Julia Sáez-Angulo
28/7/21.- Un viejo dicho decía que los franceses critican al Papa, los españoles lo obedecen y los italianos lo aprovechan. Digo viejo dicho, porque no creo que siga a día de hoy estando las cosas como están, (como dice la cláusula jurídica “rebus sic stantibus”), pero yo lo sigo practicando en lo que a obediencia papal se refiere.
Dicho esto, me dolió sobremanera, nada menos que en el alma y sus potencias, el hecho de que el querido papa Francisco pareciera que prohibía en su reciente Motu Proprio la misa en latín, cuando eran cuatro gatos los que la practicaban. De esta manera terminaría con mi alegría de que algunas catedrales todavía dijeran una misa en latín los domingos, como otras dicen una misa en el rito mozárabe, maronita o melquita, aunque no sean categorías comparables.
Afortunadamente no es así. El Papa Francisco solo ha prohibido el rito tridentino en latín, anterior al Concilio Vaticano II y la misa “ad orientem”, o “versus absidem” -déjenme que use el latín antes de decir “de espaldas”-, por el abuso de algunas comunidades católicas integristas, que se empecinaban en seguir preconciliares o más exactamente colgadas en el Concilio Vaticano I y que casi consideran herético al Concilio Vaticano II y a Francisco “papa montonero”. Detrás de cada concilio siempre quedan bolsas de renuentes.
Por si no ha quedado claro: no están prohibidas las misas en latín, ni las dichas de espaldas a los fieles -estas últimas solo cuando no sea posible celebrarla de cara a los asistentes, en antiguas o pequeñas capillas y oratorios con altar hacia la pared. El mismo papa las ha celebrado, por ejemplo en Asís.
Sentí una gran alegría cuando el antecesor, el anciano papa emérito, Benedicto XVI -también lo hizo Juan Pablo II-, recordó que el Concilio Vaticano II no había prohibido la misa en latín, sino recomendado la misa en lengua vernácula, por lo que era conveniente que algunas catedrales la siguieran diciendo en esa lengua clásica -madre tantas lenguas de países con numerosos católicos- para perpetuar su grandeza. Ese día veneré aún más al papa germano tan amoroso, teólogo culto y hoy envejecido.
En suma que mis colegas periodistas y yo, involuntariamente, creamos alarmas innecesarias de vez en cuando.
El hecho de haber estudiado Latín y Griego en mi bachillerato de Letras, me hizo amar la lengua latina con pasión académica. Aprendí del profesor Jaime Siles, que Grecia nos dio una cultura y Roma una civilización. Entre el griego y el latín -las comparaciones son odiosas- me quedé con la sonoridad y elegancia de la lengua latina que se me antojó, desde el inicio, como una lengua universal.
El escritor Francisco Umbral decía con su gracia irónica que, en latín, cualquier inscripción lapidaria, aunque fuera una “chorrada”, sonaba bien y quedaba distinguida.
Se ha llegado a decir incluso, que el latín es una lengua viva, porque todavía se utiliza y habla en un Estado de la ONU, que se llama Santa Sede, conocido coloquialmente como El Vaticano, por los que quieren apearle de su calificado santo. Siempre se ha dicho que el latín litúrgico y eclesiástico era un latín bastante atemperado, respecto al de Julio Cesar en “La Guerra de las Galias”. Cierto, pero es igual de bello en la sonoridad de sus raíces y su historia.
Los nuevos bachilleratos de los distintos planes de estudios españoles, cada cual peor que el anterior, a juzgar por los resultados comparativos en Europa, han hurtado el latín a las nuevas generaciones -cosa que no ha hecho el Papa-, algo ciertamente imperdonable y de consecuencias nefastas. La pintora argentina Adriana Zapisek cuenta como sus padres: la asistente sanitaria italiana Flora di Benedetto y el oficial polaco Jan Zapisek se conocieron en un hospital napolitano durante la segunda guerra mundial y pudieron comunicarse en la lengua latina que ambos conocían por el bachillerato. Ambos, católicos, llegaron a casarse por la Iglesia y emigraron a Argentina.
Celebremos pues que el papa Francisco no haya prohibido el latín en las misas ni en la lengua hablada y escrita de la Santa Sede, sino solo en una llamada de atención a los recalcitrantes tridentinos o preconciliares que siguen en el rito antiguo latino de la misa de 1962, que fue derogado en los 70 tras el Concilio Vaticano II.
Que bien que esta noticia pontificia me haya permitido una loa al latín, la lengua más hermosa escrita y hablada jamás sobre la tierra.
Supongo que el latinista argentino Raúl Lavalle, traductor de “El Quijote” al latín y seguidor de este blog, estará también muy contento. También mi amiga Dolores Gallardo, profesora de Latín en la Complutense y auctoritas en Mitología greco-romana (estoy rodeada de latinistas) o el profesor latinista Alfonso Álvarez Mon, que sostiene junto a otros una tertulia semanal en Latín en la Residencia de Estudiantes y que afirma que “el Latín es la lengua adecuada para todo lo que tenga vocación de permanencia”. Como los textos sagrados.
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Mucho mas triste que la misa se diga o no en latín, ha sido el progresivo deterioro que griego y latín han sufrido paulatinamente durante DÉCADAS en la Educación Secundaria de nuestro país, hasta llegar casi a la inexistencia (de
ResponderEliminarsu degradación en la Educación Universitaria ni hablo). La renuncia al estudio de ambas lenguas supone dejar de lado uno de los pilares en las que se basa la civilización occidental.
Los ejemplos expuestos en el texto jamás hubieran sido posibles si las personas mencionadas no hubieran estudiado latín (y posiblemente griego) en sus estudios secundarios.
Muy ajustado y oportuno.
ResponderEliminarAlfonso A.
ResponderEliminarSra. Julia
No tengo palabras para agradecerle la atención a mi persona. Bellísimo lo que hace; más que contento por su difusión del latín,
Raúl
Los intentos de que también olvidemos por qué hablamos como hablamos se seguirán dando. Dejar de estudiar latín o griego es un error, como desechar la Filosofía. Como sigan así las cosas, a ver como explicarán a los egabrenses por qué es este su gentilicio.
ResponderEliminarEn cuanto a la misa, invito a todos a que acudan cada mañana a las 9.45 a la que se celebra en rito mozárabe (recitada en latín) en la Santa Iglesia Catedral Primada Santa María la Mayor de Toledo. O a las misas diarias en la Iglesia de El Salvador, también en Toledo, celebradas en el rito tridentino y a la que acuden, libremente, los fieles que lo quieren.
Rogelio Sánchez
Mucho más que eso, estimado Rogelio: ¿Cómo entienden lo que en gran medida exhibe, por ejemplo, el Museo del Prado, si no saben la poca Mitología que se enseñaba al cursar en secundaria las asignaturas de latín/griego y tampoco saben Religión?
ResponderEliminarComo decía el inolvidable D. Antonio Fontán:"Al Museo del Prado hay que entrar con un libro de Hª Sagrada en una mano y con un manual de Mitología en la otra".
¡Lejos quedan los muchísimos años que con mis alumnos visitaba el Prado! Era voluntario, pero la visitas había que repetirlas varias veces en el curso porque todos querían ir.