martes, 6 de marzo de 2018

María Eugenia de Beer, la primera grabadora de la Corte española




La Biblioteca Nacional conserva casi toda su obra



Grabados de María Eugenia de Beer



L.M.A.

-6 de marzo de 2018- Maria Eugenia de Beer fue un caso único en la Corte española de la primera mitad del siglo XVII. Activa entre 1640 y 1652, la artista está considerada como una de las primeras grabadoras y casi toda su obra –sesenta y ocho láminas- se conserva en la Biblioteca Nacional de España.

Su condición de mujer en el panorama artístico del momento supone un elemento excepcional: es la única grabadora de la que se tiene constancia en estas décadas en Madrid, aseguran los expertos José Manuel Mantilla (Museo Nacional del Prado) y Javier Blas (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando).

Aunque se desconocen muchos aspectos sobre su vida –no se tiene constancia de la fecha exacta de su nacimiento, ni de la de su fallecimiento ni de los motivos por los que cesa en su actividad-, la BNE conserva prácticamente toda su producción, compuesta en su mayor parte de portadas de libros y de retratos, los dos géneros fundamentales del grabado barroco español.

Entre sus láminas grabadas, sobresale el retrato Diego de Narbona que figura en Annales tractatus iuris… de Tomás Tamayo de Vargas (1642). Es la obra maestra de la autora, en la que se ha destacado la profundidad psicológica, la delicadeza y la acertada volumetría de la figura. Además, fue realizada en colaboración con uno de los mejores pintores del momento Juan Bautista Maino, autor del dibujo.

De Beer realizó al menos sesenta y ocho grabados, sin embargo, gran parte de ellos se concentra en dos grupos numerosos: treinta en los Exercicios de la gineta al Principe nuestro señor D. Baltasar Carlos, de Gregorio de Tapia y Salcedo (1643) y veinticuatro en el Cuaderno de aves, realizado para el príncipe Baltasar Carlos, obra de la que solo se conoce un ejemplar en la colección del Banco de España, que puede ser fechada hacia 1637-1639, por lo que sería la primera obra de la artista.

Mantilla y Blas explican que su producción se concentró entre 1640 y 1645 y que fue bastante reducida, ya que fuera de estos dos volúmenes, apenas hay otras catorce obras. 

Familia de artistas

Al igual que en el caso de otras mujeres pintoras de la época como Josefa de Óbidos (1630-1684), escultoras como La Roldana (1652-1706), o grabadoras como Ana Heylan (†1655), su actividad profesional se explica por su pertenencia a familias de artistas, con las que aprendieron los principios del oficio y en cuyos talleres desarrollaron su técnica.
Fue hija de Cornelio de Beer, un pintor y editor de estampas flamenco que estuvo activo en Utrecht en 1616, donde formó parte del gremio de pintores de San Lucas. Nada más sabemos de él hasta que en 1618 aparece en Madrid como maestro pintor en un contrato de aprendizaje con el joven Francisco de Balera, de 14 años. El catálogo de su obra conservada no es muy conocido, si bien sabemos que se dedicó fundamentalmente a la pintura religiosa y a los bodegones, trabajando sobre todo en la Corte y más adelante en la provincia de Murcia.

En 1621 contrajo matrimonio con Ana de Conce, natural de Breda, momento a partir del cual debemos considerar la fecha de nacimiento de María Eugenia, de la que nada sabemos documentalmente hasta 1640, año en el que se publica la primera de sus obras fechadas, la portada del libro de Francisco de Rojas Tomo segundo de los Opprobios q. en el árbol de la Cruz oyo Xpo. qdo. dixo las siete palabras.

Realizada con la corrección que caracteriza este tipo de ilustraciones librescas de la primera mitad del siglo, la estampa es una prueba elocuente de que María Eugenia había tenido una correcta formación artística en su adolescencia, apuntan Mantilla y Blas. Al ser hija de artista, es casi seguro que realizó su aprendizaje bajo la tutela paterna. Los expertos estiman que debía tener sobre 19 años al grabar esta obra aunque se cree que sus grabados en el Cuaderno de aves son anteriores.

