pero ¿qué te pasó?
-"
Contaron siempre en mi casa que la respuesta fue: "¡se cagó de un golpe el pintor!"
Muchos, muchos años después, mi padre escribió algo sobre aquel incidente comparando mi bicicleta con el caballo de Leonardo por las calles nocturnas de Florencia. Me emocionó y se lo agradecí entonces. O espero haberlo hecho porque ahora ya no está, ya no es posible
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Tengo para mi que aquel día descubrí que siempre sería sino pintor, creador de imágenes al menos. Y lo atesoro, y lo preservo
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Pero descubrí algo más serio e importante, más vital y certero: necesito del silencio en compañía.
Tengo la impresión que eso denotan mis imágenes. La impresión o tal vez la esperanza.
Por si acaso, si no fuese así, cualquiera puede ver la cicatriz que me divide la ceja en dos y recordármelo.
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