Francisco Manuel Pastor Garrigues
Julia Sáez-Angulo
15.5.20 .- Madrid .- Francisco Manuel Pastor Garrigues es doctor en Geografía e Historia por la Universitat de Valencia (2005) y profesor de Ciencias Sociales en el IES Sanchis Guarner de Silla (Valencia). Obtuvo el Premio de Investigación Histórica “José María Jover” (2006), otorgado por la Comisión Española de Historia de las Relaciones Internacionales (CEHRI), y el Premio de Investigación Histórica “Ateneo de Sevilla”(2012). Autor de los libros España y la apertura de la cuestión marroquí (1897-1904) (Vallència, Universitat de València, 2007, Edición en CD-Rom), El non-nato tratado hispano-francés de 1902 de reparto de Marruecos, en el contexto de las pugnas imperialistas de la época (Madrid, CEHRI, 2009), A las puertas del Protectorado. Las negociaciones secretas hispano-francesas en torno a Marruecos (1901-1904), (Sevilla, Universidad de Sevilla, 2013), , y co-autor de los libros colectivos La Conferencia Internacional de Algeciras de 1906. Cien años después (Algeciras, Fundación Municipal de Cultura “José Luis Cano”, 2008) e Historia, Pasado y Memoria en el mundo contemporáneo (Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, 2014). Autor de varios artículos científicos en revistas como Anales de Historia Contemporánea, Migraciones &Exilios, Awrâq, Mélanges de la Casa de Velásquez, Letras de Deusto, Revista de Occidente, Hespéris-Tamuda, Pasado y Memoria e Illes i Imperis, todos ellos relacionados con la imbricación del régimen restauracionista en el acoso colonial a Marruecos.
- ¿Qué reflexión sobre la Historia le ha interesado particularmente?
La conciencia de cómo entendía mi trabajo de historiador, la constatación de que no había aprehendido ni había adquirido un compromiso para dar sentido al oficio. La asunción de la idea de que un historiador que se especializa en un solo asunto, en un solo ámbito o lugar geográfico o en una época determinada, hasta el extremo de pasarse toda una vida dándole vueltas al mismo problema, se priva de la perspectiva histórica para entender a los problemas que interesan a las mujeres y los hombres de hoy. . Esto es aplicable tanto si el asunto de estudio es de hace pocos años, los Estados Unidos de Ronald Reagan o de un aspecto muy lejano en el tiempo, las polis griegas. Para escapar de la excesiva especialización, hay que ser consecuente con la voluntad de uno mismo de darle una dimensión cívica a la Historia.
Al mismo tiempo, el concepto de que el historiador debe guiar su trabajo en consonancia con un proyecto social de futuro. De esta manera, es posible; rectifico, de hecho, sólo así es posible relacionar el estudio del pasado con los problemas de nuestro presente.
2.- Como profesor de Historia, ¿en qué mejoraría el programa de Bachillerato actual?
Los profesores han de acostumbrarse en la Enseñanza Media a un sistema educativo cada vez más flexible, inclusivo, democrático, ecológico y digital. Los profesionales docentes han de situarse (haya más o menos resistencias) en este nuevo escenario obligatoriamente (como está ocurriendo en otras profesiones) y, para ello, no sólo es necesario una muy renovada formación permanente del actual profesorado, sino un modelo de acceso a la función y trabajo docente muy diferente y unos planes de estudios universitarios teórico-prácticos, algo o mucho, distintos a los actuales. Frente a ello, nos encontramos en el momento presente con unas enormes carencias en la digitalización, un currículo anticuado, al igual que y, salvo excepciones, unos métodos de enseñanza-aprendizaje que (generalizadamente) provienen de tiempos lejanos, una total falta de promoción e incentivos a la innovación educativa, que la hay, pero más por el voluntarismo de unos pocos. Al abordar el estudio de los procesos que componen los programas de Historia en los dos cursos de Bachillerato actuales, es necesario plantear como básicos, situaciones que tengan como objetivo crear la motivación y hacer emerger una curiosidad intelectual, real por parte del alumnado. Y esto no es compatible con programaciones largas. Estas deben recortarse lo suficiente como para hacerlas casar con aprendizajes que impliquen la necesaria participación activa del que aprende. Esto significa una serie de acciones metodológicas que ayuden al alumno a plantear y resolver problemas históricos.
