L.M.A.
Fotos: Luis Magán// A. Zapisek
15/5/21.- Madrid.- La pintora Adriana Zapisek, buena anfitriona, reunió en su casa a una parte de sus amigas -a todas imposible, por las normas de la pandemia- para celebrar juntas la madrileña fiesta y feria de san Isidro, aunque su primera intención, todavía latente, era celebrar el pasado día de la Madre.
No faltó conversación coloquial y de alto nivel entre las damas: Lola Rodríguez, crítica de arte; María José Bro, pintora y profesora; Susana Argüelles, de la Fundación CEU San Pablo; coloquial y de alto nivel; Carmen Palomero, escritora; Lola Gallardo, profesora emérita universitaria de Latín y Julia Sáez-Angulo, periodista. Todas ellas atendidas en todo momento por Adriana. Echamos de menos a Mayte Spínola (viaje a Viena), a Lola Chamero y a Mercedes Ballesteros, que excusaron su asistencia y Juana Mari Herce, que se encuentra en Londres.
Se habló de todo lo divino y lo humano, pero hubo una secuencia en que se detuvieron especialmente, en el arte de viajar y las emociones que produce, según la sensibilidad y el estado de ánimo del viajero, hasta llegar incluso al síndrome de Sthendal, de mareo súbito ante tanta belleza. Carmen y Julia hablaron de que conocieron el monumento megalítico inglés de Stonehenge, cuando las ovejas atravesaban tranquilamente su espacio con el pastor al frente, en los 70. Hoy eso es impensable.
Lola Gallardo y Adriana se detuvieron en el impacto que les produjo Paestum, la hermosa ciudad grecorromana, del siglo III a.C. situada en la Campania italiana, cuando estaba virgen,espléndida por sus monumentos y ruinas al aire libre, junto al mar, con una terrible y atravesada carretera, construida por Mussolini, hoy afortunadamente bordeada por una circunvalación. Un soberbio museo de nueva planta acoge actualmente buena parte de los vestigios de una cultura mediterránea, que es el humus de todas nosotras. De las ruinas grecorromanas pasamos al limoncello y el amaretto, al gusto de cada cual. Los espirituosos siempre animan.
María José Bro y Lola Rodríguez elogiaron la húmeda y misteriosa Galicia, con sus primaveras llenas de flores y hierbas en campos y jardines. Lo de bañarse en sus aguas oceánicas resulta ya menos apetecible.
De ahí se pasó al mundo de los nombres y los apellidos, al gusto de las familias y los países. De como un segundo nombre esconde con frecuencia un nombre familiar; de como se repite un nombre en una saga; Susana habló que abundan las Rosas en su familia, a raíz del nombre de una abuela, hasta el punto de que a veces las Rosas posan todas juntas y solas para una foto; de como en España se obliga a repetir el apellido a los extranjeros que solo tienen uno, para significar que también tienen padre y padre; de la conveniencia de un segundo nombre en los Estados Unidos, porque de lo contrario colocan el primer apellido como si fuera segundo nombre y el segundo como tal apellido...
Susana contó que su nombre es tan castizo que su abuelo le reprochaba que fuera de zarzuela, por aquello de “la Casta y la Susana”, junto a Don Julián en “La verbena de la Paloma”… Y se terminó con el acertijo de que Julia era también el nombre de una reina de España, que nunca pisó el país. Nada, imposible adivinarlo. Se trata de la Julia, esposa de José Bonaparte, Pepe Botella para los madrileños, que se quedó en París, porque España no olía a queso Camemberg como Francia. Se podían haber quedado allí todos los gabachos, con Napoleón a la cabeza, ahora que algunos conmemoran el bicentenario de su muerte en el exilio.
Hubo una secuencia en que se habló de sombreros, porque Lola Rodríguez siempre va tocada con uno de ellos, en esta ocasión, un casquete turco. Se elogiaron los sombreros de Philip Treacy ingleses, que suele lucir la realeza y que sentaban muy bien a la Infanta Doña Pilar y hoy a Máxima de Holanda. También se lucen en las carreras de Ascott. La moda es un arte que siempre interesa a las féminas. Un arte muy serio.
Nadie olvidó disfrutar del salmón con aceitunas y pepinillos, queso de cabra y de oveja, tortilla de patata, sándwiches vegetales y con viandas, tartaletas… para terminar con una tarta de chocolate y nata deliciosa, aportación de Lola Gallardo, y un cava dorado, frío y excelente con burbujas que se dejaban besar.
De pronto Mario Saslovsky, esposo de la anfitriona y Luis Magán, esposo de Susana aparecieron por el salón, pero Adriana les sirvió diligentemente dos generosos platos combinados de las sobras que restaban y los situó en una mesita al fondo del salón. No interrumpieron para nada la conversación de las damas.
No hay nada como el arte de recibir en casa. Adriana Zapisek lo domina.
Y ya sabemos que todas/todos madrileños, desde el tiempo de san Isidro, para todo aquel que se encontraba dentro de la muralla (madrileño de Toledo, madrileño de la Rioja, madrileña de Argentina...). Hoy pasa lo mismo.
Los varones, al fondo
Hello, darlings:Que bonita tertulia y que bien aderezada con tan ricas viandas,me hubiera encantado estar ahí y disfrutar de vuestra compañía y amenas conversaciones.
ResponderEliminarNo he contestado antes porque fui a pasar el día a Cambridge ,una osita guiada con una guía guía esa y maravillosa así que he vuelto a casa empapada de belleza,arte historia y de lluvia,qué manera de llover...pero le da un aire tan romántico a la ciudad que aún parecía más bonita.
Cuando nos veamos ya os contaré y os enseñaré fotos del Trinity college y del puente sobre el río Cam.
Os mando muchos besos.