sábado, 21 de octubre de 2017

Juan Díaz: La acuarela como técnica sublime de la pintura



Juan Díaz


 "Lugar de encuentros". Juan Díaz



Julia Sáez-Angulo

            21/10/17 .- MADRID .- A Juan Díaz no le gusta que le llamen acuarelista, sino pintor, como al que pinta óleo o acrílico. Para  él, la acuarela es el culmen sublime de la pintura y en un proceso progresivo de depuración, él ha llegado a la esencia de su arte que bordea la abstracción y la pureza.

            En el jardín de su estudio, en el barrio madrileño de la Guindalera, sorprendo al artista acariciando unas esculturas de hierro. “Son algunas de las obras que quiero presentar, quizás en la próxima exposición. Son objetos encontrados que he seleccionado con la mirada, manipulo  y restituyo en una presentación diferente”.

            El artista de hoy es pluridisciplinar y Juan Díaz Rubio (El Real de San Vicente, Toledo, 1953) se encuadra en ello, si bien su entrega e investigación se centran sobre todo en la acuarela, en la que ha logrado cotas de amplitud, belleza y síntesis inigualables, hasta figurar en la primera fila del género.

            Su última exposición tuvo lugar en  2016 en la galería Kreisler de Madrid, bajo el título de “Momentos íntimos”. Juan Díaz es el artista decano de la citada galería, decana en Madrid. “Al otro lado de la luz” fue el título de otra espléndida muestra que presentó en La Rioja, en el espacio expositivo de Pedro Torres, un marchante de arte que se ha jubilado recientemente, tras una trayectoria fecunda en el circuito artístico.

            El paisaje, que siempre bordea la abstracción, es el género preferido por el autor para una ejecución abierta, insinuante y sutil de forma y color.  La depuración de la forma es una de las obsesiones del pintor Juan Díaz, que pronto va a retirarse a su casa de Oyambre (Cantabria) para, desde allí, abordar las playas y el mar, además de los cercanos Picos de Europa y plasmarlos en sus acuarelas.

            Desde su casa de Cantabria contempla la playa, diferente cada día como si quisiera con ello invitarle a pintar una nueva acuarela. También ve el pico del Naranco de Bulnes, el gran atractivo de los Picos de Europa.

            Comillas es el lugar de una de sus exposiciones próximas en verano, sitio en el que cuenta con buen número de seguidores y coleccionistas que se embelesan con sus cuadros, en los que recrea los paisajes marítimos y montañosos de los alrededores.

            Especiales son las Estelas del pintor, cuando introduce la acuarela en altos cilindros transparentes con bases aparentes de nieve, playa y tierra. No siempre es el formato cuadrado. Los dípticos, incluso con bisagras forman también parte de la presentación de las acuarelas. Al igual que los cuadernos, como los de Castilla, de una gran belleza plástica.

            Otro de los empeños del pintor es la permanencia de la obra de arte a lo largo del tiempo: “los materiales tienen que ser impecables: papeles sin un átomo de acidez, resistentes y no contaminados ni siquiera por un passe-par tout inconveniente que le influya. Su empeño en un papel deseado llega al punto de buscar en Fuenterrabía a un buen artesano que le consigue el tomo ocre de un papel ruso que adquirió, que lo llevó de modelo por su textura y virutas, pero necesitaba restarle su acidez para que perdurase en el tiempo. El artesano lo logró.

            “Todo este empeño me lo transmitió el pintor Rafael Requena, a quien admiré mucho y que exponía también en Kreisler”, explica el autor.

Venezia, Estambul. Patagonia, La Rioja…




            Algo singular le ocurrió también con un papel mexicano grueso, hecho a mano, de raíces machacadas, con una textura fascinante. Se lo enseñó al pintor Enrique Brikmann y este tomó un pedazo e hizo un dibujo original interactuando con los montículos y hendiduras de aquel papel. El dibujo está ahora enmarcado en el despacho de Juan Díaz, no lejos de otro dibujo del artista cubano Fabelo, que también estuvo en su estudio.

            Con ese papel ocre hizo una serie sobre Venezia, que fascinó a coleccionistas y visitantes. Los callejones de la ciudad de los canales cobraba en aquel soporte una magia especial, casi real por el color de sus muros. Venecia es la fuente de vedutae por excelencia; Juan Díaz no escapó a ella, como Claude de Loraine, como Canaletto…

            Estambul fue otra ciudad que también le inspiró una fértil saga de acuarelas. “Es una ciudad magnífica”, dice.

            Juan Díaz viajó en dos ocasiones a la Argentina y visitó la Patagonia y Tierra de Fuego, paisajes que plasmó en una singular serie denominada Ruta 40. “Fue gozoso representar las nubes tal y como se pueden contemplar en aquellas latitudes. Al pintor, más que “sin título”, le gusta llamar “lugar de encuentro” a sus paisajes; realmente el espectador se une al autor en la obra de arte.

            La Rioja, sobre todo la sierra de la Demanda en San Millán de la Cogolla, con sus monasterios de Suso y Yuso, ha sido también una geografía recreada en su obra y disfrutada en los paseos. “Necesito pensar, concentrarme, reflexionar y es así como finalmente sé lo que quiero pintar y como hacerlo”, explica el pintor.

            “La acuarela es por encima de todo transparencia y por ello desecho lo colores terrosos de algunas marcas o la abundancia de pigmento para los oscuros, como hacen algunos. Incluso en los nocturnos deben percibirse las transparencias”, añade el artista. “Últimamente, más que dibujar, me interesa crear atmósferas y lograr la esencia de lo que he mirado y quiero representar. Si sigo así, creo que llegaré a la abstracción total”.

            “El arte es un modo de comunicación, que invita y enseña a mirar”, concluye Juan Diaz, un artista que ejerció la docencia en sus inicios en la madrileña academia Faenza, donde enseñaba a los alumnos ·grasas y a conseguir los óxidos silicatados en grandes formatos".
           

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