María Jesus de Frutos, Milagros Elorz y Maite Blázquez
L.M.A.
Fotos: Mayte Blazquez y María Jesús de Frutos
1/9/21.- Madrid.- Milagros Elorz ha inaugurado su exposición de pinturas en el Ateneo de Madrid, que abre la temporada en la institución madrileña. El acto estuvo concurrido y la pintora estuvo acompañada por numerosos colegas y coleccionistas. Entre los asistentes, María Jesús Frutos, Maite Blazquez, José Luis Pérez...
La crítica de arte Julia Sáez-Angulo ha escrito en el catálogo para esta muestra:
“Al contemplar la pintura de Milagros Elorz, me vino a la memoria el sentimiento del célebre cuadro de Henri Matisse “Lujo, calma, voluptuosidad” (1904) y he querido parafrasearlo en el título de este texto para la exposición en el Ateneo de Madrid: “Pintura, color, calma, placidez”, algo que aparece tanto en los paisajes, bodegones y floreros, como en las escenas familiares o domésticas. En la obra de la pintora vasca, la figura humana aparece con paz, serenidad, sosiego y hasta delectación, lo que resulta admirable y contagioso. Y todas esas escenas de privacidad e intimidad, esa iconografía apacible, afectiva en su elección, se presentan -eso es lo que nos interesa fundamentalmente- en una pintura bien hecha, bien dibujada, donde el color da carta de naturaleza a los óleos sobre lienzo, ya que esos son el pigmento y el soporte que habitualmente utiliza la autora.
Fueron los versos de Charles Baudelaire en su libro de poemas “Las flores del mal”, los que daban respaldo al citado cuadro de Matisse: Allá todo es orden y belleza, / lujo, calma y voluptuosidad; en el caso de la pintura de Milagros Elorz, podríamos citar los versos de Juan Ramón Jiménez que dicen; Belleza cotidiana -amor tranquilo / ¡que bella eres ahora! / ¡Sí, en todo vives tú! ¡Mata que fue / esqueleto sin luz, hoy toda es rosas.
Si en su serie pictórica anterior de Milagros Elorz, sobre pescadores y redes a la orilla del mar, se percibían algunos ecos de la tradicional pintura vasca, en esta serie más reciente de escenas familiares y domésticas, se escuchan acentos de la alegre y colorista Escuela de París, donde la luz, la célebre grisalla parisina, hace restallar el cromatismo en todos sus matices, reflejando la joie de vivre, la alegría de vivir. Ya sabemos que en el sur restalla el sol, y en el norte vibra la luz.
Milagros Elorz es maestra del dibujo y el color. Si sus anteriores figuras no mostraban el rostro, para hacer de ellas una pintura costumbrista más genérica, en la serie de cuadros más reciente, la pintora sí dibuja los rostros con mayor definición, hasta dotarlos casi con la cualidad de retratos, quizás de su propio ámbito o actividad. Mujeres, hombres, niños, maternidades, paternidades… fundidos todos en el sueño de la vida y el arte, una mirada o una conversación, descansando en la lectura…Todo es bueno, todo es pretexto válido, para la pintura, para dejar una crónica plástica de unas vivencias de la autora, que posa la pupila en aquellas escenas que le motivan, que quiere pasar al lienzo y llevar al arte.
La pintura de esta artista visual es de pincelada figurativa, que no realista, con una presencia y una estética contemporáneas, con un reflejo, testimonio y poética de nuestros días. Una obra del siglo XXI, que sigue rindiendo homenaje a la naturaleza, a la figura humana que es la naturaleza más viva, porque es la que motiva su inspiración e impulsa a la sutil captación cromática del gesto y la expresión. Figuras en poses libres, ausentes, improvisadas, sorprendidas por el espectador…
Capítulo aparte merecen los frutos, flores y floreros, condensación por excelencia del color en la Naturaleza, que la pintora recrea con gusto en sus lienzos. La variedad de trasuntos pictóricos se aprecia en calas, rosas, tulipanes, lirios, peonías, orquídeas… y en manzanas, naranjas, limones, peras o plátanos… La Naturaleza imita al arte, se ha dicho con humor , acierto y no sin razón; ambas compiten en el color para atraer la mirada de los espectadores, la admiración de unos ojos atentos y la reflexión del pensamiento.
En estos tiempos complicados y no precisamente fáciles, tras la pandemia, la pintura de Milagros Elorz aparece como un remanso de paz para la mirada y la vida. Un oasis para ver, mirar, disfrutar, recrearse y tomar fuerzas. El arte, poesía, lenguaje y belleza, es también lenitivo en medio de la existencia. Para algunos críticos, el arte nos alivia de las heridas del vivir. Ciertamente sin arte, nuestro transcurrir, en la roma realidad, sería más penoso. Por ahora, cabe regocijarnos con la pintura de esta autora y dejarse invadir por el gozo de su pintura.
Milagros Elorz y su esposo
Efectivamente como tú dices, Julia, los cuadros de
ResponderEliminarla pintora Milagros Elorz despiden calma, sosiego,
calor familiar, todo ello bien rebozado de luz y colorido.
Mirarlos supone un remanso para el alma.
Un abrazo. Ángela r