Iván G de los ángeles con la escritora Cristina de Josh y la pintora Amalia Fdez, de Córdoba
Julia Sáez-Angulo
23/3/21.- Madrid.- El Alabardero, taberna restaurante, que se abrió en Madrid en 1974 por el padre Luis Lezama, ha reabierto sus puertas después de varios meses cerrada por la pandemia y por obras de remozamiento en su interior. Con motivo del puente de san José, el establecimiento se abrió con una nueva terraza que amplia su espacio al aire libre. El retrato del escritor José Bergamín -habitual comensal en vida-, pintado por Sofía Gandarias, está situado a la entrada, cerca del retrato oval de un antepasado de Lezama, supuestamente indiano.
En las paredes siguen las fotos de antiguos y nuevos clientes del mundo de la literatura, el arte, la música, la empresa, la política… En la galería están Gonzalo Suárez, Plácido Domingo, Habichuela, Asensio, Mingote…Faltan féminas.
En el escaparate se ha colocado temporalmente la de Antón García Abril -habitual de la casa-, en recuerdo tras el reciente fallecimiento del músico. “Era buen amigo”, dice Lezama.
El padre Lezama sentía cierta nostalgia por la reapertura de este establecimiento que fue el primero de una cadena fundada por él, cuando en los 70 preparaba y colocaba como camareros a jóvenes, muchos de ellos llegados de provincias, que estaban internos en un albergue madrileño. Él mismo se ponía, en aquel entonces, a pedir las comandas en las mesas. El negocio se fue ampliando y profesionalizando progresivamente y hoy cuenta con varios establecimientos de prestigio en distintas ciudades y una espléndida academia de restauración gastronómica, Escuela de Hostelería en Sevilla.
El gerente, Iván García de los Ángeles, se apresura a saludar a la escritora Cristina de Jos´h, antigua clienta desde sus tiempos de empresaria. La escritora y el padre Lezama intercambian sus respectivos libros, “Claudia” y "El capitán Arriluce" respectivamente. En la misma mesa, la pintora y galerista Amalia Fernández de Córdoba, que habita en el cercano palacio de la Cruzada, y algo más tarde, se suma la escritora Inmaculada de la Fuente, que acaba de publicar “Inspiración y talento. Dieciséis mujeres del siglo XX”, publicado por Punto de Vista.
“El cierre temporal por la pandemia nos ha permitido hacer un estudio sobre nuestro posicionamiento y hemos vuelto al origen de cocina vasca -la teníamos últimamente al 50 por ciento- y para ello hemos traído un equipo enteramente vasco formado por Patxi Aizpurúa, Marina Larreglia y Andrea Irigoyen”, explica Iván.
El Alabardero ofrece además un menú diario de 35 euros, con cinco platos sabrosos y bien presentados. Largo y estrecho. Cerca está el Café de Oriente, otro restaurante de la cadena.
La taberna de El Alabardero sigue siendo esencialmente la misma, con tres acogedores espacios: Patxo, Doña Ebi y José Bergamín, en este último se ha respetado su silla y mesa camilla en el rincón, donde se muestra una hornacina que de nuevo reproduce su efigie, junto a los autógrafos de Rafael Alberti, José Hierro o Pepe Caballero. El Alabardero estaba animado en nuestro día de visita e inauguración particular de las cuatro escritoras.
Ivan muestra las fotos de dos papas, “Rathzinger y Juan Pablo II a los que servimos comidas en la Nunciatura, cuando visitaron España”. Al salir, el gerente comenta que la vajilla es de la Cartuja de Sevilla, porque querían hacer un guiño a esa ciudad, donde está su escuela de Hostelería.
El último comentario es para recordar ambos que el padre Lezama está estupendo, pletórico de salud, pese al paso del tiempo. Él es el pálpito de El Alabardero y todos los días se le ve por allí o por el Café de Oriente a la hora del almuerzo. Un "vaca sagrada"
Padre Lezama con Julia Sáez-Angulo
Estuve allí hace unos años, cuando visitaba Madrid, una gozada de sitio por su calidez y su ubicación.
ResponderEliminarYo no he ido nunca a La Taberna del Padre Lezama pero tengo muchas ganas de ir.
ResponderEliminarQueridos amigos
ResponderEliminarEstoy muy lejos de Madrid y no podré visitar la taberna... pero espiritualmente la visitaré, pediré una copa de vino y pensaré en ese lugar común poético de aquel herido de amores, que trata de olvidarlos... con la compañía incluso del tabernero: "Cameriere, chmpagne!"
Muchos saludos y diem carpite,
Raúl