miércoles, 9 de septiembre de 2020

Monolo Oyonarte: “Caminando en lo innombrable": una investigación acerca de los límites de lo inefable, exposición de pintura en Aspa


GALERÍA ASPA CONTEMPORARY 
 c/ Galileo 19 - Madrid



Manolo Oyonarte



L.M.A.


9/9/2020.- Madrid.- El artista visual Manolo Oyonarte expone su último trabajo artístico en la galería Aspa Contemporary de Madrid. Debido a las circunstancias sanitarias se hacen tres inauguraciones, el jueves 10 y el viernes 11 a las 19 horas y el sábado 12 a las 12 horas. Se garantizará el aforo adecuado, así como mascarillas y geles hidro-alcohólicos.
Enrique Maestú Unturbe Historiador del arte, filósofo y pedagogo de Madrid escribe en el catálogo de la muestra:

“Llevo más de 40 años siguiendo la obra pictórica de Manuel Luis Ortega Oyonarte, al que se conoce por su último apellido. He observado sus diferentes momentos a lo largo de todo este tiempo, pero quizá por la proximidad personal al autor no me sentía capaz de tomar distancia y hacer un comentario objetivo y verdaderamente útil para ayudar al espectador de su obra a orientar la mirada.
Se me han acabado las excusas para seguir demorando esta aportación, sobre todo después del esfuerzo que el propio autor ha hecho para establecer su posición en lo que respecta a su búsqueda como artista. Decidió doctorarse en estética y tras revisar los textos de autores fundamentales construyó una fundamentación teórica que ayuda a entender el sentido de su pintura. Hecho que nos ayudó a los demás a transitar de modo más acertado a través de sus propuestas artísticas. Consideraciones previas:
1. Vivimos en una selva de signos, los procesos de significación nos acechan desde todas partes y no nos podemos escapar a estas circunstancias. De hecho, la representación nos ha hecho ser lo que somos, de tal manera que somos parte de ella. Podemos representar imágenes, situaciones, emociones, sensaciones. Pero estaremos siempre atrapados en alguna región de la representación.
2. Los lenguajes que hemos construido para explicar la realidad tienden a desgastarse, porque se convierten en autorreferenciales cobran vida propia. Los lugares comunes se apoderan de ellos, se desdibuja el contacto con la fuente de la representación. Conseguir que sea el sujeto el que maneja el lenguaje y no viceversa se convierte en una tarea titánica. Que no sea el lenguaje el que nos dicte al oído lo que sentimos o pensamos, que seamos nosotros quienes lo pongamos a nuestro servicio, exige un esfuerzo de creación de significado evitando arrastrarse por los lugares comunes del código que hace descifrable y comunicable cualquier lenguaje.
3. La ruptura de la representación en el arte era necesaria para redescubrir la fuente. De noche, iremos de noche, que para encontrar la fuente solo la sed nos alumbra(San Juan de la Cruz) Para violentar los códigos y volver a atreverse a mirar de frente a las cosas sin la mediación de los sistemas ya definidos y normativos de representación, la correcta percepción de lo real y nos obliga a tomar otra cosa, sea el mundo de sombras de la caverna o el mundo de engaños de Maya, por lo real.
7. Decía Bertrand Russell que la filosofía era un intento desesperado por alcanzar un conocimiento verdadero. Hay algunos artistas, los más auténticos, que participan de la misma búsqueda desesperada por otros medios. Son los que no se satisfacen con recibir el éxito que le da el aplauso de sus contemporáneos. Su búsqueda sólo culmina si llega a satisfacerse con la propia obra, independientemente de que sea comprendida o apreciada.
8. Hasta filósofos tan escépticos como Hume postulan que existe una naturaleza humana común. ¿Existirá en ese acerbo común una idéntica forma de concebir la belleza, de experimentar el arte? Esa raíz común que desconocemos y que es la que subyace tanto en la voluntad del artista cuando trabaja en su obra como en el interés del espectador cuando se deja seducir por ella. Podemos llamarla con mil nombres: inconsciente colectivo, raíz común, o resplandor de la idea en la cosa. En todos los casos se estará proponiendo que la tarea del artista pretende ser más que un juego cultural que entretiene a los humanos y ocupa el ocio de algunos. Se propone que el arte “nos toca” verdaderamente porque consigue ser una referencia a algo más esencial. Consigue referirse a la esencia del hombre, a lo común a todos.
9. Esa es la búsqueda de Oyonarte.
10. La creencia en que los artistas son capaces de ver más allá puede ser interpretada como una suerte de pensamiento mágico. Parecido a la creencia de que los epilépticos se transportaban más allá de la realidad durante sus crisis, o al uso de “enteógenos” para comunicar con la divinidad. Parecido a la actitud del que buscaba atrapar a la belleza en el bosque de las normas académicas o a la actitud romántica que buscaba lo sublime. En esta época, a la vez cegada por el culto pueril a la razón científica, y abrumada por la avalancha de productos de entretenimiento, volver a proponer un sentido más profundo del quehacer artístico no deja de ser un titánico atrevimiento.

