Julia Sáez-Angulo
10/12/18 .- MADRID .- La puta de las mil noches es la obra
dramática de Juana Escabias
dirigida en la sala Margarita
Xirgu en el Teatro Español, por Juan
Estelrich e interpretada magistralmente por Natalia Dicenta y Ramón Langa. Una
pieza fuerte sobre la condición humana en situaciones cuasi límites o
marginales duras como son la prostitución y sus clientes.
La humillación y la degradación hasta
el sadismo de dos seres que van a pasar una noche juntos, mediado un comercio
carnal y un pago de dinero que mueve a la puta y un deseo feroz de humillar a
la mujer –quizás porque fue abandonado por su esposa a quien odia- y atiza a
una puta envilecida por el vil metal como venganza.
Dos seres dignos de compasión de la
jauría humana donde el mal se ceba sin ápice de compasión, si bien alguna
palabra flota en busca de “dignidad”, por parte de la mujer. Una gran pantalla
visual da hermoso fondo al diálogo sin desperdicio de puta y clientes –dos
malhadados personajes- con una belleza de la ciudad al fondo y la caída
progresiva de la lluvia o de la nieve que va marcando el paso del tiempo.
El final sobrecogedor, donde siempre
la parte más débil es la víctima. El mal como el bien está graduado y aquí se
pone de manifiesto en este thriler progresivo que capta al espectador toda su
atención e interés. Nadie se salva en esta condición humana, pero los niveles
se escalonan en perversión. El cliente es siempre más repugnante que la puta,
aunque no s salve de su condición no siempre impuesta.
Los dos intérpretes son formidables
y solo cabe darles un sobresaliente, fruto de una dirección impecable, que no
hace sórdido un tema de por sí complicado para llevar a escena con elegancia y
eficacia. Estelrich lo ha conseguido.
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