L. M. A.
18.04.18 .- Madrid.- Carmen de Silva y Velasco tomó posesión como miembro de la Real Academia de Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, el pasado jueves, día 12 de abril de 2018. Reproducimos aquí el comienzo de su discurso:
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Buenas tardes: mi
nombre es Carmen de Silva Velasco y mi único mérito para presentar este
discurso de aceptación en la Real
Academia de Córdoba es el de ser bisnieta de
Rosario Vázquez Angulo, primera mujer nacida en Córdoba que formo parte
de esta Real Academia. De Bellas Letras y Nobles Artes.
Excelentísimo señor
D. José Cosano Moyano, director de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles
Artes de Córdoba.
Ilustre Junta
Rectora. Ilustrísimas señoras Dª María José Porro Herrera, Dª Ana Padilla Mangas y Dª
Mercedes Valverde Candil, muchas gracias por haberme propuesto para, sin
merecimiento alguno, formar parte de esta noble y bicentenaria institución.
Señoras y señores académicos.
Queridos compañeros,
queridos amigos, querida familia, respetable público. PAUSA
Si alguno de los presentes ha tenido o tiene acceso a mi currículo sabrá
que mi primera profesión es la de
periodista, la segunda poeta, la tercera escritora y la cuarta actriz.
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No una actriz de fama, ni siquiera medianamente conocida, Una actriz con un
carné, cuando estos existían, que me
sirvió para entrar gratis en todos los teatros de Madrid y hacer un meritoriaje
con con el director teatral Gustavo
Pérez Puig.
Yo era actriz de vocación. Me he subido a un escenario
desde que era niña, en las funciones de navidad y he continuado haciéndolo en
la compañía de aficionados de La Farándula. Creo que la mejor agrupación
teatral amateur que existe en España, y además con un título de profesora de declamación colgado
en mi despacho. No es de extrañar por tanto, que una, dos de mis profesiones,
poeta y actriz para presentar mi
discurso.
Antes de entrar en ello asumo que no son poemas perfectos, dignos del Instituto de Estudios
Gongorinos, solo tienen de valía el ser endecasílabos en todos sus versos.
Creo que el teatro como medio de expresión literaria es una de las mejores
manifestaciones artísticas.
El teatro se ha utilizado como complemento de celebraciones
religiosas, como medio para divulgar ideas políticas o para difundir propaganda a grandes masas, como
entretenimiento y también como arte
Creo que jamás he estudiado tanto como cuando
tuve que examinarme de historia del teatro. Pero también creo, que ninguna
asignatura me ha conmovido como la del
teatro griego, cuando las mujeres no podían intervenir en escena y los actores
se ponían coturnos para simular a los
dioses, siendo mas altos que los humanos.
La palabra poética es la verdadera introductora de
embajadores del teatro. Todas las obras sacramentales son poemas, todas las
obras más valiosas son en verso, y pese a que nuestro gran Cervantes dijo de si
mismo que no le habían visitado Calíope la musa del poema, William Shakespeare.
Su contemporáneo ingles escribió la mayor parte de su obra con las coordenadas
del verso.
Esta
Real Academia en la que inmerecidamente
me habéis incluido, quizá en memoria de la que fue mi bisabuela tiene un
espacio dedicado a las artes teatrales: Instituto de Estudios Escénicos; porque
el teatro ha sido siempre la manifestación más cercana del público y a los
escritores nos encantan los diálogos escénicos, y a los actores nos nublan los
sentidos los aplausos del público.
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El discurso que
someto a la aquiescencia, refrendo, venia o voluntad de todos los
presentes versará sobre la vida y la
obra de la poetisa cordobesa María del Rosario Vázquez Angulo.
Desde la supresión
del apellido Angulo, sustituido por el de Alfaro como “señora de” o como “viuda
de”, María del Rosario Vázquez de Alfaro sometió su producción literaria y la
dedicación de su vida al que fuera su mentor desde casi la adolescencia, Manuel
Alfaro de Góngora, su esposo.
Este compromiso de
imagen, voluntad y esencia de mi palabra debo someterlo, como justificación de la
aporía, a las
críticas benevolentes de todos los que amablemente me escuchan. Porque desearía que mi persona fuese ignorada
en su totalidad.
Deben observar que muchas especulaciones
que, en su momento, fueron consideradas aporías, dificultades lógicas
insuperables, paradojas irresolubles, luego han sido resueltas merced a los
avances cognitivos o los cambios de paradigma.
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Porque yo no soy yo,
ni siquiera soy la bisnieta de Rosario Vázquez de Alfaro. Soy Rosario Vázquez
que he tomado el cuerpo de Carmen de Silva, mi bisnieta, para cumplir todo aquello que dejé pendiente con mi inoportuna ceguera y
posterior fallecimiento.
