viernes, 10 de mayo de 2019

Guadalupe Ortiz de Landázuri, ejemplo de liderazgo femenino


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Guadalupe Ortiz de Landázuri


por Francisca Colomer Pellicer, historiadora

            10.5.19 .- Madrid .- Como ha dicho el Papa Francisco, cada santo tiene un mensaje que el Espíritu Santo toma de la riqueza de Jesucristo y regala a su pueblo. En situaciones en que la mujer ha sido relegada, el Espíritu Santo mueve a determinadas mujeres a influir en la Iglesia y a dinamizarla. Guadalupe lo hace, en la Iglesia y desde el Opus Dei.
Su vida fue una aventura: infancia en Tetuán; la dureza de la guerra, que forjó su carácter; la vida universitaria, cuando era muy extraña la presencia de la mujer en la universidad; el descubrimiento de la vocación; el encuentro con san Josemaría: “Tuve la sensación clara de que Dios me hablaba a través de aquel sacerdote...”.
Hizo compatible su trayectoria profesional con su disponibilidad para ayudar en el gobierno del Opus Dei. Fue una mujer completa, muy actual, que a lo largo de su vida abarcó todos los posibles aspectos de la vida de una mujer, y demostró que se puede ser feliz y se puede ser generosa trabajando en todos ellos.
Guadalupe supo acoger las sugerencias de san Josemaría y puso su inteligencia y capacidad de innovación para emprender tareas rompedoras para la época, como la apertura de la primera editorial de España dirigida por mujeres, o la dirección de una residencia de universitarias. En momentos en que no se entendía bien el ser y la tarea de las mujeres, ella fue un ejemplo de liderazgo femenino.
En 1950 san Josemaría le pidió comenzar el Opus Dei en México, con lo que Guadalupe volvió a empezar de cero. Seis años después san Josemaría la llamó para formar parte de la asesoría central de la Obra en Roma. Allí se le manifestó una cardiopatía que la obligó a regresar a Madrid.
Pero no dejó de trabajar: se integró en el  Laboratorio y Taller de Investigación del Estado Mayor de la Armada (LTIEMA), acabó sus estudios de doctorado, obtuvo por oposición la plaza de catedrático de química en la Escuela de Maestría Industrial de Madrid y siguió al servicio de la misión de la Obra.
Cuando no podía más porque su corazón flaqueaba se acostaba en la cama, pero con un libro de Química en la mano. Como ha dicho Cristina Abad, una de sus biógrafas, “fue una persona de vanguardia que contribuyó a abrir el camino a las mujeres en la Iglesia y en la sociedad en una época en que sus posibilidades profesionales eran muy limitadas”.



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