martes, 16 de julio de 2019

Dionisio/Rafael Amargo, flamenco y amor homófilo en el Teatro Clásico de Mérida




Rafael Amargo fuera del escenario



Julia Sáez-Angulo
Fotos: Camen Valero Espinosa


            17/7/19 .- Mérida. Badajoz .- Dionisos, dios exceso del amor, el vino y las bacanales –en Roma sería el dios Baco- se puso ayer de manifiesto en el concepto, la danza y el flamenco de la compañía de Rafael Amargo en el 65 Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida 2019, dirigido por Jesús Cimarro, el hombre de teatro.
            Lo apolíneo y lo dionisíaco son las dos tendencias estéticas opuestas que se dan en todas las artes, concepto tomado de la mitología griega, concretamente de dos hijos de Zeus: Apolo y Dionisio, dioses respectivos de la belleza y la luz, por un lado, y de las sobras o bajas pasiones, en el sentido literal del cuerpo, por otro. En la obra de Rafael Amargo ambos se funden y se integran a lo largo de la danza hasta un fundido total en el desnudo integral masculino de ambos. Dionisio devora Apolo. La luz deglutida por la sombra. Roma hubiera sido más hetero.

            En suma, un espectáculo homófilo, al fin y al cabo “estamos en Grecia”, donde el amor de un hombre con otro hombre era el “más perfecto”, al decir de Platón –era homosexual-, porque se trata de dos hombres, que “eran/son” el sexo superior respecto a la mujer. Los suprematistas siempre han existido y ahora más que nunca, también en el mundo del sexo y del espectáculo.
            El público salía con comentarios variopintos y contradictorios, desde no esperar lo que vieron, a sentirse saturados de una estética escorada. Amargo la justifica por lo del “dios Exceso” y su deseo de transgresión y bacanal, entendidas como homofilia.

            Dicho esto hay que subrayar la belleza de la danza flamenca puntual de Rafael Amargo, cuerpo flexible de mármol pórfido, estatua firme de cristal de Calatorao, singularidad de negro en medio de figuras de blanco pentélico... Una ninfa grácil en rojo que recorre el escenario. La compañía cuenta con dos mujeres espléndidas en el canto y el cante, con voces potentes al piano y en el grupo flamenco, que llenan y dotan de sonido artístico al espectáculo, que ponen música real en medio de la otra música enlatada.
            Un espectáculo construido al modo de las varietés, con cuadros sucesivos que se empalman entre fragmentos recitados por el antiguo Cronos, dios del tiempo “no lineal”, del anciano dios Zeus, padre de Dionisos y Apolo, también de Diana...
            El grupo flamenco, el fuerte de Amargo, es lo mejor, con cante, guitarra, cajón, saxo y palmas... Es lo suyo.
            Al comienzo de la obra, como aperitivo de lo que viene, un  travestí mal hablado y sin gracia, que apenas arranca aplausos. El zapateado de la mujer fue soberbio.
            Al final se parafrasea la oración Bendita sea tu pureza, por Bendita sea tu bajeza. ¡Puaf!, qué mal gusto. Otra vez el travesti.
            La compañía de Rafael Amargo se nutre de Luciana Bongianino, Antonio Albella, Cecilia Sarli, Gerardo Rojas, Rafael Moraira, Daniel Flores, Claudia Martinell, María González, Sandra Hita, Sandra Abril, Ángel Güell. Actriz invitada, Rocío Madrid de Idán Raichel. Con voz en directo: Gema Castaño, Mayte Maya, Javi Mota, David Coronel y la espléndida colaboración especial de Edith Salazar con voz y piano.
            Hoy miércoles, 17 de julio, repiten la función. El 65 Festival dura hasta el próximo 25 de agosto.
            La maravilla: contemplar el espléndido teatro clásico de Mérida, la Emérita Augusta del pasado romano, el templo de Diana, el Museo de Arte Romano del arquitecto Moneo, con el arco de Trajano como referente de altura, que minimiza la colección. Todo es digno de ver y de contemplar, también de hacer una crítica. Mérida tiene el gran patrimonio del pasado; le falta la coherencia de su urbanismo caótico y disperso. Almagro, la ciudad del Teatro del Siglo de Oro, lo tiene más cuidado y unificado.

 Jesús Cimarro y Julia Sáez-Angulo
Teatro Clásico de Mérida con público

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