por Víctor Morales Lezcano
Estas líneas salen del mismo figón en que acabo de hornear un ensayo histórico sobre Galdós, dedicado a uno de sus Episodios nacionales menos conocido. Como venía fraguando desde los últimos meses de 2019 ese ensayo que, probablemente, no tardará mucho en ser publicado, me tomo ahora el cuidado de apuntar a lo que sigue.
Los revivals (literarios u otros) son tan antiguos como lo es el transcurso secular de las autorías. El revival de la obra e, incluso, de la biografía de Pérez Galdós, se inscribe, pues, en la periodicidad cíclica de aquellos.
Muchos de los aspectos versátiles de la vida y obra de Galdós han empezado a aflorar, no ya en escritos salidos de la pluma de “galdosistas” de oficio, sino en ensayistas de tenor literario. Así, últimamente, lo venimos comprobando en El País (Muñoz Molina versus Javier Cercas y viceversa) y en El Mundo (Andrés Trapiello, Manuel Longares, José Ángel Mañas), por referirnos a dos conocidos ─y antagónicos─ daily news. Hasta el punto de que la proliferación actual de abordajes a la nave galdosiana que se prodigan en la prensa española está deslizando el homenaje póstumo al escritor canario (madrileño) hacia un proceso muy conocido: la trivialización de aquello que se está difundiendo de resultas del manoseo a que se somete el sujeto u objeto inspirador, en este caso, del merecido revival de la figura y obra de Galdós.
En todo caso, solo pretendo recordar aquí la manera, incisiva a veces, irónica siempre, que tuvo nuestro afamado novelista al ir recorriendo el incontournable panorama político de la España del siglo XIX, que se inició con el despegue histórico-literario de Trafalgar hasta la culminación de los Episodios nacionales con el que llevó por título Cánovas. Ofensivo sería para el lector de esta columna que se abundara más en el proceso de trivialización al que me acabo de referir. Momentos tan turbios como los que, desde hace unos cinco años, vienen marcando la realidad histórica de la contemporaneidad española no solo no me impiden, sino que me alientan, a recordar un pasaje del célebre Episodio titulado La de los tristes destinos. Es aquel en el que en el que, aludiendo al sistema político de su época, Galdós hace decir a una de sus criaturas de ficción:
Es un lindo andamiaje para revocar el edificio y darle una mano de pintura exterior. Era de color algo sucio, y ahora es de un color algo limpio, pero que se ensuciará en breves años. Luego se armará otro andamiaje. Llámele Vd. república, llámele monarquía restaurada. Total: revoco raspado de la vieja costra, nuevo empaste con yeso de lo más fino, y encima pintura verde o rosa: el edificio cuanto más viejo más pintado.
¿Cabe alguna figuración alegórica más nuestra que la que se acaba de reproducir?
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