- ¿Cómo conviene enfocar la docencia de la Historia?
Organizando actividades que faciliten al alumno involucrarse en el conocimiento histórico planteando problemas y utilizando los materiales pertinentes para resolverlos. . Construir un edificio en el aula no a la manera del conocimiento de una Historia positivista, concebida como una sucesión de hechos extraordinarios a recordar, sino el de una Historia entendida como una construcción o una dinámica efectuada por el historiador, que reorganiza los acontecimientos y los agrupa de tal forma que resulten comprensibles, desde los problemas que presentan precisamente para ser explicados.
Agrupar los contenidos y las actividades de forma que la comprensión del proceso histórico sea el hilo conductor de la dinámica educativa. No pretender conocer las revoluciones de 1917 como un hecho singular y aislado, por ejemplo, aunque se considere relevante, sino que se entienda dentro de un proceso más amplio de lucha de ciertos grupos sociales y también de ciertas ideologías en tensión, con fuertes oposiciones que afectan el desarrollo de la Historia posterior europea y aún fuera de estos límites.
- ¿Hasta que punto de actualidad hay que traer la Historia en el Bachillerato?
Ya he apuntado anteriormente que hay que relacionar el estudio del pasado con los problemas del inmediato presente. Una de las tareas más importantes del historiador de hoy en día es incitar a no aceptar sin crítica lo que nos continúan contando desde instancias oficiales y no oficiales, pues ello tiende a perpetuar el uso de la Historia como una herramienta de conformismo social. Sólo a partir de una visión depurada de tópicos, podremos comenzar a elaborar, entre todos, una nueva interpretación del pasado, capaz de dar respuesta a los interrogantes que hemos de formularnos ahora con la finalidad de ayudarnos a entender nuestro presente y construir nuestro futuro.
- ¿ Es posible narrar la Historia sin inclinarla hacia una ideología o forma de pensamiento ?
No. La Historia como ciencia es una interpretación de los hechos. Ahora bien, ¿es posible un conocimiento objetivo de los hechos?. Los positivistas creen que no es posible pues la interpretación de los hechos por parte de los historiadores trae consigo una cierta subjetivación. La obra de todo historiador contiene elementos subjetivos y está sujeta a influencias de tiempo y lugar. La objetividad absoluta e intemporal es una abstracción irreal. Evidentemente, también no hay una ciencia con una objetividad absoluta. El problema que se le plantea a la Historia dentro de las Ciencias Sociales es que la Historia estudia las sociedades en el tiempo, la evolución del comportamiento social, y aquí se presenta un problema: el economista o el sociólogo estudian lo que es la sociedad hoy y comparan con otras; el historiador no puede elegir las fuentes para su estudio, y no se trata de fuentes que él ha recogido, sino fuentes que le vienen dadas y han sido en cierto modo interpretadas por otros. Esto da al historiador una primera característica para que su conocimiento sea objetivo: la crítica de las fuentes. Al mismo tiempo, como el historiador estudia las sociedades en el tiempo, le resulta bastante difícil comparar pues para muchos historiadores, los acontecimientos son únicos e irrepetibles. Otra cosa es el concepto recurrente de que la Historia ha de estudiar los “grandes problemas” de las sociedades humanas en el transcurso del tiempo, con tal de entender mejor los problemas reales que afectan a las mujeres y hombres de ayer y de hoy. En este sentido, no tendríamos que confundir esta forma de encarar la Historia con aquella otra que plantea preguntas, es cierto, pero sin la entidad suficiente para ayudarnos a comprender el mundo actual., Y la consecuencia de todo ello es la obligación, como bien señaló Josep Fontana de disponer de una “teoría de la Historia”, no sólo para dejar de narrar acontecimientos de una forma meramente descriptiva, como continúa haciéndose, sino también para no perderse en el laberinto de una “Historia problema”, cabría añadir, llena de hechos intrascendentes.