Yo no pisé el suelo
de la Real Academia y debo hacerlo; y, pese a que aquel suelo de la plaza del
Potro no es el que piso ahora, sí corresponde a la misma institución,
engrandecida con la denominación de Real, logro imputable al trabajo de don
Luis de Valenzuela y al refrendo de la importante labor que llevó a cabo. Distinción
concedida por Real Decreto de Alfonso XIII, de 9 de julio de 1915, ciento cinco
años después de su fundación.
No tengo la vanidad humana de los escritores, superada en alto
grado por los poetas donde me deben incluir, pese a estar considerada como una
poetisa sencilla, principalmente enfocada al tema religioso. Porque a mí, a
Rosario Vázquez de Alfaro, no pueden ustedes compararme con Isabel Losa, también
conocida como Isabel Losa de Córdoba o Losa de Córdova que era doctora en Teología.
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Isabel Losa era
conocida por su dominio del griego, latín y hebreo. Recibió el grado de Doctora
de la Universidad de Córdoba.
Después de la muerte
de su marido en 1539, se convirtió en abadesa clarisa y se trasladó a Vercelli
en Piamonte en 1553, donde fundó un orfanato, Santa María di Loreto. Ella murió
en 1564 a los setenta y cuatro años de edad.
Tampoco pretendo que
me comparen con la condesa de Pardo Bazán que, pese a no ser cordobesa, sí fue
la primera mujer que entró en nuestra
Academia. Y, si bien debo referirme a
poetas cordobesas, no debo incluir en esta disertación a las no
asimilables a mi persona, todas aquellas que se disfrazaron de hombres para
poder plasmar sus escritos en las revistas; sí a esas otras valientes en sus obras
como Gertrudis Gómez de Avellaneda de la que Manuel Breton de los Herreros dijo:
“Es mucho hombre esta mujer”.
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Hay que destacar
también que casi todas las poetisas de los siglos XVIII y XIX eran mujeres de
gran mundo, pertenecían a la aristocracia y habían viajado bastante. Yo nunca
salí de Córdoba, lo más lejos que fui fue a Baena y lo hice en diligencia, allí
nació mi segundo hijo.
Siendo justa a los
hechos, en vida de mi esposo también yo estaba instalada entre la aristocracia.
No ocurrió lo mismo cuando me vi obligada a ganarme la vida para mis hijos y
para mí tras su fallecimiento. Más adelante lo contaré todo.
A mí me dieron el
ingreso en la docta institución sin haber leído un discurso, una ponencia, sin
investigar ni siquiera sobre los poetas cordobeses. Yo escribía, sí, escribía mucho, le contaba al Señor y a María
Santísima en verso y en prosa todas mis penas y alegrías; publicaba en casi
todos los periódicos y no era reconocida sobre nada interesante, ni una
minúscula tesina que me permitiera compartir mi escasa sabiduría con la de los
doctos académicos que ocupaban los
sillones de esa institución.
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Agradecí muchísimo el nombramiento. Muchas de las
lágrimas de los ciegos no brotan del lagrimal sino del alma.
Corría el año 1913, yo era anciana ya, lo sé,
y no veía. Mi hijo Manuel me había hecho un aparato artesano para que pudiese
escribir y mi nieta Fuensanta me leía o escribía cuanto fuere preciso.
Aquel día 11 de mayo
de 1913 hubiera sido uno de los más felices de mi vida y en parte lo fue porque
la dulce voz de mi nieta con 13 años leía:
“La primera mujer nacida en Córdoba
que forme parte de
nuestra Academia”.
Yo no quiero emular,
tampoco puedo,
al gran Zorrilla que,
en los ochocientos,
leyó mil versos para en la Academia ocupar aquel sillón
señero.
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Y yo, mujer de un
siglo pervertido
donde poco se alaba
ser poeta,
vistiendo los ropajes
de las damas
y trabajando de la
casa fuera,
me presento ante
ustedes conmovida
por razones que nunca
comprendiera.
¿Por qué a mí, si yo
era más cristiana,
más madre, más esposa
que poeta?
Si mis versos cantaban
las beldades
de un gran balcón o
una florida reja
o lloraban con gran
dolor las penas
del hijo adolescente,
mi Amador
muerto en la soledad
de mi tristeza,
o del amante esposo
que se marcha
para volar al cielo
cuando apenas
pasaba cuatro años de
cuarenta,
amando en
desespero a su pareja
dejando la familia
sin ayuda
una familia entre los
dos compuesta.
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Yo no pisé jamás la
Academia.
Ni contemplé mi
título, era ciega.
Mi nieta me leyó lo
que decía,
una y cien veces si
pedirle fuera,
la carta o distinción
que disponía
el secretario de
Luis Valenzuela
para que esta poetisa
cordobesa
en la docta institución
pudiera
sentarse al lado de
Rafael Velázquez
o muy cerca tal vez
de la duquesa.
Me he referido a la
Pardo Bazán
que, sin ser de esta
tierra cordobesa,
inauguró un nombre
femenino
en la noble Academia
y bellas letras,
bastante antes de que
yo lo hiciera.