En 1640 realiza también las portadas de Sumo Sacramento de la Fe y Praxis totius moralis theologiae, con complejas composiciones alegóricas relativas al contenido de las obras. Y en 1641 realiza el retrato que aparece en la portada de los Discursos espirituales del Ilustrissimo Señor Don Iuan de Palafox y Mendoza (1641), que contiene la efigie de la reina Isabel de Borbón flanqueada por sus santas patronas Isabel de Hungría e Isabel de Portugal. Debemos suponer además que María Eugenia de Beer fue la autora de los dibujos que posteriormente pasarían a la plancha calcográfica, ya que ninguna de estas obras presenta indicación de que otro artista proporcionara dibujos previos.

En sus últimos años de actividad continuó realizando notables retratos, como el de Gregorio de Tapia y Salcedo (1644), otro del príncipe Baltasar Carlos en la portada de Instituciones políticas de Diego de Tovar Valderrama o el del jesuita Alfonso Rodríguez incluido en Vida, hechos, y doctrina del venerable hermano Alonso Rodriguez (1652).

Hay que recordar que la situación del grabado en la España de estos años ofrece un panorama dominado inicialmente por artífices franceses y flamencos que llegaron a nuestro país para satisfacer unas demandas, básicamente editoriales, que los grabadores españoles, pocos y mal preparados, eran incapaces de satisfacer. La carencia de talleres en los que se pudiera efectuar un aprendizaje y los privilegios obtenidos por las imprentas flamencas para los libros de rezado desde el tiempo de Felipe II, habían impedido que los españoles pudiesen desarrollar unos conocimientos técnicos que resultaban especialmente necesarios en una sociedad en la que la imagen desempeñaba una función comunicativa de gran importancia. En este contexto, se enmarca la labor de María Eugenia de Beer, con orígenes extranjeros, centrada en frontispicios, escudos de armas, retratos e ilustraciones de libros.

Fin de su carrera artística

Hay muchos aspectos de la carrera y la vida de Maria Eugenia de Beer que todavía se desconocen. Entre ellos, los motivos del cese de su actividad como grabadora. Sin embargo, gracias al aporte documental de las últimas investigaciones, se pueden entrever.

Se sabe que el 12 de noviembre de 1641 se casó con el también flamenco Nicolás Merstraten, de 25 años, que sería Ayuda de Cámara y bibliotecario de Juan José de Austria. Conocemos la dote que la grabadora recibió de sus padres, que alcanzó la considerable cifra de “mil ducados que balen trescientos y setenta y quatro mil mara[ve]dis” y que los Beer tardaron cinco meses en dar. 

Además, en el testamento de Cornelio de Beer, realizado el 4 de enero de 1648, se afirma que tiene por hija a María Eugenia de Beer, casada con Nicolás Mistratan [sic] «que anda por la mar en servicio de su magd» y por nieto a Juan Mistratan [sic], de dos años. Este último dato es fundamental, señalan Mantilla y Blas, pues nos indica que en 1645 o 1646 la artista tuvo a su hijo, fechas que coinciden con el momento en que cesa su actividad habitual como grabadora.

Los expertos suponen que la artista, como madre de familia a cargo de su hijo y con su marido ausente, hubo de abandonar la profesión. Aunque sus últimas dos obras están datadas hacia 1650 y 1652, estas fechas se refieren a la edición de los libros por lo que podríamos pensar que los grabados son anteriores.

Poco más sabemos de De Beer, a excepción de las referencias indirectas que figuran en un memorial presentado a Felipe IV por su marido, fechado hacia 1655, en el que solicitó el puesto de Consejero y Ministro Ordinario de Su Cámara de Cuentas de Lila —hoy Lille, Francia— y el de Segundo Bailío de Gante cuando este quedase vacante, y que entre tanto, siguiese gozando del salario como Ayuda de Cámara de Juan José de Austria, para que «pueda entretanto sustentar a su familia y persona». Esto lleva a los investigadores a pensar que, una vez fallecido su padre, y con su marido en Flandes, se trasladó allí con su hijo, abandonando el ejercicio del grabado.

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