L.M.A.
02.05.18 MADRID.- En plena Guindalera, coda final del madrileño barrio de Salamanca, en la colonia Iturbe de Madrid Moderno, se puede contemplar una espectacular trepadora de rosas de abril amarillas, que perduran hasta mayo. Rosas que cubren la terraza y buena parte de la fachada, sobre la barandilla del rellano aterrazado de la escalera.
Rosas de abril diminutas, sin espinas, con pequeñas hojas verdes que perduran todo el verano para dar sombra. Rosas de abril -banck roses, las llaman en inglés- con fragancia más que perfume, en la calle Luis Adaro, frente a otra casa con glicinas y no lejos de otra con el árbol del amor o de Júpiter y otra con un peral de jardín florecido. Pronto vendrán las celindas. Nada más placentero que una casa con jardín. Para Cicerón un libro y un jardín eran el sumum de la felicidad.
Cada casa tiene su tiempo. Y cada tiempo cambia la casa. La belleza es siempre serena, al menos debería serlo la percepción de la misma. Encontrar la armonía en el lugar al que sujetamos la vida y darle espacio al tiempo y tiempo al espacio es el único modo de fluir y encontrar el sentido de lo humano. Pero no podemos olvidar que todo lo humano está sujeto a la naturaleza y solo un habitat que no la oculte, no la contradiga, puede hacer que esta nos acompañe sin imponerse, solo mostràndose.
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