Carta a un poeta ausente
Madrid a 25 de Enero de 1984]
Hoy no es abril... ni tú tampoco
quisieras que lo fuera... En los balcones
del nuevo calendario Enero grita
el estribillo gris de sus pendones.
Hoy no es abril y estoy contento
por conversar contigo sin distancia,
que tú sabes muy bien por qué una mano
puede empeñarse en la canción ya extraña,
por qué a la rosa se le busca estrellas
y con ellas se le hace una guirnalda.
Hoy no es abril... mas te diría
no del tul de la rosa enamorada,
sino del grito de mi vida, ahogado,
en el pantano azul de la nostalgia.
" Sembrador de utopías, culto rindes
- se me dice ‑ a una ciencia desfasada".
Yo prefiero vivir entre mis sueños
a quemar los navíos en las charcas,
y así abandono junto a tu memoria
la ilusión que se muerde y que se abrasa:
días vendrán que busquen los pendones
de la ciencia sin nombre en tus aljabas,
mi romero de libres amapolas,
mi romero de niñas alboradas.
Hoy no es abril... y, como entiendes,
te dejo sobre el campo la mortaja
de la rosa y el pan. A cada cosa
mírala como tuya o como hermana.
Tengo esposa y un hijo y más de doce
sementeras de salmos en mi alma;
cultivo soledad, amigos; siento
infinita ternura por mi patria.
Si me guardas la fe, puedo fiarte
mi secreto de vida: soy tan bobo
que me creo que nadie anda de pascuas
a cuenta del "amigo", y que el tesoro
que acumula el vecino más se debe
a la suerte, que al hurto, bienhadada.
Por ser así ‑ has de saber ‑ un día
se me helaron en mayo hasta las canas,
y a gusto estoy en este encanto
que me bebe los ojos, la mirada,
pues se merece bien cualquier desprecio
la mariposa gris de la falacia.
Hoy no es abril... y agua ha llovido
desde la siembra de tu cuerpo roto,
y, si a contar me paro las estrellas
que en tus noches dormidas centellean,
un gemir de dolidas amapolas
se pierden, amarillas, por la hierba.
Avergonzado el tiempo va, mi amigo,
entre furias de amores desatados:
sabe que ocho años ya camino hacemos
de mano de una bella Dulcinea
y seguimos mirándonos de nuevo
como extraños viajeros por la niebla.
A éste se da...y a aquél; y al que en justicia
primarse honestamente se debiera
se le niega la sal como al lucero
de tu casa, perdida, solariega.
Yo te puedo decir que, en los jardines
que tus ojos crearon sin manera,
una torre pisamos para auparla
en anillos de viento y de palmera.
Sobra pasión, mi amigo, soledades,
en nuestra casa grande; a la colmena
se le roba la miel; sobre el tomillo
hay un canto de fiebre aventurera
y he de saber por tí en qué oceano
se remansa la mar o por qué senda
va, romero, el amor apaciguando
los sables de la luz. En las tinieblas
alas de plomo gimen esperando
que se muera de vez la primavera.
Así mi patria va ‑ que no tu patria,
pues más pequeño soy que tu bandera ‑
y no alcanzo a rondar los mil balcones
que perfuma la herida de la pena.
Pero ¿por qué decirte de la casa
que no sabe mirarse sin rencores?
Dígate yo de mí que en un camino
he descubierto el vicio de las flores
y le grito a la luz y a Dios que tiene
la pulsera del cielo y de las torres.
Dígate yo que llevo el pecho herido,
que me nacen del alma parameras,
que no vendo geranios encantados,
ni me paro a pedir en las aceras,
¡que orgullo tengo para ser paloma
o romero o arado sin mancera!
Dígate yo del día de mis clases,
de aquel trabajo que se fue a la feria
y se vino con cestas de claveles
reventando campanas mensajeras.
Dígate que la pena se me ha muerto
en las alas de marzo, que no hay pena
en los ojos del niño que me mira
preguntando por Dios y por la estrella.
Dígate que en mi mesa caben todos
los enfermos de un hambre colmenera
y que hago votos porque el río lleve
manojos de esperanzas navideñas.
Quédese en tí lo que me callo; ahora,
frente a la voz del ángel mensajero,
días de amor necesitamos... ¡Venga
la paz vestida de la paz y el alba
para andar los caminos del romero;
venga la mano a encadenar las manos,
los ojos a alumbrar la primavera,
que aquí, junto a tu voz, yo te prometo
abrir mi corazón en sementera!
Ah, y perdona, mi amigo, si he abusado
de tu paz de romero aventurero;
mendigo del amor, quise entregarte
los sueños que viví, los que tenemos
en la plaza común, desposeídos
de la rosa, del viento y del te quiero.
Lucrecio Pérez Blanco
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HAZ POÉTICO
Lorenzo y Agustín son dos hermanos
I
LORENZO
Amor, que quema las entrañas, dura
De paso va la aurora en ti más pura
Quédese en tu dolor la luz y espere
sandalias sin gastar en el camino,
que, si la gloria, en pago al que sufriere
pena, le da el dolor, hoy tu destino
II
AGUSTÍN
La luz de tí nos queda y de tu mano,
De nuestro andar nos cabe el más humano
La paz descansa en ti; y en ti, esperando
amanecer de alondra en nuestra muerte,
amor depositamos cada día,
que tu mirar sereno, contemplando
ResponderEliminarIsabel Diez Serrano
Qé bueno, da gustonleerlo por la musicalidad que tiene.
Enhorabuena a Lucrecio y gracias a ti, Julia, por publicarlo. Con cariño, Trinidad Romero.
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