Julia Sáez-Angulo
Desde que Rufián y otros rufianes y
populistas han entrado en la política vía programas televisivos de jaleo y
jaleado, se creen que la política es un espectáculo, un circo como la pequeña pantalla, que es por encima
todo entretenimiento más que
reflexión. Que Rufián aparezca de vez en cuando con sus adminículos de feria
para mostrarlos a sus señorías y captar una foto y la cámara para los mass
media, resulta patético e indignante. Y por ello ¡cobra! Le falta lenguaje.
La política es un servicio público,
serio y operativo, no un altavoz de creación de personajes curiosos y
prestidigitadores de objetos. Los señores diputados representan al pueblo y éste
se merece un mayor rigor y respeto del que con frecuencia percibimos en los
escaños del parlamento. Ellos, diputados y senadores, han de gestionar la cosa pública con atención, estudio y
legislación, no con insultos – que crean una dinámica de mal ejemplo en la
sociedad- sino con eficacia, operatividad y contundencia en las leyes.
Los secesionistas y xenófobos
catalanes con sus grandes o pequeños lazos amarillos también juegan a llamar la
atención del circo mediático. Hay colegios e institutos donde no se permite
significarse con símbolos políticos o religiosos, pero sus señorías que se
consideran pata negra, sí los agigantan para buscar de nuevo la pequeña pantalla
gritona que se mete en las casas, como vocinglera del entretenimiento.
Los ingleses dicen: manners before moral. Los modales antes que
la moral. Las formas nos hablan, porque son el mínimo respeto al otro, en este
caso al que representan.
Sus señorías están en el parlamento
para trabajar por el programa que ofrecieron durante las elecciones, donde entonces
si pudieron gritar y removerse todo lo que quisieran, pero una vez en el
parlamento: ¡a trabajar el programa! como gobierno o como oposición, pues son
parlamentarios de todos los españoles y no funambulistas, magos, prestidigitadores,
ventrílocuos y demás circenses. Equivocan el lugar. El parlamento es lugar de la razón y la palabra firme y
fiel a lo prometido, no refocileo de
filibusteros.
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