Sobre la obra de OYONARTE
Él mismo describe su peripecia mejor que ninguno de los que seguimos su obra. “Al principio contaba historias” y eso facilitaba el acceso del espectador a mi obra porque era fácil interpretarlas”. Entender lo que te cuentan, conectar con otras vivencias es fácil si tienen un parecido con otras vivencias tuyas. Para describir aquella época, en la que un joven Oyonarte narraba experiencias vitales dentro de un lenguaje fuertemente expresivo. Las innumerables horas de taller han podido depurar su técnica, convertirle en un maestro del uso del acrílico, pero la fuerza de su perturbadora expresividad nunca le ha abandonado.
Dejó de contar historias, su pintura se racionalizó. Su particular lenguaje figurativo comenzó a moverse yo casi me atrevería a decir que sólo, los espacios y las figuras se estructuraban, se componían. ¿Cómo consiguió moverse en la paradoja, la oxymora, de la racionalización de su potente expresividad? No se debe buscar ninguna razón biográfica, tampoco es la influencia de las modas artísticas a las que siempre ha conseguido ser bastante refractario. No siempre se tiene que inventar una razón para creer que se comprenden las cosas.
Volvamos al propio Oyonarte cuando describe su proceso pictórico. “Dejé de querer contar historias, dejé de querer pensar mi pintura y me esforcé por evitar explicarme porque hacía las cosas”. ¿Cómo entender entonces lo que hace, lo que vemos? Quizá, tras tantos años de diálogo entre el pintor y la obra sus pinturas se hayan hecho crípticas y sea difícil encontrar las claves para descifrarlas. Hay muchos pintores les ha sucedido, se enredaban en su mundo, el que habían creado y su obra era cada vez más inaccesible. Adelantaré que pienso que es justo lo contrario lo que ha sucedido en este caso.
Quisiera referirme ahora a un pensador oriental bastante reciente, a Ramana Maharsi. En una de las conferencias que reunían a multitudes postuló que la belleza no era una cualidad del objeto que era una actitud del sujeto. Hacernos merecedores de la belleza era ser capaces de abrirnos a ella. Hacer posible la belleza es permitir que ella penetre a través de las rendijas de una mente endurecida. Creo que es esta apertura, este hacerse merecedor de una iluminación más plena, lo que aparece en la exposición que ahora presenciamos.
Oyonarte habla de pintar con las tripas. Ni experiencias, ni razones, ni emociones. Parece que la obra habla sola, que él es sólo un testigo de lo que pasa y se deja llevar. Una suerte de éxtasis plástico.
La gran pregunta que flota es la que intenté presentar en la introducción. ¿es posible acceder a la esencia de la naturaleza humana, a la raíz común de lo humano? A eso a lo que Karl Jung denominó inconsciente colectivo.
Esa región de lo no consciente opera más allá de conceptos, es un mundo en el que se mezclaría la experiencia con su interpretación y su alteración. No es posible someterlo a principios explicativos, su esencia es su incomprensibilidad. Al menos con las armas que usamos para el mundo consciente. Por eso pueden ser más potentes las armas del artista.
Los cuadros que ahora vemos son tremendamente atrayentes. Su presencia plástica es rotunda, los elementos figurativos responden a los personajes habituales que habitan en la mente de Manolo, el modo de componerlos sorprendente. Un diálogo a tres bandas entre las figuras, los elementos puramente cromáticos y los vacíos. Pero no intenten explicarse nada, no busquen explicaciones. Déjense llenar por la obra, procuren no preguntarse, y practiquen esa apertura que ha de caracterizar al que saber ver más allá de lo que para todos es evidente.
Si tuviera que decir en palabras lo que a mí me trasmiten las obras que están aquí expuestas y si me preguntan por qué no sabría explicarlo es una rotunda “alegría de vivir” probablemente el autor dirá que no sabe si está de acuerdo porque él hace tiempo que no se preocupa de pintar para contar nada.
Esa actitud, casi mística, del que busca tocar con la punta de los dedos lo inefable me recuerda a los versos de San Juan de la Cruz: Oh llama de amor viva/ cuán tiernamente hieres/ de mi alma en el más profundo centro/ acaba ya si quieres/ rompe la tela de este dulce encuentro. Que tenga ustedes un dulce encuentro con el universo mental de OYONARTE.



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