lunes, 14 de septiembre de 2020

Florencio de la Fuente: El Quijote del Arte. Memorias (V) Comentarios críticos sobre el coleccionista y sus obras

Retrato joven de Florencio de la Fuente 

Museo de Huete (Cuenca)


Trascripción y redacción: Julia Sáez-Angulo


      23/9/2020 .- Madrid.- Era lógico que una colección que crecía poco a poco hasta el millar de piezas, aunque muchas fueran sobre papel o de obra gráfica, comenzara a mostrarse. Es la vocación oculta, que tarde o temprano sale a la luz. Cuando empecé a coleccionar arte, nunca pensé en ello, pero al pedirme prestadas algunas piezas para exponer, pensé que yo podría hacerlo directamente.
      En la Oficina de Educación Iberoamericana (O.E.I.), de la que fui funcionario a partir de la muerte de mi padrino Pedro de Matheu -gracias, precisamente, a algunos amigos suyos a los que yo había conocido y que me ayudaron, llevé a cabo una bonita exposición en 1978 que presentó el crítico de arte Raúl Chavarri. Entre otras cosas decía: “Durante siglos el arte ha sido el mejor de los maestros, el espejo de la existencia, el libro abierto para las gentes que todavía no habían accedido a la lectura, la narración silenciosa del misterio y de lo inefable y, por ello, esta exposición, es cristalización de las nobles aficiones de un hombre modesto, generoso y apasionado por el mundo de las sombras y formas que el arte nos ofrece”. Esta exposición viajó más tarde a la Caja Provincial de Ahorros en Cuenca, donde fue muy bien acogida en los medios informativos y en el número de visitantes.

    Los medios informativos siempre me han tratado bien y dedicado, comentarios elogiosos a los museos de mis colecciones y, de paso, a mi persona. Algunos me han conmovido como el de J. L. Pelayo en El Debate:
        “Un hombre, su obra, medido por la modestia, la sencillez, el intenso amor a la belleza, he aquí al hombre, Florencio de la Fuente. Y un pueblo, una casa, una tarea, desde el amor y por amor al arte, una colección (...) Pocas veces del pozo rural ha salido viajero semejante. Y como parece claro, la amistad con pintores y artistas revolotea sobre sus sombras. No le importa que la escalada le venga de abajo, sentado a la mesa de los guardadores y guardianes del museo, él vive su aventura interior marcado por las exquisiteces de los vivos colores, las manchas y las figuras. Hasta Oswaldo Guayasamín pinta para él un lienzo. Maneja el mundo de Francisco Bores. Otro pintor, Ángel Muriel, pinta un cuadro para el menudo alcarreño que lanza chispas por los ojos encandilados por los perfiles o los planos”.

Jesús Sotos en El Día de Cuenca recordó mi “irrefrenable pasión por la pintura” –es una realidad- y mi creciente deseo de compartir el arte con otras personas, con otras miradas: “Y quedó la aspiración materializada en el antiguo convento de los mercedarios. Lo que quería era compartir lo mío, el arte, con otras gentes amadas para que gozaran con la pintura tanto como yo.”

Una de las entrevistas más amplias me la hizo en Época, Víctor Márquez Reviriego, buen periodista y esposo de la excelente pintora Pilar Salmerón. Él recogió, entre otras mis declaraciones de preferencia: “Con la pintura parece como si pudiera hasta volar. Esa es la sensación que siempre he querido transmitir a los que de verdad quiero”. Julia-Sáez-Angulo también me hizo una amplia entrevista para la revista Galería/Antiqvaria en la que me calificaba de mecenas.