- “La Historia se repite”, o “la Historia es amoral”, ¿son ciertos estos asertos?.
En la tarea del historiador, la comprensión del pasado, propósito y función de la Historia, lleva consigo una mayor comprensión del presente y del futuro. El proceso histórico es continuo; no podemos empezar a comprender cómo el pasado ha evolucionado hasta el presente sin conocer cómo el presente evoluciona verosímilmente hasta el futuro, aunque esto no significa, desde luego, que la Historia nos capacite para predecir acontecimientos e incidentes particulares, muchas de cuyas múltiples causas se encuentran fuera de su campo. Pienso que como señala Huizinga, el historiador tiene que situarse constantemente en un punto del pasado en el que los factores conocidos parezcan permitir resultados diversos, lo cual me lleva a cuestionar la repetición de los procesos históricos o el concepto de la inevitabilidad de los mismos, concepto de clara trascendencia teleológica, el supuesto de que el presente es siempre el punto concluyente (e implícitamente la única conclusión posible) del relato elegido por el historiador. Ello nos debería llevar a entender los procesos históricos como dinámicas por las cuales unos protagonistas sociales crearon unos determinados regímenes nuevos, imponiendo una entre las diversas formas en que era posible construir el futuro y evitando que alguien pasara por los corredores que conducían a otras historias. En cuanto a la frase de mi maestro, Víctor Morales Lezcano, sobre la “amoralidad de la Historia”, no alcanzo a entenderla. No entiendo que la dinámica histórica tenga sentimientos o pueda experimentarlos. El pasado, me reitero, no tiene un final predetrerminado. No existen en él autores que lo escriban, divinos o de cualquier otra índole; sólo personajes, una profusión de estos, una dialéctica entre los mismos. No hay en el proceso histórico ni trama, ni “orden perfecto” inevitable; sólo hay finales, dado que se desenvuelven simultáneamente una multiplicidad de hechos, durando algunos sólo un momento, otros superando la extensión de la vida humana.
7.- ¿A qué historiadores e historiadoras admira y por qué?
Dentro de los historiadores actuales, al francés Albert Soboul, a los británicos Edward Hallet Carr, Eric Hobsbawm, Edward Palmer Thompson, a los españoles Josep Fontana y Pedro Ruíz Torres, entre otros. A Fernando García Sanz, no sólo por la calidad o el rigor de sus trabajos históricos, sino por la forma de presentarlos, por su meticulosidad cuando publica, y por la brillante pulcritud de sus textos. Es un placer literario, estético sumergirse en sus textos, leerlos. . De los anteriormente citados, diría que forman parte de un grupo muy particular de historiadores, para los cuales su oficio podríamos decir que es parecido al del artesano (mi propio padre, por cierto, lo era), en sentido amplio, del que nos habla Richard Sennett. Se trata de investigadores imbuidos plenamente, con pleno conocimiento de causa de la condición específicamente humana del “compromiso”. Este compromiso les lleva a sentirse satisfechos del trabajo bien hecho, pero nunca de si mismos, y convierte el oficio del historiador en un aprendizaje constante, un compromiso en el que la duda y la insatisfacción están presentes de una manera continuada, bien lejos en definitiva de la autosuficiencia y del dogmatismo.
- ¿Qué personajes históricos se le han metido en su preferencia?
En la juventud universitaria, Maximiliano Robespierre, sobre todo a raíz de esas relaciones que se hacían entre la revolución rusa y la revolución francesa, comparando al abogado de Arras con Lenin, y a la dictadura jacobina con la primera dictadura del proletariado. Estas ideas ya fueron puestas en cuestión por Lefebvre y Soboul que, aunque vieron características colectivistas en la dictadura jacobina, rehusaban darle el título de Revolución socialista, pues no se realizó ninguna expropiación de los medios de producción. Robespierre no estaba por la supresión de la propiedad privada, sino por la corrección o limitación de los excesos del capitalismo. Proviniendo de la pequeña burguesía, no tenía ningún interés en desmontar la base del capitalismo. Ni tan siquiera dentro del jacobinismo, representaba la izquierda de dicho movimiento. Sólo una postura centrista. De hecho, arremetió contra la clase obrera, fue cortando la actividad del movimiento popular, desmovilizó a los sans-culottes, se enemistó con la izquierda, llevando a la guillotina a líderes de los sectores radicales.
