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Julia
Sáez-Angulo
13/05/18
.- MADRID .- “Sobre Padres e hijos” se ha estrenado en el teatro Guindalera, obra
basada en la novela de Turgéniev con el mismo título. Dirigida por Juan Pastor,
la pieza teatral pone de relieve las diferencias y choques entre las distintas
generaciones.
El
propio Juan Pastor es autor de esta pieza teatral, que sigue en cierto modo el
paralelismo de la extensa novela rusa para traerla a nuestros días y
encastrarla en la actualidad. Un buen trabajo y puesta en escena.
Hay
que dar de nuevo la bienvenida a la compañía Guindalera que reaparece dentro
del festival SURGE de teatro, que tiene lugar del 10 de mayo al 3 de junio de
2018.
Margarita
Lascoiti, José Maya, María Pastor, Jorge Tejedor y Antonio Lafuente son los
autores, bien caracterizados, que dan vida a la obra, con caracteres bien
perfilados en cada uno de ellos.
Son
diversas las cuestiones, temas y valores que se ponen en pie y cuestionan en
esta pieza teatral: desde la intolerancia de las nuevas generaciones ante la
tradición y lo conseguido, al conformismo e inercia de la generación anterior;
desde el maximalismo destructor y revolucionario de los jóvenes, al cronificado
estilo de vida, que la obra muestra en la metáfora del duelo, algo obsoleto
donde lo haya.
Entre
tanto están los temas universales y eternos del amor, del cariño mostrado y del
respeto manifestado que requieren los mayores, los padres que suspiran por una
caricia o un cumplido del hijo. El sentimiento amoroso en todas sus
manifestaciones que clama por su necesidad, por su ansia, por sus derechos.
Emocionante
la escena de la coversación de los padres más humildes con el amigo del hijo,
para sonsacarle y saber algo de aquel. El lenguaje, la ansiedad de los gestos y
la palabra que urge ponen la situación en vivo.
Dos
generaciones, dos casas: de pobre y de rico, y una mujer clarividente, avanzada
y realista que trata de poner las cosas en su sitio, al menos equidistante
entre la prepotencia juvenil y comodidad de la generación mayor. Todo ello con
libertad e independencia, pero con la necesidad perentoria de pactar en muchos
casos, como el propio.
El
autor a través de Ana (María Pastor) narra de vez en cuando en voz alta, para
situar o matizar los espacios y el tiempo. Aquí la dependencia de la novela
rusa se hace patente.
Los
personajes aparecen desde el principio con sus claras propuestas: los jóvenes
parten de una arrogancia y autosuficiencia que junto a su discurso, traen a la
mente la actuación populista y neo-revolucionaria de la actualidad, postura que
en la obra y la realidad se va apagando en su propia dinámica y
contradicciones. Las palabras grandilocuentes son embebidas por el desarrollo
de los hechos en una tradición conservadora que también cuenta, algo que lleva
a un nuevo statu quo, que habrá de ser cuestionado por la generación siguiente.
Oportuna
esta obra, traída de manos de un maestro como Juan Pastor, que ha sabido
parafrasear con acierto al ruso Turgéniev.
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