      Tomás Paredes, presidente de la Asociación Madrileña de Críticos de Arte, AMCA, y subdirector de El Punto de las Artes, me hizo una entrevista en 2008, poco antes del cierre definitivo y triste de la publicación, que tanto ha hecho para informar sobre el arte en España. El critico de arte, que es un poeta, me describía como “Miniatura gigante, pétalo de mies, médium, arco iris de inocencia, ángel azul. Breve, enteco, ágil, desalado, casi duende, listo como una ardilla, no astuto, entregado, diáfano, mollar. Una pasión de leyenda, sólo se cree intuitivo, pero es inteligente, sensible, impulsivo, activo, una tormenta de nieve sobre el sol. Observador, silente, contagia su alegría, no su desasosiego, la ternura le hace confidente del dolor. ¡Árbol que cobija, que pocos se acuerdan de regar! (...) Coleccionista –“siempre entrampado, dificultades para llegar a fin de mes- Fe y cariño y reconocimiento ilimitado a los artistas. Fundador de los Museos de Huete, Requena y un tercero que está al caer. Popular entre los artistas, ojo avizor, zahorí de soñadores. Medalla de Oro de la Academia de Cuenca, presidente de Honor de Bibliofilia de Lourmarin. ¡Un naife quijotesco en la oscuridad!”
En otro momento de la entrevista destaca lo que yo digo: “Me llaman “Quijote de la Alcarria”, “el hombre de los milagros”, han dado mi nombre a una calle. Está bien, sin volverme loco. No he escrito nada, no tengo formación, yo siento el arte, lo vivo, me hace vivir, me emociona, soy un privilegiado. Ya voy por mil piezas (...) El arte está confuso, hay un exceso de todo. Ahora en arte se hacen muchas salvajadas para llamar la atención y llegar antes. El arte no morirá jamás, hoy la confusión está principalmente en la creatividad, pero pasará este bache y llegará un artista que nos vuelva a deslumbrar con su talento”.
         El escritor latinoamericano Renán Flores Jaramillo me hizo la presentación del folleto de una de las exposiciones que he llevado a cabo en Cuenca, en la que presenté el retrato a lápiz del poeta Federico García Lorca, por el pintor Francisco Bores. Flores Jaramillo destacaba de mi colección los nombres señeros del arte hispanoamericano: “Por lo que se refiere a América, la exposición presenta tres inigualables muestras de dos áreas geográficas bien definidas: una de Pedro de Matheu y otra de Carlos Cañas, como representantes del arte de El Salvador y de toda Centroamérica, otra, de Oswaldo Guayasamín, ese ecuatoriano que ha puesto la pintura de su país y la de la Gran Colombia a la altura de las más importantes de el mundo. Los tres representan, desde diferentes ángulos, las cotas alas que ha llegado el arte en el ámbito hispanoamericano”. Después cita con acierto al “dúctil y mágico ecuatoriano Francisco Coello”, un pintor al que yo admiro mucho porque lleva a cabo un trabajo muy elaborado en soportes de tabla, a modo de relieves. En mi opinión es un nombre con presente y mucho futuro. En esta exposición iban también obras del buen paisajista Francisco Lozano y el metafísico canario Cristino de Vera.
     Juan Meliá, hijo del conocido político José Meliá en tiempos de la U.C.D. de Adolfo Suárez es un galerista mallorquín siempre atento y cariñoso conmigo. Yo se lo agradezco. En una ocasión escribió un bonito texto para un catálogo de mis exposiciones que deseo reproducir:
“Un cuento narra la historia de tres peces que habitaban en un lago. Un día avistaron un barco de pescadores que se aproximaba hacia ellos. Uno corrió, sin pensarlo, hacia el barco; otro se quedó esperándolo; el tercero huyó rápidamente por una cascada hacia lo desconocido. Florencio de la Fuente era un pastor que necesitaba huir de un entorno que no le auguraba ningún porvenir extraordinario. No sabía cual era, pero se fue a lo desconocido. Llegó a Madrid y descubrió el arte en el Museo del Prado. Y el arte encontró a Florencio por suerte para todos. Desde entonces, Florencio no ha hecho sino trabajar por un mundo mejor. Por hacer llegar el arte a todos. Él es el primero que disfruta y quiere que los demás también lo hagan. Nunca he conocido a nadie que goce tanto con el arte; conozco a gente con carrera, galeristas, pintores... pero lo de Florencio es superior. Siempre apasionado, optimista, de buen humor, positivo, sencillo, humilde, honesto, generoso... Florencio no es sólo un hombre que ama el arte, sino que hace amarlo a los demás, un amigo con el que nunca te cansas de conversar. Nos hemos pasado horas y horas charlando de arte sin agotamiento, deseando volver a verle al día siguiente para volver a hablar, para ver esos ojos sinceros y verdaderos, los ojos de una buena persona, de un hombre cuyo objetivo en esta vida es conseguir que la gente cultive su intelecto como lo ha hecho él: viendo arte. Gracias, Florencio”.