Posteriormente, me han interesado mucho del siglo XIX personajes como Giuseppe Garibaldi, y su concepto radical, republicano, democrático de nacionalismo, anhelante de atender los intereses de las clases bajas y propugnando un Estado unitario italiano que fuera capaz de proteger los intereses populares, obreros, campesinos tendiendo a la igualdad. A su vez era un personaje con una clara proyección internacionalista del concepto de la libertad lo que le llevó a luchar por ella, como bien estableció Dumas, en su juventud por el cono sur americano.
En contextos más actuales, me ha interesado mucho el personaje de Rosa Luxemburgo, la trascendencia que tiene como renovadora dentro del campo del pensamiento socialista en la Segunda Internacional, sus debates en el seno del SPD alemán con el revisionista Bernstein, su actitud ante el imperialismo y el hecho colonial, y su desapego hacia ciertas formas antidemocráticas y desvirtuadoras del socialismo que pudo llegar a entrever en la Rusia soviética de Lenin.
- ¿Cree usted en la novela o el relato histórico? ¿A qué se debe su reconocimiento?
Hemos de tener en cuenta que tradicionalmente Historia y Literatura, al menos desde el punto de vista de su tratamiento académico, han permanecido aisladas en compartimientos estancos ignorándose, cuando no recelándose, mutuamente. Esta situación respondía, y responde, a un concepto restrictivo de ambos campos de estudio y por lo tanto, casi me atrevería a añadir, de la realidad misma a que esas dos disciplinas se refieren. Por otra parte entiendo muy positivo que en la actualidad novela y relato histórico cumplan una función básica de hacer la Historia atractiva y aproximarla a un gran público que permanece de espaldas a los sesudos tratados científicos. En el panorama literario actual, por ejemplo, la representación de la Historia como “sub specie semioticae”, subyace subversivamente a una de las más formidables creaciones literarias de los últimos treinta y cinco años, El nombre de la rosa, de Umberto Eco, inocente responsable del boom de la novela histórica actual. Para Eco, como para otros muchos novelistas, Faulkner, Borges, etc, la relación historia-ficción no es una mera relación externa y contextual, sino que forma parte de la misma trama novelesca, del mismo proceso creativo: el protagonista último del relato. Parece que se ha abierto una brecha fructífera, original, a través de la cual circula una forma de comunicación nueva y provechosa entre esas dos formas de conocimiento, Historia y Literatura, tan dispares y tan cercanas a la vez. Esta elaboración artística, la novela histórica, como es natural, está sujeta a leyes y códigos. Algunos de ellos se están estudiando y codificando, pero su delimitación concreta no me es precisamente fácil determinársela a Usted ahora. ¿Cómo definir la irrupción de lo que pudo ser, de lo imaginado, de la ficción, de lo plausible en el mundo real? ¿Cómo definir lo posible? ¿Quién puede determinar las fronteras entre lo posible y lo probable o plausible? Es obvio que a través de esta literatura el hombre está queriendo liberarse de muchas de sus obsesiones y prejuicios del pasado y quiere llegar a otra forma de conocimiento del mismo, por lo tanto, el día de mañana, la novela histórica ha de constituir para los estudiantes de la Literatura un documento inapreciable acerca de nuestras esperanzas, nuestras ambiciones y nuestros deseos de hoy.
- La TV y el cine difunden más y mejor los episodios de la Historia?
Más sí, pero mejor, no lo tengo tan claro…De un film que no pretende historizar, sino, simplemente, narrar, dramatizar o poetizar sobre un hecho o impresión, pueden sacarse más valores de interpretación histórica que de muchas pseudos-biografías de seres auténticos o de rememoraciones amañadas de hechos puntuales.
Escoger un argumento “histórico” y someterlo a un “tratamiento” ya implica una manipulación, una tergiversación pues representa, en cualquier caso, un acto de selección, con unas motivaciones últimas más o menos conscientes por parte del productor o grupo de producción, pero indeleble o intrínsecamente marcado por unas circunstancias geográficas y cronológicas.
