viernes, 13 de marzo de 2015

“CRISTINA ITURRIOZ. Veinte años de Pintura y Fotografía”, Libro de la pintora navarra presentado en Madrid


Cristina Iturrioz, artista visual


L.M.A.

         13.03.2015.- Madrid.- La pintora y fotógrafa navarra residente entre Madrid y Pamplona, Cristina Iturrioz, ha presentado su libro Cristina Iturrioz. Veinte años de pintura y fotografía, en la capital de España. El libro ha sido publicado por Prepress and Printing.

         La crítica de arte Julia Sáez-Angulo, vicepresidenta de la Asociación de Críticos de Arte de España, AECA,  es la autora del texto del libro, en el que, entre otras cosas dice:

         “El arte está en el ADN de Cristina Iturrioz. En su familia ha habido coleccionistas y artistas; ella misma dibujaba y pintaba desde niña, al igual que sus hermanos que estudiaron Bellas Artes, si bien ella derivó hacia Empresariales y Derecho Fiscal en la Universidad de Deusto. Pero la creatividad plástica no la dejó un solo instante; en paralelo a sus estudios, seguía dibujando, pintando y llegó a diseñar moda. Lo necesitaba; lo suyo era crear formas, manipularlas y dotarlas de ritmo y color. Su recorrido por el circuito artístico de museos y exposiciones la estimulaba a seguir creando más allá del diseño; su continuada amistad con artistas –Ginés Serrán, Juan Correa, Pedro Sandoval…- le ayudaba –según confesión propia- a disfrutar siempre en el campo en el que quería estar: el arte. Cristina Iturrioz reconoce que junto a los artistas, los buenos artistas, ha aprendido a mirar, a contemplar la obra de arte despacio, a educar el ojo, algo muy importante y decisivo a la hora de enfrentarse a cualquier género artístico.

Cristina Iturrioz Nicolás (Pamplona, 1969) desde muy pronto sintió la devoción por los materiales, las texturas y los pigmentos. Artista polifacética y polivalente se fue integrando paulatinamente más allá del dibujo y el diseño, en la pintura, los relieves, los murales, la escultura, la fotografía, la publicidad…  Asistió a cursos puntuales de arte y fotografía, pero ella se considera fundamentalmente autodidacta de muchas horas de trabajo e indagación en el estudio, de manipulación e investigación con los materiales para lograr texturas. Ha practicado el consejo de Cezanne: “mirar intensamente la obra, dar dos pasos atrás y volver mirar”.  Ella sabe que el artificio acaba creando verosimilitud.

En las Bodegas Chivite (Pamplona)


Sus comienzos artísticos fueron hacia el dibujo, el diseño gráfico y la pintura figurativa, con la naturaleza como motivo, con la realidad como modelo. La mímesis de la contemplación era su objetivo en el arte, pero de modo paulatino comprendió que a la mirada inmediata de las cosas cabía aplicarle una visión personal, una interpretación singular, un paso más allá que confiere la propia reflexión y estilo. Un lenguaje propio, un paralelo con la expresión de Virginia Woolf en su ensayo Una habitación propia, que aboga por la creatividad femenina. Cristina Iturrioz habla de la necesaria “soledad del estudio” para interiorizar el pensamiento y la creación.

El retrato libre, desenfadado y pop fue uno de los primeros trabajos que desarrolló con gran éxito de aceptación entre una clientela entusiasta que difundía boca a boca con éxito su trabajo artístico. Una etapa que vivió sobre todo en su estudio de Marbella. Fue un tiempo feliz y desenvuelto en la década de 1990 y principios de 2000, en el que su arte tenía acentos lúdicos y espontáneos. Pero sus pulsiones y deseos iban más allá; empezó a sentir que buscaba otra cosa; comenzó a investigar en un arte más libre todavía de la realidad y de la  mímesis. Un arte de calidades y texturas en el soporte, un hacer más expresionista en la abstracción.

Su trayectoria comenzó hacia 1994, por lo que la pintora navarra ha querido recogerla en este libro. Veinte años, cinco lustros, entregada al arte, es un buen momento para recapitular y hacerlo. Algunos coleccionistas fieles se lo pedían: un libro que acoja su trabajo artístico, principalmente el de su último período en el que la autora se ha volcado con mayor rigor e intensidad, mostrando una línea de investigación peculiar en sus series normadas, a partir de un elemento o forma que cambia de escala hacia lo diminuto y que ha seriado y manipulado plásticamente hasta el asombro. Es una clara etapa de entrega, reflexión y madurez.