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La carta escrita con
el formulismo
de misiva cualquiera
de la fecha,
que ha celebrado la
sesión primera
el sábado día once de
ese enero,
por unanimidad
allí se acuerda
que sea usted doña
Rosario Vázquez,
que ha hecho tanto
por las bellas letras,
primera mujer nacida
en Córdoba
que forme parte de la
Academia.
No había asimilado
todavía
ni había dado aún una respuesta
a distinción tan alta
como aquella
y que dudaba mucho
mereciera
cuando escuché a mi
nieta repitiendo,
encharcados los ojos
de emoción,
susurrando sus labios
las propuestas:
“Primera mujer nacida en Córdoba
que forme parte de la
Academia”.
II
Yo nací como entonces
se nacía,
cogiéndome en sus
manos la partera,
la matrona mejor,
porque mis padres
eran acomodados en la
fecha
y tenían servicio que
llevara
agua caliente y
pañales blancos
para que de esa forma
me vistieran.
Y que el ama de cría
me enseñara
a vivir succionando
su pechera.
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Cuatro de octubre de
mil ochocientos
y año veintinueve,
esa es la fecha
que se apuntó en el
libro de registro
San Andrés antiquísima
iglesia
construida, por mor,
reconstruida
pero en pie desde la
Baja Edad Media,
que acogía las casas
señoriales,
calle San Pablo donde
yo vivía
vida de claustro, en
época ya añeja.
La casa de mis padres
era grande.
Tenía un patio que
cuidaba él.
Dama de noche
perfumaba el aire,
gitanilla colgada en
la pared
y una palmera grande
que subía
pasando el primer
piso y un ciprés
que competían altura
y margaritas
plantadas en
alcorques a sus pies,
una reja pintada en
verde oscuro
cancela donde hablaba
con Manuel,
donde aprendí retórica, sintaxis,
un poco de latín y un
buen francés.
Y se escapaban besos
de los sueños
y crecía el amor
mientras mi padre
regaba las palabras
de sus hijos
con agua, con
claveles y tomillo
y regaba promesas y
también
poemas escritos por
Rosario
y poemas compuestos
por Manuel.
¡Qué bella fue la
época silente
donde el agua en
goteo se escuchaba
sin romper el
misterio de la fuente!
Yo, en un poyo,
ansiosa me sentaba
esperándote pronto
aparecer.
Y, cuando se
escuchaban unos pasos
que se detenían
derrochando ardor
junto a la verja
donde yo acechaba,
te tendía la mano, la
besabas
guardábamos silencio
y al hablar…
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Ya estás aquí
–decía–, te miraba
y declamaba mi mejor
lección:
Bendito seas por
haber venido.
Bendita seas tú por
tanto amor.
Hablábamos de temas
diferentes,
mezclando las
lecciones y el amor.
Y tú, mi querido novio entonces,
mi esposo varios años
después,
moldeaste mi espíritu
vacío
y me enseñaste tanto
que, tal vez,
sea a tu nombre al
que debieran darle
los honores que ahora
me ofrecéis.
Señores del jurado
que escucháis
las formas que me
hicieron ser poeta,
sed justos y otorgad
al que esculpiera
los versos en mi alma
y en mi ciencia.
Pues fue Manuel
Alfaro quien me hizo
madre, mujer, amante
enloquecida
de fervor hacia Dios y a ti, querido,
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Pero fue un espejismo
solamente
lo que viví unos años
junto a él.
Yo tenía veintitrés,
él veinticuatro
cuando la unión nos
la bendijo Dios.
A las tertulias
siempre íbamos juntos,
nos invitaba la alta sociedad,
mi verso empezaba a
ser insignia
de una mujer que, sin
usar disfraz
ni hacerse pasar por lo que no era,
comenzaban sus rimas
a gustar.
Siendo muy joven ya
tenía un nombre.
Y a mi casa formando
comisión
vinieron grandes
nobles y poetas
haciendo realidad una
ilusión:
pertenecer al
tribunal de damas
comparando poemas y, al
mejor.
entregarle la palma o
el trofeo
Hola Carmen, Mi más sincera felicitación por tu nombramiento como
ResponderEliminarmiembro de la Real Academia de Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba
te mereces y mucho esta distinción, Ah! y gracias por esa alegría y entusiasmo que aportas en todas tus actividades.
ResponderEliminarCarmen Silva Velasco... qué extraordinaria escritora entra en la Academia. Pocas escritoras lo merecen más. Su labor en todos los géneros literarios es una de las más destacadas de las Letras Hispanas. Solo puedo felicitarla y, como lector y seguidor de su obra, darle la enhorabuena, a ella, a la Academía de Córdoba y a todos nosotros por compartir este reconocimiento.
Mi Madre Lolita Bustillos a veces me hablaba de su amiga Carmen a la que aprecio mucho, felicidades por tu normbramiento.
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