La Divina Comedia de Dalí
           El 10 de mayo, el de 2006, se inauguró la exposición sobre La Divina Comedia, una extraordinaria serie daliniana sobre la obra del Dante, que yo adquirí a Bernard Antonine Maurel, un librero especialista en Provence (Francia), que pasó a formar parte de mi colección privada de arte. “Si hubo un texto que le convino perfectamente –a Dalí- fue sin duda La Divina Comedia de Dante Alighieri, esta obra brillante de la poesía, llena de todo el ideal de la civilización cristiana del fin del siglo XIII. ¡Cúantas imágenes fantásticas!”, escribió Maurel en un buen catálogo que patrocinó el Ayuntamiento de Requena. La muestra fue itinerante, además de Requena, por Alzira, Almansa, Villena, Ibi y Albacete. El director del M.A.C. Florencio de la Fuente de Requena, José A. Jesús-María también escribió sobre Dalí ilustrador de libros de bibliofilia y destacó “tanto por su envergadura como por su belleza La Divina Comedia de Dante Alighieri publicada por Joseph Foret” (…) suite de cien grabados recogidos en cien carpetas, presentados por la compañía francesa Les heures Claires de París.. “Una de esas carpetas es la que exhibimos en esta muestra”.
         “Numerosos pintores de todos los tiempos crearon ilustraciones sobre La Divina Comedia, entre los que destacan Botticelli, Miguel Ángel, y Gustave Doré –explica Jesús-María- pero Dalí en lugar de realizar una traslación descriptiva literal del texto, se adentra en una recreación psicoanalítica de la obra de Dante Alighieri, utilizando la teoría freudiana. Dalí, que sigue el método que acuña con el nombre de paranoico crítico, aunaría ilustraciones relacionadas con el texto con temas relativos a su propia vida o su universo personal. Por lo que, buscar la coherencia entre ilustración de texto, dentro de esta dicotomía metódica locura/razón, muchas veces es tarea imposible”. La exposición fue un gran éxito de afluencia de público y me llenó de satisfacción.

Un museo como aspiración
Un museo es un lugar de prestigio, donde se muestran las ideas y la excelencia de los hombres, como bien señala Torner. El museo, casa de las musas,  será siempre el lugar más idóneo para mostrar las obras de arte, porque si quiere ser ejemplar, un museo deberá cumplir los tres fines que le marca el Organismo Internacional de Museos de la UNESCO, el ICOM: exponer, conservar e investigar.
Los estudiosos, alumnos de Bellas Artes o profesores podrán acudir a los museos a ver, comparar, relacionar o investigar las piezas artísticas. La obra de arte en directo emite sensaciones especiales que no se perciben de igual manera en la fotografía o en cualquier otra reproducción mecánica.
Si detrás de cada hombre importante hay una mujer que lo sostiene y detrás de cada institución hay una persona que la respalda, yo confío que los museos que albergan mis colecciones cuenten en todo momento con los expertos adecuados para que las valoren y conserven, llevando a cabo las funciones para las que fue hecha mi donación.

* Mañana: Florencio de la Fuente: El Quijote del Arte. Memorias ( y VI) Epílogo y Agradecimientos

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