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L.M.A.
Sebastián
Dozo Moreno (Buenos Aires. Argentina, 1964). Profesor de Literatura y Filosofía. Colaborador de los diarios La Nación y La Gaceta de Tucumán entre otros. Finalista del premio de Novela Emecé, hoy Planeta. Director de
Galáctica Ediciones. Desde hace 19 años realiza el café filosófico “La Sociedad
de los Poetas Inmortales”. Productor y director de programas radiales. Dictó
seminarios de Literatura y Filosofía Griega, Rusa y Española en numerosas
Universidades y otras instituciones educativas del país. Es autor de novelas,
libros de ensayos y poesía.
POEMA
No dormía,
vagaba en ese limbo
en que cambian
de forma los objetos,
misteriosos
espacios que separan
la vigilia del
sueño…
Gustavo Adolfo
Bécquer
El Bosque Secreto
Si no lo supiera, no podría vivir. Todo el mundo debería saberlo.
Al otro lado del muro de los lamentos de cemento de la horra ciudad,
está el bosque de cedros azules, con sus ramas dóciles cargadas
de nieve perpetua, quemante, purificadora.
Allá, en donde la vista se pierde. Más allá de mi casa y de la tuya,
en donde los antiguos pusieron en sus mapas monstruos marinos
y el anuncio engañoso, voraz, de hic
sunt leones… Allá, si entrecierras los ojos,
si suspendes la insidia, y desangras tu odio, y destilas el lodo miasmático
de tu frustración incolora, cancerígena, en alambiques de oro
reluciente…
Allá, en donde la esfera muestra su curva descendente. En donde los
polos
augures, imantados, tensan sus arcos vólticos multicolores…
Está el bosque bendito.
Está el bendito bosque con sus estelas rústicas, milenarias,
de pisadas de liebres, ciervos, aves, y el rojo rastro azul del Nazareno
redivivo, marcándote la Entrada.
Del Nazareno, que después de la Cruz se fue a ese bosque a buscar
a la bella de Magdala, a que le ungiera dulce las heridas con su melena
desplegada, negra, hundida en los aceites sensitivos
del Monte de las Lágrimas…
Es que no entiendes lo que digo. Sin saber esto nadie puede vivir.
No lo comprendes, y por eso me miras con tedio y con desdén,
con sorna, y con una mueca estúpida. Endemoniada.
Al irte a dormir, al apagar la lámpara, al volcarte pesado sobre tu
hombro
para disponerte a dormir, como quien cae al hoyo de su tumba
con un ruedo cansino del cuerpo, y un quejido inaudible que estremece
el plumaje del ángel que te guarda…
Ahí, en ese instante pavoroso, de orfandad cósmica, de ausencia óntica,
conciencia hórrida, caída kármica… Ahí, en esa grieta de la nada entre
el Orco
y el mundo, entre el morbo y la espada, está el pasaje estrecho, está el
umbral
sagrado por el que pasa insomne el iniciado
en los misterios órficos de la Grecia Panida, védicos de la India
Brahmánica,
alquímicos del Egipto Hermético, líricos de la Gales Mágica. Y de nada
de esto, porque siempre es el hombre desnudo ante su alma
el que desgarra el velo con su humano sollozo,
y humaniza a los dioses con su pena inhumana.
Ahí, en ese intersticio de la conciencia, en esa hendija de la sombra
entreabierta, por la que el Verbo aúlla como un bisonte en celo malherido
al que un perfume embriaga, mezcla de acanto y rosas,
mezcla de hibisco y sándalo… Ahí, en ese limbo donde tu infancia duerme,
si resistes al sueño, si te mantienes lúcido e ingrávido, si no dejas
¡por nada!
que la pluma de cóndor desprendida caiga en el cieno onírico
para volverte cuerpo solamente, ronco animal
y estatua… Si templado, mantienes con tu soplido rítmico, armonioso, a
la pluma de Psique levitada, subiendo y descendiendo por la escala
de los Nueve Peldaños invisibles…
Entreverás el bosque que te digo, de los cedros azules legendarios,
con sus ramas cargadas de una nieve perpetua, sus galerías todas
resonantes, sus raíces henchidas de una savia latiente curativa…
Y sin temer al fuego que no quema, al divisar las huellas que se
internan profundas y se agrandan,
bajándote de un cuerpo que no pesa...
las seguirás descalzo.
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información
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sebastiandozomoreno64@gmail. com