Julia
Sáez-Angulo
El
musicólogo Stefano Russomano es el autor del libro La música invisible de los planetas, las estrellas y el cielo,
publicado por la editorial Fórcola. El punto de partida fue la observación de
que “a su paso por Saturno, las ondas Voyager tomaron, en los años 80 del siglo
pasado, numerosas fotografías de sus anillos. Aquelas imágenes, tras reproducir
con suma precisión el diseño de los anillos en forma de surco sobre un disco de
vinilo, la audición desveló por sorpresa, un fragmento de la Ofrenda musical, una de las composiciones
más enigmáticas y esotéricas de Juan Sebastian Bach.
El
índice del libro recoge epígrafes sugerentes como: El rey los planetas, Músicas para la eternidad, Cantan las piedras, Las
inacabadas de Schubert; La “música secreta” del duque, El Tao de Mozart,
Sonidos en un paisaje de nieve, Canciones de abajo y de arriba, Temperamento
negro, La catedral sonora, Voces interiores, Los silencios de Sibelius y un
tema que no aparece, Voces del agua, En busca de las nifas, Por qué cantan los
pájaros…
Todos estos capítulos son pequeños artículos o ensayos de alguien que
sabe música, que indaga y lo cuenta con la gracia de un narrador.
“Decía
Rilke que la música es a la vez melodía y universo (Tönem und All).Estarían presentes en ella dos vertientes
indisociables: una visible producto de la acción e invención humana, y la otra
invisible, un principio de resonancia cósmica que entrelaza cosas distintas en
el tiempo el espacio y la forma , englobándolas en un todo ordenado”, dice
Russomanno en el preludio.
La
música es un principio de resonancia cósmica afirmaban los pitagóricos, la
música entrelaza cosas distintas en el tiempo, el espacio y la forma,
englobándolas en un todo ordenado. Como crítico musical, Stefano Russomanno ha
hecho investigaciones y experimentos, recorriendo épocas y compositores
diferentes para tratar de explicar esa “música invisible que envuelve el
espacio y lo existente.
“La
armonía invisible es más fuerte que la visible” dejo dicho Heráclito. Los
antiguos hablaban de la “armonía de las esferas”, la música inefable que se
consideraba producida por la rotación de los cuerpos celestes, cuyos sonidos
serían la emanación abstracta de oden y del movimiento bien regulado que
gobierna el Cosmos.
“El
que ve solo notas, no ve música” dice Francisco Guerrero, y esta cita abre el
libro de Russomanno.
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