El lugar del país productor, con todo cuanto conlleva, desde lo climático a lo biológico, se cruza con el “momento” social, económico y político. Toda cinta queda inserta en la encrucijada de “su” espacio y de “su” tiempo, y ello hasta el punto de que si existe una voluntad concreta y consciente de escapar o de ir en contra del punto de cruce, la obra resultante será a modo de una variante, un enmascaramiento o una visión “en negativo” de la posibilidad en la que se halla inserta.
- A Colón se le retiran estatuas, a otros personajes del pasado se les denuesta igualmente… ¿No hay ignorancia e historicismo al no juzgarlos con el humus de la época a la que pertenecieron?
Creo que sí. Es que la enseñanza de la Historia ha estado muchos años distorsionada. Las interpretaciones habituales de la Historia –las que se enseñaban a los niños en las escuelas de Europa y América- estaban profundamente impregnadas de connotaciones y tergiversaciones de orden racista. Lo que contaban era, fundamentalmente, la Historia del hombre blanco, relegando a los demás a un mero papel de comparsas, La cultura humana parece nacer en Grecia y desarrollarse en Europa, y se dejaban olvidados hechos tan fundamentales como los de deber a los chinos la imprenta, la pólvora, la brújula, los relojes mecánicos, los estribos y arneses de los caballos, las esclusas de los canales y una larga serie de aportaciones fundamentales. Nuestros libros suelen contar, por ejemplo, que Francia se adueñó de Argel, en el siglo XIX, para defenderse de la piratería de los berberiscos y de los reyezuelos musulmanes, pero se olvidan de explicarnos que estos reinos norteafricanos eran víctimas, a su vez, de una piratería europea que les impedía dedicarse al comercio normal y los condenaba a practicar el corso.
- ¿Qué libro de Historia recomendaría y por qué?.
Josep Fontana, Capitalismo y Democracia (1756-1848). Cómo empezó este engaño (Barcelona, Crítica, 2019).
Se nos explica en este trabajo del historiador catalán, todo el proceso a partir del cual los gobiernos que en Europa y América prometían velar por nuestro bienestar (el de los ciudadanos) han acabado convirtiéndose en cómplices tolerantes de una dinámica que ha favorecido el enriquecimiento de unos grupos reducidos a costa de las mayoría, engendrando con ello una sociedad cada vez más desigual. El libro explica cómo empezó toda esta dinámica partiendo de unos momentos, el siglo XVIII, en que se estaba produciendo en Europa un crecimiento económico generado desde la base social, desde la iniciativa de los campesinos y menestrales, que apuntaba hacia una nueva sociedad más igualitaria. Los grupos dominantes económicamente de la vieja sociedad, terratenientes y burgueses, quisieron adueñarse de los beneficios de este crecimiento con el auxilio de unos gobiernos a los que de hecho controlaban y a los que les bastaba con fijar las reglas del mercado, presentadas como “una condición natural” para el progreso colectivo.
- ¿ Qué libro de Historia está leyendo y por qué?.
De Josep Fontana, Por el bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945 (Pasado & Presente, 2011) y su complemento, El siglo de la Revolución. Una historia del mundo desde 1914 (Crítica). Estas obras de Fontana son claves porque sirven para explicar los orígenes y los caminos que nos han llevado a muchos de los problemas actuales. Este historiador nos ha mostrado cómo las situaciones sociales injustas no son el resultado de unas circunstancias inevitables, sino que siempre han sido el fruto de unas decisiones políticas interesadas, de las prioridades impuestas por los grupos sociales que han ocupado los lugares dirigentes.
- Después de su tesis, libro y otras investigaciones, ¿en qué campo de investigación anda metido ahora?
Mi horario laboral no es muy “normal”. Abarca mañanas, tardes y noches, y no deja espacio para algo que no sea la docencia. Esa es la realidad. Por ello, me circunscribo a tareas de asesoramiento en obras de divulgación histórica (siempre que esto último sea compatible con el horario laboral, que es realmente lo prioritario).
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