Los motivos de inspiración o de apoyo los describe Cristina Iturrioz con claridad en sus entrevistas: “Al crear intento trasladar lo que esta rondando en mi mente y sale de forma espontánea. Unas veces son imágenes, otras sensaciones, objetos, personas, películas, viajes, música, algo que me llamó la atención… Al terminar, intentó ver si cuadra con aquello que imaginaba y si coincide con lo que imaginé, vi o sentí”. (1) En suma, el arte se alimenta de las emociones y al mismo tiempo es una herramienta para canalizarlas. “El arte juega una parte formativa en la manufactura de la verdad”, dice el citado pintor Gerhard Richter (2)

Cristina Iturrioz es mujer trabajadora y disciplinada, porque está convencida del aserto “es bueno que la inspiración nos encuentre trabajando”. “Cuando entro de lleno en la investigación o realización de una obra, no puedo dejarla”, insiste la autora En sus estudios de Madrid, Pamplona o Marbella –según sus estancias o viajes -, se da su entrega y ofrecimiento de tiempo y energía al arte –su verdadera vocación y pasión-, dedicación intensa y prolongada, hasta decir con Cy Twombly: “pintar lleva siempre consigo algún tipo de trance”, para lograr lo mejor de sí mismo, la obra más perfecta que esté a su alcance.

La artista navarra matiza sobre el proceso de la creatividad en su propio caso: “Puedo estar más de un mes sin trabajar en el estudio, pero mi mente no deja de barruntar e imaginar lo que voy a hacer a continuación, cuando me encierre durante días enteros con jornadas de dieciséis horas”. Hay un tiempo para todo, dice el Eclesiastés (3); tiempo de pensar y tiempo de hacer; tiempo de reflexionar y tiempo de decidir; tiempo de imaginar y tiempo de realizar; tiempo de nutrirse y tiempo de desvelar energías”. (...)


El Huevo como núcleo, forma elemental y hallazgo
     
         "En su última etapa, exactamente a comienzos de 2014, Cristina Iturrioz llegó a la conclusión de que la forma más simple y sencilla era a su vez la más elegante y plástica. Esa forma la encontró en el huevo como origen y núcleo de la vida, como principio y génesis de toda una larga secuencia vital, que habría de darle apoyo y base para todos sus deseos expresivos e inquietudes artísticas. Así nació la serie El Huevo, en la que la autora ha dado cauce, en formas ovoides, a todos las ideas que bullen en su mente. Recordemos que el arte es concepto, más allá de su sentido plástico u ornamental.

         El Diccionario de símbolos de Juan-Eduardo Cirlot dice que “en el lenguaje jeroglífico egipcio, el signo determinante del huevo simboliza lo potencial, el germen de la generación, el misterio de la vida. La alquimia prosigue manteniendo ese sentido, precisamente porque se trata del continente de la materia y del pensamiento. Del huevo se pasa así al Huevo del Mundo, símbolo cósmico que se encuentra en la mayoría de las tradiciones, desde la India a los druidas. La esfera del espacio recibía esa denominación; el huevo estaba constituido por siete capas envolventes (los siete velos o esferas de los griegos) (4)

         El Huevo ha sido una serie muy fértil, como la leyenda del huevo de Colón en el Descubrimiento de América. Un encuentro casual, que el azar regala sin apenas haberlo buscado. En una suerte de frenesí total, la fotógrafa Cristina Iturrioz comenzó a pintar fotografías de huevos, 60 x 40 cm. con una rica técnica mixta, a base de pigmentos acrílicos, lacas, barnices… Buscaba texturas y efectos para lograr la obra artística más acertada en su manos. Así nacieron formas ovoides pictóricas de todo tipo, como los homenajes a sus admirados maestros como Joan Miró, Piet Mondrian, Jackson Pollock, Antoni Tàpies, Eduardo Chillida… Los grandes del arte que merecen reconocimiento. Sobre las formas ovoides ha pintado abstracciones, paisajes, geometrías de arlequín, lunares del Flamenco, irisaciones, naturalezas… hasta un huevo de Fabergé, como guiño a los célebres huevos rusos. “En gran número de sepulcros de Rusia y Suecia, se han hallado huevos de arcilla, depositados como emblemas de la inmortalidad”, recuerda J-E Cirlot en su Diccionario de símbolos (4. Ibidem). La imaginación de la autora parecía insaciable. “Sólo dejo una serie, cuando comienzo a ver que me repito”, afirma.

Los resultados visuales obtenidos con esos huevos pictóricos iban estimulando a la artista. Seguidamente llegaron las combinaciones de huevos, de manera diferente a como antes había alternado las bailarinas, jinetes y muñecos. Presencias y ritmos renovados en cuadros de gran formato. Después siguió la manipulación pictórica sobre las formas ovoides, como si Cristina Iturrioz no pudiera deslindar la pintura de la fotografía, géneros artísticos en los que ella se encuentra en su elemento".

Cristina Iturrioz estudió Empresariales en Deusto y es copropietaria de Bodegas Chivite, pero es el arte el que ha acaparado su interés más intenso a lo largo de su vida.

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