Víctor
Morales Lezcano
28/02/18 .- Las actuales
circunstancias internas que se están concitando en España, desde el arranque
del segundo decenio del siglo XXI, no pueden dejar de percibirse como una edición contemporánea del
sempiterno separatismo peninsular.
Cabría lanzar al ruedo muchas
preguntas e interrogaciones sobre por qué,
a cuarenta años luz de distancia de la transición que se produjo al final de la
dictadura (1939-1975), vuelve a germinar en Cataluña y en Vasconia,
particularmente y de nuevo, el nacionalismo periférico que desafió al Estado
español, en repetidas ocasiones, desde el último tercio del siglo XIX hasta
1936.
No es la intención, por parte de
quien suscribe, hacer repaso de un fenómeno histórico tan recidivo como el que
se aborda en estas cuartillas. Conviene recordar al lector, sin embargo, que
han pasado ampliamente inadvertidos algunos ensayos de Miguel de Unamuno,
escritos aproximadamente entre 1890 y 1910, y atinentes al tema de marras. Dos
de estos, titulados En torno al
casticismo y La crisis del
patriotismo, resultan relevantes, todavía hoy. Precisamente por el modo en
que Unamuno plantea, con agudeza y anticipación, el asunto del nacionalismo
separatista catalán y vasco dentro de España.
Creo que intelectuales
relativizadores de las ideas y creencias, como Unamuno, no han abundado en
España. Léase, a continuación, una expresión del atributo mental que se le acaba
de aplicar a Unamuno (amén de sus contradicciones, premeditadas, o no). En una
reflexión titulada Más sobre la crisis
del patriotismo, escribía el entonces rector de la Universidad de Salamanca:
…
En estos días (1906) he oído a más de uno protestar de que se
habla de superioridades e inferioridades dentro de los pueblos y castas que
integran España. Ello es una tesis etnológica, discutible como tal, pero que ni
puede ni debe negarse a nadie el derecho de sostenerla. La superioridad o
inferioridad ─añade Unamuno─ no son nunca, por otra parte, genéricas o
tales, sino específicas o parciales, y sucede que el pueblo A es inferior al
pueblo B en un respecto y le es superior en otro.
Corriendo el riesgo de prolongar
abusivamente la cita de Unamuno, véase la “indirecta”, tous azimuts, que lanza nuestro autor, a continuación:
… El sentido político y gubernativo, por poner un ejemplo, es una aptitud específica que puede muy bien
faltar a un pueblo que supera en otro respecto a tal pueblo que le es, a su
vez, superior en sentido político y gubernativo.
Las reflexiones anteriores datan ─recuérdese─
de 1906, año de coyuntura histórica en la que el agotamiento del andamiaje
político de la Restauración empezaba a resquebrajarse, sin solución de
continuidad, hasta desembocar en septiembre de 1923. Fue este un momento en el
que el recurso al general Primo de Rivera vino a certificar la consagración de
la España “invertebrada”, que, entre diversas fracturas nacionales sufridas
durante el siglo XIX, venía soportando una crisis del Estado agravada por los
nacionalismos periféricos ─separatistas de antaño─, que reverdecieron con
pujanza, una vez más, durante el transcurso de la Segunda República.
Hoy, Unamuno volvería a relativizar
la cuestión del supremacismo y de la inferioridad de los pueblos con su
incisivo empleo de los oxímoron.
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Bueno, doctor Morales es una idea común en EUROPA en el momento en que Unamuno pergeña esas reflexiones, y más común si cabe si reflexionamos que estamos en el contexto de la Europa anterior a la I G Mundial. Blasco Ibáñez habla en boca del carpintero, místico y anarquista ruso Tchrnoff, amigo de Julio Desnoyers en "Los cuatro jinetes del Apocalipsis" de la superioridad de l Civilisation francesa sobre la Kultur germana, un mensaje sobre el que se articulaba la "guerra cultural" entre los Estados, paralela a la guerra de las trincheras.
ResponderEliminarLos intelectuales alemanes, también, apoyados por los suecos Rudolf Kjellén -discípulo del geógrafo alemán Ratzel y uno de los padres de la geopolítica alemán- y Gustav Steffen, y el ideólogo racista británico Houston Stewart Chamberlain defendian el concepto de "Kultur" para oponerse al concepto de Civilisation utilizado por los franceses. Esta contraposición se articuló enfrentando las "ideas de 1914" a las de la revolución francesa de 1789; es decir, la libertad entendida como "libertad alemana", en el sentido de la entrega del individuo a la sociedad, lo que exige valores autoritarios tipicamente prusianos, tales como el cumplimiento del deber, del orden y de la disciplina, superiores al hedonismo y al individualismo de sus adversarios, los franceses.
Toño, el de Burning.